Tan extremas, tan duras, tan crudas e inhóspitas, tan descarnadamente inclementes son las condiciones que se encuentran los exploradores en la Antártida, que antes de lanzarse a la aventura de surcar vastas regiones heladas cargados con kilos a la espalda y en medio de una meteorología de pesadilla, la mayoría intenta entrenarse como buenamente puede.
Hay, por ejemplo, quien se va a la playa con una rueda de tractor, se la ata a la cintura con una cuerda y se dedica a recorrer los arenales de arriba abajo. Por sorprendente que parezca, desde hace un par de semanas hay dos británicos, Justin Packshaw, de 57 años, y Jamie Facer Childs, de 37, que en cierto modo están atravesando el continente antártico a modo de “entrenamiento”. Quizás no para una misión que vayan a protagonizar ellos mismo, pero sí para recabar datos que permitan a otros exploradores ampliar sus posibilidades de éxito. ¿Qué misión es esa tan dura y extrema que toma la región austral como banco de pruebas? Simple: la conquista de Marte.
Investigar en las carnes propias
El objetivo de Packshaw y Childs es usar sus propios pellejos para comprobar —y, de paso, mostrar a los científicos— cómo responde el organismo humano a condiciones extremas como las de la Antártida o las que se encontrará el día de mañana —cuándo, exactamente, es a día de hoy una incógnita— los astronautas que protagonicen la primera misión tripulada al planeta rojo.
“Al igual que las condiciones extremas que se encuentran en los planetas de nuestro Sistema Solar, la Antártida tiene un entorno austero que es útil para una variedad de investigaciones biológicas y humanas, que van desde el aislamiento, las investigaciones microbianas, la inmunología y mucho más”, explica la web oficial de la misión, bautizada "Chasing the Light Antarctica 2021". Entre otros datos valiosos que podrán aprovecharse para las futuras exploraciones marcianas, el programa permitirá a los científicos analizar cómo se adapta el ser humano y recabar datos genómicos, fisiológicos, psicológicos o ambientales. Objetivo: ampliar el arsenal de información.
La expedición arrancó ya hace varias semanas y, según detallan los exploradores en su web, acumula 1.083 kilómetros de travesía. Quedan pendientes otras 2.567 para alcanzar las 3.650. Como detalla Live Science, el objetivo inicial pasaba por cubrir una franja incluso más amplia que alcanzaba el polo sur de inaccesibilidad, una de las regiones más inhóspitas del continente y que demandaría un esfuerzo notable del equipo. La nieve y los vientos les obligaron sin embargo a ajustar sus planes. “Este continente exige respeto y también flexibilidad, ya que puedes estar seguro de que nada saldrá según lo planeado”, comentaba Packshaw la jornada 25 de travesía. En su página, aún se detalla la meta de sumar 4.200 kilómetros a lo largo de 80 días.
Aunque trabajan con la NASA, la Universidad de Stanford y la Agencia Espacial Europea (ESA), a lo largo de su expedición Packshaw y Childs no pueden recibir ningún tipo de asistencia. Para cubrir su exigente periplo, se desplazarán a pie y con cometas que les permiten aprovechar el impulso de las fuertes rachas de viento antártico. El periplo, claro está, no es sencillo, ni a nivel físico, ni psicológico, ni desde luego logístico. En uno de los últimos comentarios subidos a la web, Packshaw explica por ejemplo lo mucho que pueden complicar la misión las rachas.
“Hemos tenido un largo día con fuerte viento que, lamentablemente, no venía en la dirección correcta para nuestro rumbo hacia el sur. Muchos virajes. Debemos haber hecho un montón de kilómetros, pero lamentablemente solo 32 hacia donde queríamos ir”, explica el explorador británico. Durante esa jornada, por ejemplo, las rachas que aprovecha la pareja para desplazarse con sus cometas de nueve metros alcanzaban entre los 40 y 50 kilómetros por hora.
En la web de Chasing the Light Antarctica 2021 pueden seguirse incluso algunos parámetros de los aventureros, como su pulso, las calorías que han quemado, sus horas de sueño o incluso el nivel de estrés. También las condiciones de la Antártida, que en el momento de escribir este artículo, cuando el equipo llevaba avanzados 1.083 kilómetros, marcaba -34 º C. Como parte de su misión, la pareja recaba también datos para la ESA sobre los niveles de radiación, la velocidad y dirección del viento en superficie, gradientes de temperatura o el estado del hielo antártico.
Según detalla Smihsonian Magazine, la pareja de aventureros remolcan dos trineos de alrededor de 200 kilos en los que cargan con alimentos, instrumental científico y las muestras de sangre, saliva, orina y heces que van recolectando durante la travesía. Todo a temperaturas gélidas y azotados por el viento. Pueden parecer condiciones duras, pero se quedan cortas cuando se comparan con los -50º bajo cero que —como recoge el IAC— marcan la media diaria en su superficie.
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