“La nave más grande jamás construida”, “El primer paso de la colonización de Marte”, “El vehículo que nos convertirá en una especie interplanetaria”… todo esto lo hemos oído decenas de veces. En las últimas semanas, acompañado de la idea de que Starship, el gran proyecto espacial de Elon Musk y compañía, está a punto de hacer su primer vuelo orbital de prueba.
Pero lo cierto es que SpaceX lleva meses trabajando en ello y calentando motores en las redes sociales, mientras el prototipo está colocado en la Starbase de Texas a la espera de que Administración Federal de Aviación de EEUU dé el visto bueno al lanzamiento. Hasta que ese permiso clave llegue, todo es especulación, palabrería y hype. Mucho hype.
¿Está justificado este hype? Lo cierto es que sí. Solo en términos de tamaño, el bicho de SpaceX es alucinante. Si lo comparamos con el cohete más grande en circulación en este momento, el Space Launch System de la NASA, Starship casi dobla el empuje de despegue (de 8,8 millones de libras a 16,5).
Pero la verdad es que Starship va más allá de una competición de tamaño (que también); es un cambio total de paradigma. Como dice Casey Handmer, el proyecto va a permitir "habilitar una cinta transportadora con capacidad logística a la órbita baja" de la Tierra. Es decir, si todo sale según lo previsto, Starship permitirá destrozar las durísimas restricciones técnicas que han acompañado a la industria aeroespacial durante los últimos 50 años.
La exploración espacial es una amante cruel. El principal problema de SpaceX es que, hoy por hoy, eso no es lo único importante. Lo hemos visto con Artemis I. El lanzamiento de la NASA era la “primera piedra” de la vuelta del ser humano a la Luna y generó mucha expectación.
No obstante, los continuos retrasos debido a sucesivos problemas técnicos hicieron que ese interés público decayera y el lanzamiento, pese a ser una proeza técnica sin precedentes, tuvo lugar en un ambiente mucho menos comprometido.
Space X nos tiene malacostumbrados. O, mejor dicho, nos tenía. Muchas de sus implementaciones parecían ciencia ficción poco antes de que fueran llevadas a cabo. Pero con Starship no acaban de levantar cabeza. Desde el accidente de 2020, la FAA ha estado mucho más encima del proyecto y las siguientes pruebas no han permitido recuperar ese halo de “todo es posible” que les ha acompañado estos años (y que tanto ha jugado a su favor).
En este contexto, el hype puede ser un arma de doble fila. Llevamos semanas con mensajes claros: “el lanzamiento es inminente”; pero lo cierto es que no se acaba de materializar. Y, si no lo hace pronto, podemos estar a punto de ver otro ‘efecto Artemis I’. Una situación difícil de remontar.
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Imagen | Space X
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