Cada vez más gobiernos persiguen los beneficios de las petroleras. Su solución: irse a países más pobres

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La invasión rusa de Ucrania ha agravado la crisis energética global y ha forzado a la Unión Europea a buscar alternativas para reducir al máximo su dependencia del Kremlin en este ámbito. En el marco de ese plan de desacoplamiento energético se encuentra, por ejemplo, el gaseoducto H2Med que transportará hidrógeno verde y que conectará Portugal, España y Francia.

Por otro lado, este empeoramiento de la crisis energética mundial ha permitido a las grandes petroleras obtener beneficios estratosféricos. Ello ha provocado que algunos países como EE.UU hayan planteado la opción de aumentar los impuestos a este tipo de compañías.

Ganancias astronómicas. Las cinco petroleras más importantes de Estados Unidos y Europa han presentado unos 200.000 millones de beneficios netos en conjunto. Concretamente, entre TotalEnergies, Exxon Mobil, Chevron, BP y Shell suman 196.300 millones de dólares de beneficios, una cifra superior al PIB de países como Marruecos o Argelia. Todas estas firmas han presentado ganancias récord: la francesa TotalEnergies, por ejemplo, anunció 36.200 millones de dólares de beneficios, doblando la cifra obtenida el año pasado.

Enriquecimiento con la crisis energética. Se trata de una de las consecuencias de la guerra de Ucrania: la reducción de la oferta y el aumento de la demanda provocan un aumento de los precios. Las petroleras son las verdaderas ganadoras del conflicto: la noruega Equinor ha obtenido 28.700 millones de dólares de beneficios netos, los mayores de su historia, y se ha convertido en la principal compañía proveedora de gas natural de Europa después de que la rusa Gazprom cortara el suministro a través del Nord Stream 1 hacia el Viejo Continente.

Duras críticas en Washington. Por otro lado, estos beneficios estratosféricos fueron criticados  recientemente por Joe Biden en su discurso sobre el estado de la Unión. El presidente estadounidense señaló que era “indignante” comprobar cómo las grandes compañías petroleras habían ganado 200.000 millones de dólares de beneficios el año pasado en medio de una crisis energética global.

El gobierno de EE.UU quiere que paguen más. Biden indicó que estas corporaciones “debían hacer lo correcto”, y posteriormente comunicó su propuesta de “cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones corporativas para fomentar las inversiones a largo plazo” , a pesar de lo cual estas firmas continuarían obteniendo un “considerable beneficio”.

El presidente, además, señaló que ningún multimillonario podía contribuir fiscalmente menos que un profesor o un bombero e hizo un llamamiento para “cerrar los vacíos legales” que permiten a los más ricos evadir impuestos.

Las ONG medioambientales están de acuerdo. Algunas ONG han mostrado su apoyo a este tipo de medidas. Alice Harrison, activista de Global Witness, reconoció en un artículo publicado por CNBC el 8 de febrero, que un incremento de los impuestos por los llamados ‘beneficios caídos del cielo’ y un aumento de la financiación en la energía renovable y el aislamiento térmico doméstico “acabarían con la era de los combustibles fósiles que están dañando severamente a la población y al planeta”.

Financiación extra para la transición energética. Por su parte, Sana Yusuf, activista de Friends of the Earth, reconoció en el mismo artículo que establecer un impuesto sobre los beneficios excesivos ayudaría a financiar el programa nacional de aislamiento térmico doméstico y la transición energética, contribuyendo a la reducción de las facturas y la disminución de las emisiones de carbono.

Las petroleras no están por la labor. Sin embargo, las compañías petroleras no están de acuerdo con un incremento de los impuestos sobre sus beneficios. Según dicen, ello repercutiría negativamente en el sector energético y en su propia financiación de la transición energética. En una entrevista publicada recientemente por CNBC, Amin Nasser, CEO de la petrolera saudí Saudi Aramco, señaló que este tipo de impuestos no contribuía al crecimiento del sector y a la financiación de formas alternativas de energía.

Un diagnóstico similar fue realizado por Bernard Looney, CEO de la británica BP, en mayo de 2022 . Cabe destacar, por otra parte, que esta petrolera ha modificado su plan de reducción de emisiones para poder seguir cumpliendo con la demanda de petróleo y gas.

Las petroleras hacen las maletas. Por otro lado, no es la única petrolera occidental que ha cambiado de planes recientemente. Chevron, que dejó de operar Reino Unido y Dinamarca, obtuvo en noviembre de 2022 el permiso del gobierno estadounidense para reiniciar su actividad en Venezuela. TotalEnergies anunció en septiembre del año pasado que se marchaba de Canadá y actualmente está negociando proyectos en Mozambique y Sudáfrica. Es decir, las petroleras se están reubicando en regiones con un marco regulatorio favorable a sus intereses.

Críticas de la ONU. En agosto de 2022, Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, habló del carácter “inmoral” de los beneficios que estaban siendo anunciados en aquel momento por las compañías petroleras, añadiendo que esa “grotesca avaricia” estaba “castigando a la gente más pobre y vulnerable”, así como “destruyendo nuestro único hogar”, en referencia a la crisis climática. Ahora ese tono crítico es utilizado por la principal potencia económica del mundo.

Cambio de paradigma. En este sentido, Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano, respondió afirmativamente al ser cuestionado en la Cadena Ser sobre si Biden había anunciado un nuevo orden fiscal en su discurso sobre el estado de la Unión. Además, señaló como causas principales de este “nuevo panorama” a los excesos de la globalización financiera; a la pandemia, que ha revelado la importancia del papel del estado y a la invasión rusa de Ucrania, que ha supuesto el fin del orden liberal basado en las interdependencias mutuas.

Imagen: Pixabay

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