El mayor alegato en favor de las tildes: cómo convertir a un presentador en un sicario en un solo gesto

El mayor alegato en favor de las tildes: cómo convertir a un presentador en un sicario en un solo gesto
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Lo vemos todos los días. En los medios de comunicación incluso. Hay un desprestigio de la lengua, una tendencia a infravalorar la importancia de la gramática, a veces la más básica, y creer que sólo por el hecho de que la gente entienda el contexto sabrá aceptar lo que el interlocutor quería en realidad escribir.

Pero a veces hay casos de mala praxis tan flagrantes que la gente común no puede pasarlos por alto. Eso mismo ha pensado Matías, que viendo la televisión presenció atónito cómo el programa lograba, con el único gesto de prescindir de las tildes, transformar a un contertulio en asesino a sueldo.

De repente, tal y como percibió Matías, ya no estábamos viendo la noticia del chico que disparó a su pareja, a un agente de la policía, a dos cuñados, a un concuñado y a su suegra. No, estábamos ante un trabajador especializado capaz de terminar con la vida de seis seres humanos de un solo encargo, y como añadidura, se incluye en el pack a tu suegra, que como los más burlones señalaban no se incluía en la estricta categoría de “persona”.

Probablemente el hombre que apareció en ese programa no lo sepa, pero puede haber ya bonaerenses que hayan visto el anuncio buscando su teléfono para solicitarle algún trabajo doméstico de los ofertados. Matías, como ha indicado en su popular tuit, considera este hecho la más clara señal de por qué deberíamos respetar nuestra gramática como se merece.

Esto, por supuesto, ha ocurrido otras veces. Aunque el caso del asesino de tu suegra es un desliz que roza la perfección, contamos con otros grandes instantes de alegatos por la precisión lingüística en el pasado, como en este rótulo de RTVE, por el que no sabemos muy bien qué estaba ocurriendo en Pisa con alguna de sus torres.

También en un periódico local tinerfeño, donde descubrimos que el futbolista Amaral no le está pidiendo al público de su próximo partido que se entregue al espectáculo, sino que pide que el recinto se transmute directamente en una planta trepadora tropical (las famosas hoyas) ahogada en la presión.

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El Economista llegó a pedir una vez que se tallara sobre un líquido, como lo es la Coca-Cola, un concepto incorpóreo, como lo es el dinero.

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Como recogía también 20 Minutos, puede ser incluso que en ocasiones lo que parecía una frase propia del refranero se convertía en una especie de duda filosófica de difícil resolución.

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