Cuando Brian K. Vaughan reunió todas sus obsesiones y Cliff Chiang las transformó en arte

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Eisner, Moore, Kurtzman, Moebius, Miller, Kirby, Morrison o Warren Ellis. Nombres propios en la industria del cómic. Fuerzas motrices que han elevado, expandido y reinventado unos códigos narrativos, visuales y pictóricos dentro de eso que llaman décimo arte. El arte de contar en viñetas, de hablar un lenguaje ilustrado, a veces mudo de palabras pero nunca de contenido.

Entre todos esos nombres, que cualquier fan reconocerá al segundo, deberíamos sumar a un tal Brian K. Vaughan. Y, la que es para muchos su obra cumbre, está a punto de culminar en España.

Paper Girls lleva en Planeta Cómic desde 2016 y no hay mejor momento para descubrirla. En dos ediciones, tapa dura y grapa. Una serie de treinta números —o seis tomos con sus arcos independientes, como prefieras—, para hablar de los grandes temas desde una perspectiva singular, extraordinaria.

A saber: cuatro adolescentes que reparten periódicos en el Halloween de 1988 se topan, sin saber ni cómo, con una guerra generacional plagada de viajes en el tiempo. Tan delirante como suena. Mejor cómic de 2016, dos premios Eisner en su debut, otros dos Harvey, una nominación al Hugo, elogios en cientos de webs y una adaptación televisiva en marcha a cargo de Amazon Prime Video. El marco perfecto con el que Cliff Chiang y Brian K. Vaughan han alcanzado un nuevo techo creativo.

Quién es Brian K. Vaughan

Getty

Pero antes de lanzarnos y bucear hasta el fondo de la piscina hagamos dos paradas en las estaciones capitales que han dado forma a Paper Girls, el ilustrador Cliff Chiang y el propio Brian K. Vaughan, cerebro pensante de esta locura.

Vaughan creció en los suburbios de Cleveland, se matriculó en la Universidad de Nueva York para estudiar cine y, tras participar en un concurso amateur, centró sus esfuerzos en la escritura de guión. No fue hasta mitad de los 90 cuando comenzó en el oficio, guionizando algún que otro Spiderman, vagando entre Marvel y DC (Wonder Woman, La cosa del Pantano, algo de Batman) hasta destacar con varias miniseries dedicadas a Cíclope y Mística.

Su affaire con los X-Men duró todo un lustro hasta que Marvel lo puso a defender Ultimate X-Men. Un logro que le concedió la oportunidad de liderar su primera serie nueva: Runaways. Nacida en 2003 para el subsello Tsunami, Runawats obtuvo un éxito inmediato, dejando claro que Vaughan no era uno más. Y, antes de abandonar Marvel, todavía colaboraría con el español Marcos Martín en Doctor Extraño: El Juramento y junto a Eduardo Risso en Logan.

Private

De Marvel saltó a Vertigo. Y: el último hombre, junto a la dibujante Pia Guerra, marcaría su cénit formativo. La serie, que está siendo adaptada a TV para FX, sumó 60 números y un nuevo capítulo en la historia del cómic moderno. Hasta Damon Lindelof se interesó por ella e invitó a Vaughan a guionar algunos episodios de Perdidos. Dos años después llegaría Ex Machina (sello Wildstorm) —la cual será adaptada a TV—, uno de sus trabajos más políticos y televisivos, puerta de entrada para su maduración definitiva como creador: SAGA.

SAGA fue fruto dulce de un nuevo hogar, Image, con nombres propios detrás como Robert Kirkman (dirección) Todd McFarlane (presidencia), Marc Silvestri (director ejecutivo) o Jim Valentino (vicepresidencia). Una space opera donde toda la narración corre a cargo de una bestia nacida de una alianza entre dos razas, un Romeo y Julieta pletórico de secundarios carismáticos y reposadas reflexiones.

A día de hoy, la serie va por la mitad —54 números recopilados, de 108 que habrá—. Cinco añazos al lado de la gigantesca Fiona Staples que han dado para sembrar un árbol del que han crecido ramas como We stand on guard y la que nos ocupa, Paper Girls, al lado de su amigo de infancia Cliff Chiang. Y aún podríamos rastrear su nueva etapa con Panel Syndicate, una plataforma cooperativa de creación con series como The Private Eye o Barrier, su último viaje western con el catalán Marcos Martín.

Cliff Chiang, la media naranja

Chiang

Decíamos al comienzo que Paper Girls aduce, como su propio nombre indica, a un grupo de chicas repartidoras de periódico, ese oficio antiguo tan clavado en las retinas de media Norteamérica que, como el propio cómic asevera, de un buen día para otro se consideró una labor peligrosa. ¿Niños de 10 años sembrando de vieja prensa a barrios urbanos antes del alba por unos centavos? Ni hablar.

Graduado en Harvard, Cliff Chiang no lo vivió en sus carnes, pero sí comparte con Vaughan una juventud y un eco que se traduce en algo que no es nostalgia, es el sehnsucht, ese anhelo extraño de algo no vivido pero que casi sientes como propio. Y así dibuja: con oficio, pericia única y capacidad de mímesis que lo han llevado de trabajar con Judd Winick, con Brian Azzarello en la Wonder Woman de New 52 y a ganar el Eisner con su buen amigo Brian K. Vaughan.

Es imposible leer Paper Girls y pensar en otros lápices distintos a los de Chiang —o al agresivo monocromo de Matt Wilson o el rotulado ágil de Jared K. Fletcher—. En un acercamiento muy similar al de Dave Gibbons, Chiang es capaz de leer el espacio y marcar líneas firmes sobre rostros que transmiten un pasado y un presente.

En repetidas entrevistas para SyFy o medios afines, Chiang ha reiterado que Paper Girls ha sido el punto de inflexión en su carrera, arrastrándolo a repensar cada viñeta, dibujar elementos que directamente no le gustan —¿quién querría ilustrar una bici escena tras escena?— y otorgarles esa agilidad que anima cada objeto inanimado.

Leyendo la prensa

Kids

Si nos atenemos a la ficha, Paper Girls se promociona como una herencia de Los Goonies, una especie de Stranger Things antes de Stranger Things: pandilla, secretillos, una plétora de referencias ochenteras y un cataclismo a lo War of the Worlds. La realidad es aún mejor: lo que comienza como un ejercicio de nostalgia mezcla Men in Black con Evangelion y salta a una lisérgica guerra generacional: adultos reaccionarios y conservadores frente a adolescentes radicales apelando a un cambio.

Una mujer descubrió los viajes en el tiempo y, desde entonces, se crearon dos taxonomías. ¿Qué haría la humanidad, usar estos viajes en beneficio de la sociedad o dejarlo todo tal cual está? Estas cuatro chiquillas son víctimas colaterales de una guerra que ni han planificado pero en la que tienen voz y voto.

Un juego de espejos generacional que sirve, además, para hablar sobre el lenguaje y las particularidades del mismo: si en SAGA apuestan por usar el esperanto como idioma del futuro, aquí hay jerigonza con esa lengua económica de SMS que usábamos hace algunos años, cuando el efecto 2000 nos tenía a todos asustadísimos. Un cachondeo intraducible al que se suman otras jergas e incluso una logografía propia perfectamente descifrable, en mitad de una batidora de pop de referencias propias de cada década.

La mayor virtud de este coqueteo versátil reside, quizá, en sus facultades metanarrativas, su capacidad de separar el icono de su iconografía y aprovechar e incluso aportar significantes nuevos. El logo de Apple, por ejemplo, está presente en gadgets, marcos de fotos, símbolos similares a las líneas de Nazca y camisetas de bandas. Aquí, la manzana de Eva adquiere una nueva identidad.

Del papel a la TV

Collage

El año pasado se supo que Legendary Television —la productora que está ahora mismo rodando El Señor de los Anillos para Amazon Prime Video— y Plan B —productora de Brad Pitt y Jennifer Aniston fundada en 2005— habían cerrado un acuerdo para llevar esta saga a la TV. Con Stephany Folsom, co-guionista de Toy Story 4, a bordo, hay quien sospecha que se hará usando la técnica de rotoscopia, como la genial ‘Undone’.

Como fuere, Paper Girls es la serie que se graba en la memoria y te obliga a volver a ella, a rumiarla durante días para atar cabos. Su “forma final” se gesta en nuestras cabezas. Casi sin pretenderlo, este cómic nos recuerda lo accesible que podría llegar a ser un género, en apariencia, tan intrincado como la ciencia ficción dura. Sin dar explicaciones de más, estas chicas son el núcleo de un mundo pretérito. Uno que es prácticamente idéntico al nuestro en lo importante.

El tiempo corre en línea recta, igual para todos, y esta es la clave: no hay trucos ni tropos que puedan esconder nuestras realidades, nuestras miserias al envejecer, o nuestros amores. Con un final del que sonreír cómplice o llorar de emoción, que nadie olvide la lección universal que Vaughan y Chiang recogen en Paper Girls: la amistad no entiende de edades.

Imágenes | Planeta Comic, Getty, capturas propias

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