Brasil ha tomado una decisión pionera para salvar la economía y cultura de una zona: otorgar derechos a una ola

La ola se suma a otros ecosistema con personalidad jurídica, aunque es el primer caso del océano

Taiti Volna Serf
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Debemos cuidar nuestros ecosistemas, de eso quedan pocas dudas. Y si es necesario otorgarle estatus de persona (persona jurídica, por supuesto), se hace. Sin ir más lejos, en su día la albufera murciana se convirtió en el primer ecosistema de toda Europa en gozar de una personalidad jurídica propia. También ha pasado con la laguna del Mar Menor. Y ahora, en otro movimiento histórico, un pedacito pequeño del océano tiene derechos, uno con unas olas impresionantes.

La noticia. Linhares, en Brasil, es un famoso destino turístico para los surfistas de todo el mundo. Hace muy poco decidieron salvaguardar la costa de la ciudad dotándola de una importancia aún mayor. En junio de 2024, el consejo municipal reconoció las olas de la desembocadura del río Doce y el mar conectado como entidades merecedoras de protección, lo que marca la primera vez que la personalidad jurídica se ha extendido a una parte del océano.

La nueva ley, que entró en vigor a mediados de agosto, exige que se proteja el equilibrio ecológico de las olas (y las aguas conectadas a ellas). Dicho de otra forma: se garantiza que se salvaguarden sus condiciones físicas (y químicas), en particular, de la interferencia humana, es decir, de la contaminación en todas sus vertientes.

¿Es esto posible? Lo es. Según la Facultad de Derecho de Cornell, una persona jurídica es “una entidad jurídica humana o no humana que se trata como una persona a efectos legales”. A estos organismos se les otorgan derechos normalmente reservados a los residentes, como la capacidad de demandar y celebrar contratos.

En el caso de la costa de Linhares, la nueva ley protege la forma física del río, su composición química y las condiciones ecológicas que lo rigen. De esta forma, la ciudad debe reconocer ahora el valor cultural y económico del agua. De hecho, incluso ha nombrado “guardianes” para salvaguardar y representar a la entidad en el proceso de toma de decisiones públicas, un comité para desempeñar dicha función con representantes de la comunidad de surfistas, la comunidad indígena local y el comité de medio ambiente del ayuntamiento de Linhares.

La contaminación, clave. La medida legislativa empezó a tomar forma tras los daños sufridos por el colapso de la presa Mariana en noviembre de 2015 y el derrumbó la presa de Fundão. Entonces, una monstruosa cantidad de desechos de mineral de hierro y lodo inundaron el área circundante del sudeste de Brasil, dejando 19 personas muertas y alrededor de 600 sin hogar.

Los desechos también fluyeron hacia el río Doce, lo que provocó la muerte masiva de peces y la pérdida de vegetación. No solo eso. Al parecer, las olas del río se debilitaron a medida que se acumulaba el lodo y no recuperaron su fuerza original hasta 2022, después de otra inundación. Según la revista Hakai, el objetivo principal de esta ley es “cambiar las mentalidades y modificar las políticas públicas” con respecto a la calidad del agua y la extracción de recursos.

Las olas tienen derechos. No lo decimos nosotros, lo dice la administración de Linhares haciendo hincapié en que no se trata solo de la condición de las olas y sus ecosistemas relacionados. Las olas también tienen derecho a "fomentar interacciones armoniosas con los humanos a través de prácticas culturales, espirituales, de ocio y ecológicas".

De fondo, mantener el “ecosistema” de la zona y prevenir accidentes como el de Mariana. Como explicaba Vanessa Hasson, abogada ambientalista y directora ejecutiva de la ONG brasileña Mapas, a la revista Hakai, se incluyó para reconocer el importante papel cultural y económico de las olas en la comunidad, una zona popular para practicar surf.

El océano como persona jurídica. Si bien esta es la primera vez que un organismo gubernamental otorga derechos legales a una parte del océano, no es la primera vez que se le otorga personalidad jurídica a un cuerpo de agua. Por ejemplo, el río Whanganui en Nueva Zelanda fue el primer río del mundo al que se le otorgaron los mismos derechos legales que a un ser humano, y luego le siguieron el Magpie en Canadá, el Klamath en Estados Unidos y el Ganges y el Yamuna en la India (aunque el Tribunal Supremo de la India revocó posteriormente la decisión).

También está el caso particular de Ecuador, donde los derechos de la naturaleza están consagrados en la constitución desde 2008, y la violación de esos derechos se ha tomado muy en serio. El pasado mes de julio, un tribunal dictaminó que un río que atraviesa la capital del país tenía sus derechos violados por la contaminación y que se debían tomar medidas inmediatas para abordar el problema.

Los derechos de la naturaleza. Es un síntoma por preservar nuestro planeta. Ante la creciente pérdida de biodiversidad, ha surgido el concepto de otorgar derechos legales a la naturaleza, un enfoque que busca proteger los ecosistemas al reconocer su valor intrínseco.

La idea fue planteada por el profesor Christopher Stone en 1972 y, aunque parecía utópica, ha ganado tracción en las últimas décadas. A la Laguna del Mar Menor, las olas de Linhares, Whanganui, Klamath o Ganges le seguirán otros enclaves a los que otorgarles derechos, porque son solo un síntoma de la pérdida de biodiversidad que está arrasando nuestro planeta.

Imagen | Jurassik

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