No hace falta un accidente radioactivo: el comportamiento de las madres durante los primeros años cambia el ADN de sus hijos

No hace falta un accidente radioactivo: el comportamiento de las madres durante los primeros años cambia el ADN de sus hijos
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Nos enseñan que nuestro ADN es algo estable e inmutable que nos hace ser lo que somos, pero la realidad es que es mucho más dinámico”, dice Fred H. Gage, profesor de genética de Salk. “Resulta que hay genes en las células que son capaces de copiarse y moverse, lo que significa que, de alguna manera, el ADN sí cambia”.

La eterna batalla entre la naturaleza y la crianza, da hoy un giro que no nos esperábamos. Un nuevo estudio del Instituto Salk ha descubierto que las primeras experiencias vitales (como el comportamiento materno) influyen en el ADN de sus hijos. No hacen falta arañas radioactivas, rayos cósmicos o tratamientos milagrosos: el ADN cambia.

Y este estudio constituye una prueba clave para entender cómo los entornos de la niñez afectan al desarrollo de su cerebro y podría darnos claves fundamentales para entender trastornos como la depresión y la esquizofrenia. Lo vengo diciendo desde hace tiempo, la genética conductual moderna está a punto de acabar con uno de los debates más complejos de la historia de la humanidad.

Genes que se repiten

Durante al menos una década, hemos sabido que la mayoría de las células en el cerebro de los mamíferos experimentan cambios en su ADN que hacen que las neuronas sean ligeramente distintas. Algunos cambios se deben a los llamados “genes saltarines” (elementos nucleares intercalados largos) que ‘se mueven’ de un punto del genoma a otro. En 2005, se descubrió que uno de esos genes (L1) actuaban durante el desarrollo neuronal.

La teoría del equipo de Salk es que esos mecanismos permiten un desarrollo más diverso de las neuronas que sería muy útil en el desarrollo cognitivo. Pero como consecuencia negativa podría contribuir al desarrollo de afecciones neuropsiquiátricas.

“Sabemos que las células pueden cambiar el ADN, pero se ha especulado que quizás no es un proceso al azar”, explica Tracy Bedrosian, el autor principal del estudio,”Quizás hay factores en el cerebro o en el ambiente que hacen que esos cambios se produzcan más o menos frecuentemente”.

¿Podría ser la pobreza uno de esos factores? Esto encajaría con los trabajos de Martha Farah sobre por qué los niños criados en la pobreza tiene sistemáticamente menos capacidad que los niños de clase media. Lo revolucionario de este trabajo es, precisamente, que nos explica uno de los posibles mecanismos.

Las consecuencias del entorno

gen

Para averiguarlo, Gage, Bedrosian y sus colegas empezaron a observar las variaciones naturales en el cuidado materno entre ratonas y crías. Más tarde, observaron el ADN del hipocampo de las crías porque, al ser una zona del cerebro relacionada con la emoción y la memoria, es la zona que mejor encajaba con su hipótesis.

El equipo descubrió una correlación significativa entre el cuidado materno y el número de copias del gen L1. Es decir, los genes de ratones con madres "atentas" tenían menos copias que los genes de ratones con madres "negligentes". Estos últimos, por tanto, tenían una mayor diversidad genética (y, por tanto, más propensos a enfermedades neuropsiquiátricas).

Para asegurarse que los resultados no son producto del azar, los investigadores realizaron una serie de experimentos que han acabado por corroborar la idea. No está claro el porqué. El equipo especula con que el estrés es el factor fundamental, pero no está claro. Sin embargo, como dice Gage, "Eso es algo esperanzador, porque una vez que entiendes un mecanismo, puedes comenzar a desarrollar estrategias para modificarlo".

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