¿Están reñidas las ciencias humanas y las ciencias STEM? La historia de cómo las ramas del saber se han ido escindiendo y reagrupando resulta fascinante. Todas partían del marco teórico de la ‘filosofía natural’ que hoy relacionamos con Aristóteles. Pero desde el siglo XVII al XIX, esta fue desdoblándose cada vez más hasta que, en algún punto del s. XX, entendimos que combinar varias de estas ramas aportaba un salto importante de conocimiento.
Con el objetivo de despertar la vocación en tecnología entre los jóvenes, IMMUNE Technology Institute se apoya en profesionales de la industria para brindar una formación 100% práctica, que combina habilidades técnicas y ciencias humanas. Apúntate a los Open Day del CEB (Computer Entrepreneurship Bachelor) del 3 y 17 de septiembre: elige sesión on-line o presencial según tus necesidades y descubre tu futuro.
Es en la actualidad cuando ramas separadas durante siglos, como las ciencias humanas y la computación derivada de la lógica matemática, se encuentran para resolver todo tipo de problemas humanos. Lo saben bien los emprendedores y startups, que buscan perfiles heterogéneos de diferentes ramas, así como títulos que ya prevén agrupar diferentes experiencias, como es el caso de CEB, el programa Computer Entrepreneurship Bachelor de IMMUNE Technology Institute que combina ingeniería de software y ciencias humanas.
Especializarse mucho, ¿para combinarse después?
Existen dos tendencias aparentemente contrapuestas en las disciplinas del saber que consisten en la especialización constante y, a la vez, la combinación de varias ramas del saber aparentemente alejadas. Llevamos siglos haciendo esto, uniendo esquejes del árbol del conocimiento y creando fuertes nudos aquí y allá.
Uno de los más recientes y bonitos es el uso de los láseres LiDAR para localizar y estudiar antiguas civilizaciones, imposible sin desarrollo de tecnología, conocimiento sobre arquitectura antigua o programación de aplicaciones que reconozcan patrones visuales. La historia es una de esas ramas que se escindieron hace muchísimas décadas en el árbol de las humanidades, alejándose en apariencia de la rígida matemática. Y algo parecido ocurrió con la física. Cada rama iba por su lado, especializándose lentamente. Consolidándose.
Al tiempo que el físico Theodore Maiman inventaba en 1960 su láser de rubidio, los Leakey descubrían en Olduvai los restos fosilizados de la especie humana. Quién iba a decir que menos de un siglo después los arqueólogos iban a dejar de lado el pico y pincel, y que los ingenieros y físicos ayudarían a virtualizar montañas usando pulsos de luz invisible a nuestros ojos.
Sin la sobreespecialización de estos dos grupos, y su abrazo siglos después de separarse, habría sido imposible localizar 8000 estructuras mayas entre los árboles de Yaxunah (Yucatán). Tampoco habría sido posible dar con más de 100 nuevas líneas de Nazca usando análisis de datos 3D o hallar los túneles ocultos del Templo de los Caballeros en Israel.
Todas estas aplicaciones tecnológicas necesitan el impulso de las generaciones previas en la consolidación de conocimiento en sus respectivos campos, pero hubiesen sido inviables si alguien no las hubiese reunido bajo el mismo paraguas. De ahí que la apuesta de centros como IMMUNE, con especialización técnica combinada con ciencias humanas y desarrollo de soft skills, sea tan relevante para el futuro: las startups así nacidas van a redefinirlo.
Necesitamos filósofos para inteligencia artificial
De la ‘filosofía natural’ nacieron la ‘filosofía’ y las ‘ciencias naturales’. Hemos tardado varios milenios en entender la relación entre los humanos y la naturaleza y en ligar los avances de la física, química, biología, etc., y la filosofía. Aunque cuando en 1950 Turing publicaba ‘Computing machinery and intelligence’, ya sospechaba lo importante que sería la computación en filosofía.
Y viceversa: la filosofía en computación (hoy entendida como entrenamiento de algoritmos de deep learning). En la última década hemos escrito más sobre filosofía de la ciencia que en ningún siglo anterior, así como filosofía, ética y moral de las máquinas. El motivo principal es que estamos empezando a aplicar máquinas lo suficientemente complejas. Y que recetas hay muchas.
La Future Life Institute propuso en 2017 los ‘Principios de Asilomar’; la Unión Europea, en 2019, las ‘Directrices por una inteligencia artificial confiable’; la OCDE, las ‘Recommendation of the Council on Artificial Intelligence’ pocas semanas después; la Academia de Inteligencia Artificial de Pekín, los ‘Beijing IA principles’ con días de diferencia, y el Foro Económico Mundial propuso mesas redondas mundiales apenas horas después del anuncio chino.
El interés de los filósofos por la inteligencia artificial fuerte (aún teórica) se conoce desde John Searle, el filósofo americano que construyó el experimento mental de ‘La habitación china’. Y hay un fascinante debate abierto con este experimento y el científico Ray Kurzveill, que afirma que las neuronas no son conscientes de lo que hace el resto del cerebro.
Diseñar máquinas conscientes está muy lejos de las capacidades actuales, pero sea cual sea el camino de la computación matemática, más nos vale contar con filósofos. De hecho, las divisiones tecnológicas de las empresas buscan agrupar conocimiento técnico de varias ramas, como filosofía y programación. Lo que desde el Grupo Adecco llaman “visión estratégica”.
Las buenas ideas surgen de la síntesis de dos áreas del conocimiento
Cuando dos áreas del conocimiento colisionan, nace una nueva mucho más interesante. Lo vimos con el cultivo sistemático de guisantes de Mendel que dio pie a la teoría de la evolución biológica, en cómo Newton usó cálculos algebraicos para determinar la órbita de los cuerpos celestes creando la astrofísica o cuando John Snow usó cartografía para detectar el origen del brote londinense de cólera, inventando en el proceso la epidemiología.
Así, las ciencias humanas llevan muchas décadas bebiendo de metodología estadística para establecer patrones y tomar el pulso a la sociedad. Pero durante los últimos años estamos viendo la tendencia inversa: los modelos matemáticos y computacionales cada vez tienen más presentes las humanidades. Un pequeño experimento mental: ¿Contestan los encuestados la verdad, o la ‘verdad’ que quieren que el entrevistador interprete y buscan comunicar?
Analizar la respuesta a esta pregunta exige no solo de sociólogos, sino también de programadores para la creación de cuestionarios que minimicen esas medias ‘verdades’. Pero la alianza entre la ingeniería de software y las ciencias humanas va mucho más allá de esta aplicación, y abre la puerta a soluciones a necesidades de todo tipo a través de las startups, como se contempla en el programa Computer Entrepreneurship Bachelor (CEB).
Este título, desarrollado por IMMUNE Technology Institute, agrupa y abarca los ámbitos relacionados con el software de más demanda actual y prevista. A través de un programa formativo y práctico de tres años, los alumnos aprenderán sobre aplicaciones, videojuegos, ciberseguridad, etc., todo ello con una base humanista que aporta perspectivas clave sobre nuevas formas de pensamiento y aplicaciones tecnológicas.
La formación, factor de estabilidad para el futuro
Con frecuencia se dice que "el saber no ocupa lugar" por aquello de ser etéreo. Esto no quita que no sea útil. Todos los estudios hasta la fecha demuestran que hay una relación directa entre el nivel de formación y el salario bruto anual. Es decir, hay una relación entre lo que se sabe y la calidad de la salida laboral. También influye la demanda laboral, que no ha dejado de cambiar.
Según el ‘Informe Infoempleo Adecco’ (2018) sobre oferta y demanda de empleo en España, el salario promedio entre una persona con máster o postgrado casi duplica el salario promedio de una persona con la ESO. De ahí que seguir formándose sea importante, especialmente en las disciplinas más demandadas, tales como inteligencia artificial, customer success o especialistas en ciberseguridad, según el ‘Informe de empleos emergentes 2020’, de LinkedIn.
Esto se refleja también en desempleo. Según datos del conocido estudio de Frey y Osborne (2017), la probabilidad de que una persona con Primaria esté en desempleo es más del doble de puntos superior a alguien con una licenciatura. La curva decreciente es: Primaria, Secundaria Obligatoria, COU y Bachillerato LOGSE, Bachillerato y FP superior, FP y Grado superior, graduado, licenciado.
La formación con prácticas, especialmente en aquellas ramas del conocimiento que presentan un mayor futuro, es clave para la estabilidad y seguridad personal. Así lo entienden en IMMUNE y, por eso, programas como CEB incluyen 9 meses de prácticas remuneradas en empresas de tecnología. Siempre merece la pena invertir en nuestro futuro.
Imágenes | Kelly Sikkema, Travis W. Stanton et al., bruce mars, UploadWizard, Informe Infoempleo Adecco
Ver 1 comentarios