El verano es, informativamente hablando, una mala fecha. Muy mala. Como respuesta al calor, el hemisferio norte se sume en un larga somnolencia que, por otro lado, nos da una excusa perfecta para escapar de lo urgente y volver la mirada sobre temas importantes.
Por eso, son buenas fechas para recordar a los grandes y reivindicar sus logros y hazañas. Y si hay unos héroes, unos héroes genuinos e inmerecidamente olvidados, esos son los que lucharon contra la física, la química y el desaliento para crear el aire acondicionado. Va por ellos.
El calor siempre ha estado aquí
Ya los egipcios utilizaban sistemas para reducir el calor. Se usaban esteras o alfombras humedecidas para reducir la temperatura y la sequedad de las casas. También cuentan, aunque esto no he podido confirmarlo de primera mano, que algunos edificios utilizaban un sistema de 'acumuladores' y tenían paredes huecas que se rellenaban cada día con piedras enfriadas en las gélidas noches del desierto.
El primer ventilador giratorio parece ser chino en lo que suponemos que fue una evolución natural de su gusto por los abanicos. Los romanos, además de consumir nieve (algo muy criticado por Séneca, dicho sea de paso), comenzaron a diseñar alambicadas redes de acueductos, canales y tuberías domésticos para hacer que el agua circulara a través de las villas y, así, reducir la temperatura. Esta idea fue desarrollada también por los árabes. En la Alhambra granadina existen incluso escaleras por cuyas paredes circulaba agua permanentemente. Otros sistemas, intentaban aplicar la lógica del famoso botijo a las edificaciones. Un buen ejemplo de esto, lo podemos encontrar también en Granada (en la Escuela de Estudios Árabes del CSIC) donde aún se pueden observar los huecos en los que se dejaban vasijas llenas de agua para refrescar los muros y aislar las habitaciones del calor.
Al lo largo de la historia podemos encontrar distintas y muy originales formas de lo que podríamos denominar "primitivos aires acondicionados". Normalmente, usaban combinaciones de muros gruesos, piedra, agua y corrientes de aire para hacer más soportable los largos y asfixiantes días del verano. Pero si queremos hablar de los orígenes del genuino aire acondicionado, tenemos que irnos como pronto a 1758.
La ciencia del calor y el frío
Ya desde los egipcios, como hemos visto, se sabía que la evaporación de cualquier líquido producía un efecto refrescante. Pero en 1758, mientras Benjamin Franklin visitaba al astrónomo inglés John Hadley se percataron de que la evaporación del alcohol y otros líquidos volátiles podía enfriar mucho los objetos. Pocos años después, Faraday se percató del mismo efecto mientras trabajaba con el amoniaco.
En 1842, William Thomson, conocido por desarrollar la escala de temperatura Kelvin, diseñó los primeros circuitos frigoríficos basados en principios físicos de presión, transmisión de calor y temperatura. En esa época, el doctor John Gorrie, tras darse cuenta de que el frío era bueno para algunas enfermedades tropicales, patentó una máquina de hacer hielo en Florida.
El hombre que vino del frío
Pero el año clave fue 1902. En Brooklyn, los fuertes cambios de temperatura y humedad impedían el comportamiento normal del papel y eso hacía muy complejo el proceso de impresión en color. Desesperado se puso en manos de la Buffalo Forge, la compañía en la que trabajaba un jovencísimo Willis Carrier. Carrier, tras mucho trabajo, creó el 'Aparato para Tratar el Aire', el primer sistema de climatización de la historia.
Este invento revolucionó la industria. Sobre todo, la industria del sur del de Estados Unidos. Es famoso el caso de la Chronicle Mill, una fábrica de algodón en Carolina del Norte. La ausencia de humedad hacía que se creara un exceso de electricidad estática y eso acababa por deshilachar las fibras de algodón. El sistema de Carrier solucionó el problema y se expandió muy rápidamente.
En 1921, la compañía que había creado Carrier para desarrollar sus ideas lanzó la 'máquina de refrigeración centrífuga', la primer sistema para acondicionar grandes espacios de forma segura. Este sistema era mucho más seguro porque no usaba los ya tradicionales compresores de amoniaco y que hacían todo mucho más confiable y eficiente. Hudson, los antiguos grandes almacenes de Detroit, estrenaron este sistema (y se convirtieron en los primeros comercios con climatización) en 1924. El primer teatro, fue el Rivoli de Nueva York un año después.
Una era climatizada
En 1928, aparecieron los primeros aparatos domésticos. Pero la Gran Depresión hizo que la idea no llegara a extenderse. Hasta después de la Segunda Guerra Mundial estos aparatos no llegaron hasta las casas y en 1965, sólo un 10% de los hogares de Norteamérica tenía este tipo de aparatos. En Europa, la implantación fue mucho más lenta. Sobre todo, porque las temperaturas en el continente no son tan extremas como las que se pueden encontrar en muchas zonas de Estados Unidos.
Mientras tanto, los ventiladores, basados en los motores eléctricos de Nikola Tesla, conquistaron el mundo y nuestros corazones. Aún están ahí, pero hoy toca reconocer el esfuerzo y el ingenio de todos aquellos que trabajaron por mejorar el mundo, aunque fuera acondicionándolo mejor.
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