QAnon ya es una fuerza política en EEUU: dos congresistas elegidas respaldan públicamente la teoría

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Los resultados de estas elecciones ya nos han confirmado que un millón y medio de norteamericanos será representado en la cámara baja por dos personas que defienden teorías de la conspiración. 

Una de ellas es Marjorie Taylor Greene, que ha salido por Georgia. Estrella mediática ultra, ex empresaria, trumpista, desvergonzada. Greene no cae bien dentro del aparato del partido republicano, y se llevó amonestaciones de muchos de sus líderes después de que saliesen a la luz en junio diferentes vídeos en los que hacía multitud de comentarios antisemitas, islamofóbicos y racistas, entre otros. Greene también se topó con la censura de Facebook después de que subiese un vídeo sujetando un fusil de asalto y apuntando a fotos de tres congresistas demócratas. Nada de eso parece haber sido problema para sus votantes.

Ha ganado después de que su rival demócrata se retirase de la carrera por motivos personales. Así se ha consagrado no sólo como la primera mujer en representar el distrito georgiano, sino en ser la primera vocera reconocida del movimiento que cree que Trump lidera una guerra secreta contra una secta satánica, pedófila y caníbal enraizada en la Casa Blanca. En las dos últimas jornadas Twitter ha colocado advertencias en varios comentarios de la política en los que defendía que los demócratas están robando las elecciones y animaba a la ciudadanía a “luchar” contra ello.

Merece la pena recordar que QAnon es un movimiento etiquetado por el FBI como amenaza terrorista doméstica y que muchos republicanos, como el gobernador Denver Riggleman, se han opuesto abiertamente a la creencia.

 

Lauren Boebert, por Colorado, juega más con la ambigüedad discursiva. “Todo lo que he oído sobre Q es motivador y alentador. […] Espero que sea real porque eso significará que América se está fortaleciendo, se está haciendo mejor y está retornando a los valores tradicionales, que es por lo que yo estoy aquí”. Dice no seguir las redes de QAnon, pero defiende la existencia de una conspiración por parte del “estado profundo” para pararle los pies a Trump.

¿Qué fuerza tiene el movimiento a día de hoy?

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Se trata de una pregunta difícil de responder, dado que esta corriente conspiracionista es amplia, con enormes ramificaciones, casi un punto de encuentro para diversos pensamientos extremistas y antisistema de extrema derecha, como pueden ser los complots de los demócratas por “matar bebés” o diluir la raza blanca o la gestación de un “Gran despertar” por el que Trump estaría gestando un golpe de estado militar “legítimo” contra los burócratas del estado profundo (y por el que los seguidores deberán prepararse y armarse para salir a las calles).

Según algunas encuestas, un 10% de los votantes republicanos respaldan al menos de forma “moderada” sus preceptos, mientras que otros análisis más concienzudos y restrictivos han estimado que entre un 1.7 y un 2.6% de la población estadounidense son seguidores activos del movimiento y compran el pack completo discursivo. El credo tiene, eso sí, amplio margen de crecimiento: a día de hoy un tercio de los norteamericanos cree que debe ser “al menos parcialmente cierto” que hay un grupo secreto de gente de la élite que participa en una red de tráfico y abuso infantil.

Las dos mujeres citadas son las que han llegado a la recta final, pero en estas elecciones había al menos 27 candidatos electorales que en su trayectoria política habían apoyado de alguna forma y en algún punto a QAnon. Además, 97 congresistas o ex congresistas han lanzado guiños a la teoría, algo que a nivel electoral tiene sentido dado que los qaners son un entorno muy movilizado y activista que, de forma gratuita, empapa las redes de propaganda pro-Trump. El medio Slate cerraba la noticia al respecto con el siguiente comentario: como le pasó anteriormente al Tea Party, “QAnon ya no es una cosa de Internet; es algo con representación en el Capitolio. Ya no es sólo una teoría de la conspiración, es un bloque de votantes. Y no se va a ir a ninguna parte”.

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