¿Y si un exceso de titulados nos está llevando a la crisis social? La teoría de la sobreproducción de élite

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España vio pasar a su población universitaria matriculada entre 1975 y el período actual de 470.000 a 1.6 millones de alumnos, un crecimiento del 240%, mientras que el crecimiento demográfico no fue para nada el mismo, apenas un 32% más de españoles. Ocurre igual en buena parte de las democracias consolidadas. Los estadounidenses lamentan que, aunque haya más millonarios que treinta años atrás, no son los suficientes para mantener la proporción demográfica que había antes. De la misma forma, aunque ha habido un enorme aumento de abogados, poseedores de másters MBA y demás candidatos a los mejores puestos de la sociedad, esos puestos de poder escasean.

No sólo la masa se ha ido volviendo progresivamente más inteligente (justo hasta esta última generación, que por primera vez en casi un siglo son menos listos que sus padres), sino que están más formados y buena parte de ellos ha decidido competir por un número de puestos superiores que no puede dar cabida a todos, lo que está generando más “perdedores” en lo que a cumplimiento de expectativas se refiere. Hasta aquí nada que no sepamos. La novedad es que según Peter Turchin, profesor universitario de Connecticut y reputado divulgador antropológico (elogiado por Steven Pinker, Jared Diamond y Yuval Noah Harari, entre otros), esto va a tener una mayor relevancia de la que podríamos pensar en un primer momento.

Los listos que nos llevarán a la ruina

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Turchin publicó su primera predicción sobre lo que ocurriría en esta década en febrero de 2010 en la revista Nature, un paper titulado “2020 visions”, y allí anticipaba un colapso de la civilización (estadounidense y europea) que desembocaría en el mejor de los casos en trifulcas similares a los movimientos sociales de los años 60 y 70 y en el peor en una nueva guerra civil. Mayores niveles de violencia que a la que hemos estado acostumbrados, en cualquiera de los casos.

Los estudios de este profeta del apocalipsis se basaron en una metodología propia y novedosa en el mundo de las ciencias sociales, la cliodinámica, que mezcla las matemáticas con el estudio de la evolución de las grandes y complejas sociedades. En base a cientos de datos y a lo ocurrido en el pasado en imperios como el romano o el británico dijo detectar patrones de cambio y factores de riesgo.

Las tres variables más importantes según él son tres: la sensación de disminución del nivel de vida de la población general, gobiernos en crisis de deuda incapaces de suplir sus necesidades financieras y una abundancia de élite para el número de vacantes disponibles entre los puestos de poder, siendo el poder algo más que el mero bienestar económico sino la capacidad de influencia (políticos, periodistas, banqueros) dentro del grupo.

Así, la élite descontenta se organizaría en contraélites, se valdría del creciente sentimiento antisistema de los plebeyos y empujarían hacia un colapso con la esperanza de reemplazar a los anteriores, consigan esto o no. Según Turchin el Brexit, Trump o el Black Lives Matter serían respuestas reconocibles a este patrón.

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Según él, los tres períodos anteriores en los que EEUU ha pasado por este proceso simulan ser ciclos que tardan lo mismo en golpear, 50 años. Pasó en 1870, en 1920 y en 1970. En cada uno de los casos por una combinación de factores similar a la que hemos descrito: la industrialización del norte de mediados del XIX produjo un exceso de clase potencialmente dominante; durante la reconstrucción tras la guerra hubo una ola de asesinatos republicanos; el New Deal de los años 30 sofocó la sobreproducción de élite por la vía de la redistribución, etc.

¿Y sus recetas a este cataclismo? Turchin dice que ya es demasiado tarde como para virar el rumbo hacia el que vamos. Sólo encuentra responsabilidades y posibles enfoques que, de haberse aplicado antes, habrían podido evitar este destino. Entre lo primero está el problema del excesivo acceso a la educación superior, culpa de los políticos y las universidades. En lo segundo, una mayor redistribución de la riqueza, que sofocase el aumento de la gente que está en la élite y que de sensación de continuado progreso material a la masa, así como un proteccionismo migratorio que limitase el acceso a la riqueza nacional.

¿No es un disparate defender que la historia de la humanidad es predecible?

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Ese es el principal reproche de muchos de sus colegas, que opinan que esa “cliodinámica” no es más que pseudociencia y que nadie es capaz de crear “reglas generales” sociológicas o vaticinar el futuro.

A esta visión humanista predominante hasta ahora en las ciencias sociales le está saliendo un rival en los modelos matemáticos y el big data al que cada vez tenemos más y mejor acceso. Ya en 1954 un conocido estudio del psicólogo clínico Paul Everett Meehl sobre la certeza en las predicciones clínicas hechas por profesionales frente a la capacidad de las predicciones estadísticas dictó que eran mucho más fiables los resultados de métodos mecánicos que los humanos y subjetivos, sobre todo porque las máquinas son más hábiles a la hora de ponderar la importancia de cada una de las variables a estudiar (en lugar de ponerlas todas al mismo nivel, como hacemos involuntariamente las personas) y porque son más capaces de manejar información compleja.

Otros experimentos conducidos sobre la idoneidad de los algoritmos por encima de los expertos vinícolas o bursátiles han llegado a conclusiones parecidas.

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