Donde antes había campos de algodón, girasol, trigo o remolacha, ahora hay ristras y ristras de pequeños olivos, muy juntos, formando hileras. El paisaje de Utrera, nos contaba estos días Alberto Flores en Agrónoma, ha cambiado radicalmente y, lejos de ser una anécdota, es la manifestación más clara de cómo las prácticas superintensivas están erosionando el gran símbolo del campo español: el olivo.
¿Qué es el 'olivo superintensivo'? En las últimas décadas, como explican desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, una de las obsesiones de los grandes productores de aceite ha sido buscar soluciones para "disminuir los altos costes de recolección y optimizar el aprovechamiento de la superficie".
España es una potencia internacional en el mundo del aceite de oliva, pero (por motivos históricos) el cultivo de la aceituna es poco eficiente. Eso quiere decir, sobre todo, que una pequeña mejora en la eficacia o en la productividad podría generar grandes cambios agregados: se podía disparar la producción de una forma descomunal..
La pregunta que se hacía esta gente era: ¿cómo conseguir un olivo superintensivo?
Y la respuesta la encontraron en el cultivo de la vida. Concretamente, en el cultivo de la vida en espaldera. La técnica, en términos generales, consiste en plantar los plantones de olivo en hileras a menos de dos metros de distancia con la idea de alcanzar una densidad de unos 2.000-2.5000 árboles por hectárea.
Según explican desde el MAPA, en un par de años se consigue la formación del olivar en setos y, a partir de ahí, la plantación ofrece todo tipo de ventajas: desde la recolección en poco tiempo (2,5 horas/ha) o la reducción de costes a una mayor producción por hectárea.
Una revolución... De hecho, esa es una de las cosas que explica que el entorno de Utrera esté cambiando de forma tan radical. En esa zona de la Campiña sevillana, históricamente ha sido una comarca donde sobresalía la variedad gordal. Muy apreciada para la aceituna de mesa, la gordal tiene una recolección muy costosa porque, para asegurar que la carne no se daña, es aún una práctica muy artesanal.
Es, por tanto, una zona donde los crecimientos de productividad asociados al olivar superintensivo se notan mucho más. Eso, tras unos años tan duros como los que hemos pasado, es lo que ha impulsado las hectáreas y hectáreas de esta nueva forma de cultivar el olivo.
...con muchos interrogantes. Porque, como suele ocurrir con los enfoques superintensivos, bajo todas esas buenas noticias también hay problemas. Sobre todo, a medio plazo. Y es que la producción tienda a descender a lo largo de los años por la "dificultad que supone mantener un vigor constante en todos los árboles de la plantación".
A medida que los árboles crecen se generan dos problemas: el crecimiento desproporcionado "implica falta de iluminación en los árboles que lleva asociada una caída en el rendimiento" y, por si fuera poco, árboles más grandes significan mayores costes porque "dificultan el paso de la cosechadora".
¿Una apuesta para el corto plazo? En honor a la verdad, no tendría por qué. Son modalidades de cultivo que tienen complicaciones de gestión, es cierto; pero que bien llevadas podrían tener una larga vida productiva. El problema, como denuncian desde ABC, es que los rumores de que detrás de estas explotaciones está el capital financiero extranjero son cada día más fuertes.
Es la versión olivarera de lo que estamos viendo en los últimos años en lugares como Murcia: prácticas muy agresivas para las que el territorio es una 'commodity'. Llegan, explotan intensivamente la tierra, la agotan y se van a otro sitio.
Y una vez más, vemos lo retrasados que vamos en el desarrollo de un modelo de futuro para un sector que va camino de una de las grandes transformaciones industriales de lo que llevamos de siglo. Y este retaso lo estamos pagando caro.
Imagen | Miltof
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