La eterna promesa estaba por fin a punto de cumplirse. Con un Windows 10 criticado por doquier y un macOS relegado a un segundo plano por una Apple que solo piensa en iOS, muchos pensaban que 2018 sería al fin el año que Linux conquistase nuestros PCs y portátiles.
No será así. En Xataka acudimos la semana pasada a la presentación del fin del mundo y una cosa quedó clara: el apocalipsis tecnológico que se acerca también afectará al sistema operativo Open Source, que a pesar de todo y de todos se quedará como está: compuesto y sin novia.
Los responsables de Linux, desde luego, lo han intentado
Jim Zemlin, director ejecutivo de la Linux Foundation y eterno optimista, nos repetía todos los años lo mismo. El año X será el año del escritorio Linux. El tío tenía un morro que se lo pisaba, sobre todo cuando hacía esa declaración desde su MacBook, pero ahí estaba en su papel, muy político él, proclamando las bondades de Linux desde un sistema operativo con filosofía totalmente opuesta.
Igual por eso muchos no nos lo acabábamos nunca de creer. Pero entonces ocurrió lo que ocurrió: hasta Apple planteaba la desaparición de macOS (o su irrelevancia total), mientras que en Microsoft no paraban de hacer guiños al Open Source.
Nadella ama el software libre, y si no que se lo digan a todos los desarrolladores de Microsoft que han acabado dedicando sus esfuerzos a hacer que el Subsistema Linux funcione cada vez mejor en Windows. "Chicos, de verdad, no instaléis Linux en vuestros PCs, no lo necesitáis con nuestro Bash para Windows", parecía decirnos el máximo responsable de Microsoft.
Eran todo guiños. La propia Canonical, amada y odiada a partes iguales por los usuarios de Linux, dejó atrás ese mastodóntico proyecto de convergencia de Linux en móviles y volvió al redil. Shuttleworth y los suyos reconocieron que debían volver al escritorio (¡y a GNOME!), que era donde Linux tenía sencillo.
La cuota de Linux crecía sin parar, de hecho. Veíamos cómo llegaba a un asombroso 2% el año pasado e iba a más este año con un 3% de cuota global. Nadella y Cook temblaban. Ni bitcoin ni historias: la revolución del momento era Linux, que se preparaba para conquistar el escritorio en 2018.
Pero no.
La historia sigue igual 25 años después
Linus Torvalds mandó aquel mensaje legendario a la lista de correo en agosto de 1991, y desde entonces el mundo cambió. Aquel sistema operativo destapó el frasco de las esencias, y tanto Linux como el software libre y el Open Source comenzaron a comerse (un poco) el mundo.
Para Torvalds, que seguía creyendo que el año de Linux en el escritorio llegaría de una vez por fin, la noticia ha sido probablemente un jarro de agua fría del copón.
Y sin embargo, las barreras eran demasiado importantes de nuevo, con un mercado fragmentado que tiene a los usuarios de Linux peleándose entre ellos (¡emacs es mejor que vi!) en lugar de hacerlo con sus verdaderos rivales. La ausencia de aplicaciones "importantes" sigue echando atrás a los usuarios, que se niegan a usar LibreOffice o Gimp porque joer, el botoncito de las fórmulas no funciona igual o joer, no tengo la cosa esa con que puedo quitar al cuñao de las fotos familiares.
Y luego está lo otro, claro: el soporte hardware. ¿Qué pasa con los equipos de sobremesa y portátiles con Linux? ¿Por qué nadie los vende? Dell es una de las pocas excepciones, pero claro, la famosa excusa de "ya, pero con Linux son más baratos" no acaba de cuadrar cuando Microsoft básicamente regala licencias (o permite usar Windows 10 gratuitamente sin (demasiado) problema).
Así que nada, de año Linux en el escritorio nada de nada. Seguiremos, eso sí, con Linux hasta en la sopa, en el resto de las sopas. En móviles (ejem, Android, ejem), en supercomputadoras y en empresas, esas que son responsables de este particular xatakalipsis que nos condenará muy pronto. Pero ¿Linux en el escritorio en 2018? Ni hablar del peluquín de Ballmer.
¿Y tener que aguantar el apocalipsis con Windows 10 o macOS? Buf. Qué chungo.
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