Si nos preguntasen por el teléfono móvil más vendido de la historia, podríamos pensar en dispositivos de Apple o Samsung, dos de las marcas más populares de la actualidad. Sin embargo, este hito no les pertenece. Para encontrar al verdadero poseedor de este notable título debemos hacer un viaje en el tiempo, un viaje que nos lleva dos décadas hacia atrás, donde el mundo era muy diferente.
¿Recuerdas cómo era la vida en 2003? Si eres centennial esta pregunta puede no ser la más adecuada para ti, pero si formas parte de algunas de las generaciones anteriores, probablemente tengas una respuesta. Enfocándonos en lo mas techie, que es lo que nos atañe en Xataka, la banda ancha estaba presente en muchas partes y, a nivel de conectividad inalámbrica, todavía utilizábamos redes 2G.
El teléfono 'básico' que llegó cuando los smartphones estaban despegando
Cuando era hora de trabajar o estudiar, recurríamos a nuestros ordenadores con Windows XP o Mac OS X (no macOS). Y, además, presenciábamos en directo la llegada de los primeros smartphones. Tal y como recordábamos hace algunos años, entre los móviles más destacados se encontraban el BlackBerry 6230, el Sony Ericsson P900, el Samsung E700, el Motorola V600 y el Nokia 6600.
El fabricante este este último era el auténtico rey del mercado. Sus catálogo de dispositivos era enorme y, como podemos ver en las imágenes, marcaba la diferencia en diseño y prestaciones. Pero para Nokia no todo eran teléfonos avanzados. En aquellos tiempos la firma también apostaba acertadamente por soluciones más modestas destinada a clientes con un presupuesto más acotado.
Y decimos que se trataba de una apuesta acertada porque, en medio del desarrollo del concepto smartphone, aparecía tímidamente un móvil llamado Nokia 1100 que no apuntaba a ese segmento. No destacaba por incorporar una cámara de fotos ni por tener pantalla a color. Era un móvil estándar, base, pero construido bajo un concepto sólido que lo convirtió en un móvil tan exitoso como indestructible.
El Nokia 1100, cuando se lanzó en agosto de 2003, tenía un precio de alrededor de 100 dólares. Los finlandeses, que tenían presencia global, querían que el teléfono funcionase incluso en los entornos más exigentes. Esta necesidad se tradujo directamente en el diseño, en un teclado completamente cerrado que impedía el ingreso de polvo y bordes de goma antideslizante, ideales para el clima húmedo.
Contaba con una pantalla monocromática, linterna, reloj, calendario, calculadora, cronómetro y agenda de contactos. A nivel de tonos, había 36 opciones para elegir o, si tenías la suficiente habilidad, contabas con siete espacios para guardar tonos creados por ti mismo. Pese a sus prestaciones básicas, contaba con el infaltable (y en ese momento ya clásico) juego de la serpiente ‘Snake’ en su versión 2.
Una de las ventajas que tenía el dispositivo era su gran autonomía. La táctica de Nokia para conseguir esto fue muy simple: incorporar en el Nokia 1100 una batería diseñada originalmente para modelos más avanzados que, por consecuencia, consumían más energía. Se trataba de la batería BL-5C, que permitía utilizar el dispositivo durante más de una semana sin necesidad de conectarlo al cargador.
Esta combinación de características hizo que el teléfono se convierta en un éxito, aunque su presencia pasó relativamente desapercibida en muchos mercados. Desde su lanzamiento ha acumulado más de 250 millones de unidades vendidas, una cifra que se posiciona incluso por encima de lo más vendido de Apple, los iPhone 6 y iPhone 6 Plus, que suman unas 225 millones de unidades vendidas.
Imágenes: Nokia
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