Portugal ha recuperado una vieja tecnología para prevenir mejor los incendios: las cabras

Cabra Portugal
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Año tras año, Portugal observa como miles de kilómetros forestales arden en su interior. Los veranos lusos se han convertido en sinónimo de fuego, con la memoria aún incandescente del terrible incendio de Pedrógão Grande, donde más de sesenta personas perdieron la vida hace dos años. El gobierno lleva más de un lustro impulsando modelos de prevención que limiten el riesgo de incendios. Y su última innovación parece superar a todas las demás en términos de coste y eficiencia: cabras que paseen por los montes limpiando la maleza y desbrozando los bosques.

Es una idea estupenda. Pero hay un problema. Faltan pastores.

La escasez. Lo cuenta The New York Times en este reportaje: desde que el año pasado el gobierno portugués iniciara un programa de prevención basado en cabras (inserte chiste aquí), alrededor de 11.000 animales se dedican a limpiar zonas de alto riesgo en nombre del interés público. El problema es que los rebaños superan con mucho la capacidad de sus pastores para gestionarlos. Sólo hay 40 trabajando a sueldo del ejecutivo, y lo limitado de sus números provoca que el programa, si bien exitoso y barato, no se pueda ampliar a otros más puntos del país.

Dinero. Los motivos son variados, pero no cuesta adivinar el principal: es una actividad que no sale a cuenta. El ejecutivo luso paga alrededor de 3€ al día a cada pastor que desbroce zonas estratégicas de su territorio asignado. Es muy poco dinero por una actividad que, por lo demás, resulta contraproducente: las cabras tienen que acudir a terrenos agrestes y remotos donde los pastos no son tan óptimos, pero donde la mano humana (ya sea en forma de maquinaria o equipos de prevención) no llega. Y sin pastores, las cabras no pueden limpiar gran cosa.

Carencia. El gobierno de António Costa fue objeto de severas críticas hace dos años, cuando la ausencia de políticas de prevención y de inversión en los equipos de extinción se relacionó con la explosiva temporada de incendios. Portugal tiene demasiados fuegos para su número de bomberos, y cuando uno grande acapara los recursos de las autoridades, como sucediera el mes pasado en Castello Branco, con más de mil especialistas desplegados, el resto del país queda expuesto a las llamas. El clima seco y caluroso, sumado al bosque mediterráneo, naturalmente ígneo, hace el resto.

El agravante del cambio climático ha provocado que la temporada de incendios oficial ya se extienda hasta octubre. Algo similar sucede en Galicia.

Modo de vida. No es un problema exclusivo de Portugal. El pastor es un oficio en vías de desaparición, como bien saben otros países europeos, desde Grecia hasta España. Las largas horas solitarias en busca de pastos fértiles y la baja remuneración en entornos sin oportunidades ha provocado que las nuevas generaciones le den la espalda. El abandono del mundo rural es una causa parcial de los incendios: Europa se marcha del campo, y la naturaleza retoma lo que es suyo. Oficios que antaño mantenían los montes, como el pastoreo o la leña, hoy ya no existen, lo que dispara el número de animales, de árboles... Y el riesgo de incendios.

Tendencia. El empleo de cabras y de otros animales domésticos para limpiar montes no es exclusivo de Portugal. Otra región devastada anualmente por los incendios, California, lleva cierto tiempo experimentando con medidas similares. Tiene sentido: las cabras son comensales voraces, capaces de despejar varias hectáreas al día; son orgánicas al medio y no causan ninguna externalidad negativa; se alimentan en el camino; son ágiles y móviles; y también baratas. Pero sólo funcionan si los pastores, el valor humano ahora en peligro de extinción, controlan su desempeño. En Portugal, de momento, siguen escaseando.

Imagen: Pixabay

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