En la crisis climática, migrar no puede ser la única opción para los habitantes de las islas que se hunden

Kiritimati
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La evidencia de una crisis climática es hoy innegable. Pero las respuestas de los estados al cambio climático han tenido de forma frecuente motivaciones sociales y políticas, en vez de tener en cuenta las realidades de esta amenaza. Desde la década de los ochenta, las acciones preventivas han sido neutralizadas globalmente por la agenda industrial de los grupos conservadores, que han mantenido subvenciones intensivas a la industria de los combustibles fósiles.

En tiempos recientes, ha habido una reacción contra esta falta de iniciativa liderada por grupos como la Rebelión de la Extinción, que enfatizan la necesidad de que los estados ricos del norte actúen de manera significativa. Estas naciones, desarrolladas e industrializadas, y una horquilla de cien empresas radicadas en la mayor parte de ellos, han sido las principales responsables del cambio climático mediante las emisiones de CO2, al tiempo que han obstaculizado acuerdos globales para proveer a los países en desarrollo de una ayuda climática significativa y perceptible.

La idea de islas que se ahogan o hunden ha existido durante mucho tiempo como un modo de describir los riesgos futuros que tendrán que afrontar los países insulares. Pero la realidad es que estas amenazas ya impactan en el día a día de estos lugares. Muchas islas-estado pequeñas han decidido reintroducir las antaño impopulares políticas de migración y reasentamiento en respuesta al cambio climático.

Esta es la historia de Kiritimati, en el Pacífico, el mayor atolón coralino del mundo. Un análisis más detenido de lo acontecido en esta isla revela los problemas a los que se enfrentan los habitantes insulares de todo el planeta, al tiempo que la ineficiencia de la política internacional actual.

Kiritimati: el ejemplo claro

Kiritimati tiene un oscuro pasado de colonialismo británico y de ensayos de armas nucleares. Obtuvo la independencia de Reino Unido el 12 de Julio de 1979, cuando se estableció la Republica de Kiribati. Ahora, una amenaza muy compleja está apareciendo en el horizonte.

A no más de dos metros sobre el nivel del mar en su punto más alto, Kirimati es una de las islas habitadas más vulnerables climáticamente. No se está actuando lo suficiente para proteger a la gente que vive aquí. Está en el centro del mundo, pero la mayoría de gente no podría localizarla en un mapa, y sabe poco sobre la rica cultura y las tradiciones de sus gentes.

Puede que esta cultura esté encaminada a la desaparición. Uno de cada siete desplazamientos en todo Kiribati, ya sea entre sus islas o internacionalmente, están atribuidos al cambio climático (14%). Y un informe de Naciones Unidas de 2016 indica que la mitad de los domicilios de Kiritimati ya han sido afectados por la subida del nivel del mar. El crecimiento del océano también plantea retos al depósito de residuos nucleares en los pequeños estados insulares, un vestigio de su pasado colonial.

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Taruwa, en Kiribati. (Commons)

Quienes se han desplazado se han convertido en refugiados del cambio climático: personas que se han visto forzadas a dejar sus hogares a causa severos sucesos climáticologicos y de sus efectos extremos, y a reconstruir su vida en otro sitio habiendo perdido su cultura, su comunidad y su poder de decisión. Este problema solo irá a peor. Desde 2008, tormentas cada vez más intensas y otros eventos relacionados con el clima han desplazado a más de 24 millones de personas cada año en todo el mundo, y el Banco Mundial estima que otros 143 millones serán desplazados para 2050 en tan sólo tres regiones: el África sub-Sahariana, Asia del Sur y Sudamérica.

En Kiritimati, unos pocos mecanismos han sido creados para ayudar a los isleños. Por ejemplo, el gobierno de Kiribati ha implementado un programa, "Migración Digna", con el objeto de crear una fuerza de trabajo capaz de encontrar empleo fuera del país. En 2014, el gobierno también compró 24 kilómetros cuadrados en Fiji para intentar asegurarla seguridad alimenticia mientras su territorio sigue cambiando.

Nueva Zelanda, por su parte, ha creado una lotería de oportunidad anual llamada Pacific Access Ballot. Esta lotería se presenta como una oportunidad para 75 habitantes de Kiribati de reubicarse en Nueva Zelanda. Pero las cuotas no se están llenando. De forma comprensible, la gente no quiere dejar sus hogares, sus familias o sus vidas. Tanto el Banco Mundial y Naciones Unidas, por su parte, han expresado que tanto Australia como Nueva Zelanda deben mejorar la movilidad de sus trabajadores estacionales y permitir la migración para los ciudadanos de Kiribati, en vista del impacto del cambio climático. Pero el trabajo estacional es normalmente precario, y ofrece pocos prospectos para una vida mejor.

Si bien bienintencionada, la política internacional está centrada mayoritariamente en el traslado, en lugar proveer capacidad de adaptación y apoyo a largo plazo. Estas opciones no ofrecen una verdadera autodeterminación para los habitantes de Kiritimati. Tienden a mercantilizar a las personas, reduciendo su reubicación a planes de reempleo.

Esto también significa que proyectos locales beneficiosos, como el nuevo aeropuerto, un programa de construcción de viviendas permanentes y una nueva estrategia de turismo marítimo podrían quedarse obsoletas. Estrategias realistas y asequibles para recuperar y mantener la tierra de la isla son necesarias para prevenir que la migración se convierta en una necesidad.

Elevándose sobre las aguas

Alentar a la población a migrar es, por supuesto, la opción con menos costes. Pero no deberíamos caer en la trampa de pensar que es la única opción. No necesitamos permitir que esta isla se hunda.

No se trata sólo de un problema humano: abandonar la isla al mar supondría condenar también a especies de aves que no se encuentran en ningún otro lugar de la Tierra, como el bokikokiko. Otros pequeños estados insulares para los que la subida del nivel del mar también representa una amenaza son hábitat de especies en riesgo de extinción. Las Islas Marshall, por ejemplo, albergan al cangrejo coco, que solo puede ser cazado y consumido por los habitantes de la isla.

La ayuda internacional podría resolver muchos problemas en el futuro y preservar este precioso y asombroso lugar para los humanos, animales y plantas, pero la falta de apoyo por parte de las naciones más ricas hace que los habitantes de estas pequeñas islas tengan que considerar opciones como la migración. Se han creado islas artificiales en Dubai: ¿por qué no aquí? Existen muchas otras opciones de ingeniería, tales como la fortificación de las costas y el drenado de tierras. 

Tales alternativas podrían proteger el hogar de las gentes de Kiritimati, al tiempo que mejorar la resistencia de estos lugares, sólo si la ayuda internacional se dispusiera de forma más accesible por parte de los países que han causado la crisis climática. 

A día de hoy ni siquiera hay una definición reconocida sobre los refugiados climáticos, y tampoco están incluidos en la Convención de Refugiados de Naciones Unidas de 1951. Esto crea un vacío legal, ya que la degradación medioambiental no está definida como "persecución". Todo ello aun cuando el cambio climático ha surgido a causa de la complacencia de las naciones industrializadas, y de su negligencia combatiendo sus consecuencias.

La Cumbre de Acción sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas de 23 de Septiembre de 2019 podría abordar algunos de estos problemas. Pero para los millones de personas que viven en areas amenazadas por el cambio climático se trata de una cuestión de justicia climática. Se trata de una cuestión que no debería tratar sobre si los riesgos medioambientales deben ser abordados, sino si aquellos que desean seguir viviendo en sus pequeñas isla-estados tienen o no los recursos y la autonomía para afrontar el cambio climático y otros desafíos por sí mismos.

Autores:  , Universidad de Manchester; , Universidad de Exeter; , Universidad de Cambridge; y , Universidad de Colorado.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Alba Alonso.

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