Cuando ayer hablábamos de la asombrosa escalada de casos registrada en Reino Unido desde mediados de diciembre lo hacíamos con un gráfico en mente: una línea ascendente casi vertical que había duplicado la incidencia acumulada en un pocas semanas. Pues bien, tan dramática imagen tiene una correlación casi exacta en la isla vecina. Irlanda ha registrado en una semana el 20% de sus casos contagios totales. En un sólo día, más de 6.000, un récord desde el inicio de la epidemia.
Con una salvedad: la "cepa británica" no parece responsable.
Qué está pasando. He aquí la relación de positivos detectados diariamente desde el viernes pasado, 1 de enero: 1.700, 3.300, 4.900, 6.100. Durante la primavera, la jornada con mayor número de contagios no superó los 1.000. Durante la segunda ola, ya en el segundo confinamiento del país, el récord quedó fijado en los 1.100. Aún descontando un aumento de la capacidad de diagnóstico, la entrada en el nuevo año ha reventado todos los registros, disparando la positividad por encima del 25%.
El gráfico que dibuja la progresión de positivos es vertiginoso.
En cifras. La incidencia acumulada a catorce días vista del país se sitúa hoy en los 455 casos por cada 100.000 habitantes. La cifra no es la más espectacular de Europa (República Checa lleva sumergida en una crisis perenne desde el final del verano, con más de 1.100 a día de hoy), pero sí la que más crece respecto a la semana anterior: más de un 124%. El incremento es extremo y muy superior al registrado por Reino Unido esta misma semana (un 39%), de por sí desatado.
¿La variante? La crisis del Reino Unido, resuelta con un tercer confinamiento, debe su origen a la ya tormentosa "cepa británica", una variante del coronavirus de especial transmisibilidad. ¿Podemos explicar la repentina escalada irlandesa a través de ella? No. Según el National Virus Reference Laboratory, una institución de diagnóstico asociada al sistema público de salud, menos del 10% de los casos secuenciados entre el 24 y el 29 de diciembre podían ser atribuidos a la variante británica.
¿Qué está pasando? Dos factores: por un lado el fin de las restricciones impuestas por el gobierno irlandés desde octubre; por otro, la Navidad. A principios de diciembre el ejecutivo levantó las limitaciones de aforo y apertura impuestas a la hostelería, al tiempo que abrió la mano a reuniones sociales y familiares más extensas. Todo ello en contra del criterio del grupo de expertos del Sistema Nacional de Salud creado en enero para asesorar sobre la epidemia (PDF).
El impacto fue inmediato en unas fechas de especial ajetreo social. Si el 4 de diciembre, fecha de apertura de la hostelería en espacios cerrados en Dublín, Irlanda registraba poco más de 80 casos diarios; el 4 de enero, un mes después, superaba los 3.600. La correlación es especialmente llamativa comparada con lo sucedido durante el mes previo al segundo confinamiento: entre el 16 de septiembre y el 16 de octubre los casos pasaron de 136 diarios... A los 254. La hostelería (interior) estaba limitada.
Sólo son pistas. La mezcla de reapertura económica y social y celebraciones navideñas parece haber tenido un impacto fatídico en la aceleración de la epidemia. Los tiempos, al menos, coinciden. Pero por el momento tenemos algunas pistas y la única certeza de los números. Si el número de contagios continúa creciendo al mismo ritmo (en torno al 10%) diario, Irlanda podría multiplicar su volumen de casos semanales en apenas una semana. El gobierno no reabrirá las escuelas y, naturalmente, un nuevo confinamiento domiciliario está encima de la mesa.
Barbas del vecino. Irlanda sirve como ejemplo para el resto de Europa. No sólo por un impacto marginal de la cacareada "cepa británica", sino porque hasta hace tres semanas presentaba los mejores datos de continente, con una IA muy por debajo de 100. Un periodo de alta movilidad y reunión familiar como la Navidad puede provocar un repunte muy rápido y muy drástico de los contagios.
Algunos países, como España, que ha pasado de los 14.000 casos del martes pasado a los 23.000 de hoy mismo, pueden empezar a tomar nota. Las barbas del vecino se están pelando.
Imagen: Simon/Flickr