En EEUU residen unas 332 millones de personas. Y si nos atenemos a los datos desgranados por la propia plataforma, que asegura que cuenta con 150 millones de usuarios repartidos por el país, buena parte de ellos tienen una cuenta de TikTok.
A pesar de ese nivel de penetración, de su popularidad, de haber acaparado titulares y caldeado debates en tertulias de todo pelaje —desde las económicas a las tecnológicas, políticas e incluso conspiratorias— es probable que hasta hace unos días a pocos estadounidenses le sonase el nombre Shou Zi Chew, el CEO de la red social. No le sonaba a los estadounidense. Y seguramente tampoco a los habitantes de Europa, donde la compañía ha ganado también una popularidad notable.
Y es lógico. Chew quizás lleve las riendas de una de las plataformas sociales más influyentes y de mayor crecimiento, protagonista de un ascenso meteórico que al menos a mediados de 2022 le permitía mirar por encima del hombro a Instagram, Snapchat o Twitter, pero como directivo ha optado por un perfil bajo.
No se prodiga en entrevistas. Ni siquiera en la propia TikTok. Su perfil está muy lejos de la exposición mediática de otros CEO presentes o pasados del sector, como Mark Zuckerberg, Jack Dorsey o desde luego Elon Musk, habituados a los titulares. El perfil de Chew es técnico, más discreto. Su puesto de mando está lejos de Silicon Valley: The Wall Street Journal lo sitúa en Singapur, su patria, a donde llegó tras una intensa carrera que antes lo había llevado por Goldman Sachs o DST.
Giro de guion
Si eso ha cambiado, si Chew se ha visto obligado a dar un paso al frente, en dirección a los focos, ha sido para intentar ganarse la confianza de los legisladores estadounidenses, un empeño complicado en el que TikTok se juega bastante, a tenor de los datos facilitados por el propio directivo. El riesgo que pende sobre su cabeza es el veto en EEUU o verse abocada a la venta de su división en el país.
La plataforma está instalada desde hace tiempo en el ojo del huracán, una polémica que viene de años atrás y ya llevó en su día a Donald Trump a amenazar con su veto. ¿La razón? Las acusaciones de ser un recurso al servicio del Gobierno chino, de espionaje, de suponer una amenaza para la seguridad nacional, invadir la privacidad de sus usuarios e incluso resultar dañina para la salud de los jóvenes.
Con ese telón de fondo, Chew subió el jueves al estrado del Comité de Energía y Comercio de EEUU para declarar. O mejor dicho, para espantar las sospechas. Su papel no era fácil. Y el chorreo de preguntas de los congresistas, que lo sometieron a un interrogatorio inquisitivo, afilado, durante el que no dudaron en interrumpir al CEO para reclamarle mayor concreción, tampoco le ayudó en el empeño.
Más allá del balance de su intervención o de si ha servido o no para despejar el futuro de TikTok en Estados Unidos la gran pregunta que la jornada dejó botando es: ¿Quién es Chew, el joven directivo al que en los últimos días hemos visto hablar desde su perfil de TikTok con sudadera y replicar a lo de traje?
Sus orígenes están lejos de Washington o Pekín.
Chew nació en 1983, en una modesta familia de Singapur. Su padre ejercía como constructor; su madre, de contable. Sus calificaciones en los exámenes nacionales cuando tenía 12 años acabaron abriéndole las puertas de una escuela secundaria de élite: estudio en la Hwa Chong y más tarde en el University College London y la Escuela de Negocios de Harvard, donde en 2010 obtuvo un MBA y su primera experiencia en el sector tecnológico, con una pasantía en Facebook.
A lo largo de los años siguientes su currículo siguió engordando con su paso por Goldman Sachs, la firma de capital riesgo DST y Xiaomi, donde ocupó el cargo de director financiero con 32 años. En 2021 pasó a ejercer un cargo similar en ByDAnce y poco después tomaba el revelo de Kevin Mayer al frente de TikTok.
Su ascenso, facilitado por su currículo académico, su dominio del mandarín y experiencia profesional, acabó catapultándolo así ese mismo año a la lista Fortune 40 de personalidades menores de 40 años. Todo con un perfil discreto, en segundo plano, junto a su esposa, una taiwanesa-estadounidense a la que conoció durante su etapa en Harvard y dos hijos a los que curiosamente no permite usar la app porque, aseguraba a finales del año pasado, son aún "demasiado jóvenes".
Hace un tiempo Chew aseguraba que la experiencia más agotadora que había afrontado en su vida fue un entrenamiento de supervivencia que tuvo que realizar durante cincos días en las selvas de Borneo, parte de su formación como recluta de las fuerzas armadas de Singapur. Después del severo interrogatorio del jueves y el escrutinio de los legisladores, quizás la respuesta sea hoy algo distinta.
Imagen de portada: World Economic Forum (Flickr)
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