24 horas de espera, dos PCR y seguimiento diario: el protocolo de Corea del Sur en sus aeropuertos

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Corea del Sur fue uno de los primeros países que controló con eficacia los brotes de Coronavirus. Con una incidencia de contagios baja, lleva casi un año esforzándose por aplicar medidas que controlen la transmisión de cara al futuro, confiando en gran medida en la tecnología y en una sociedad hiperconectada. Sin recurrir a bloqueos o limitación de movimientos, han podido mantener su ritmo de vida en funcionamiento, y esto ha llevado que países de Europa o EEUU observen de cerca su hoja de ruta en evolución.

La estrategia de contención del virus del país asiático se basa en una campaña intensiva de rastreo y prueba de contactos que, según los expertos, ha sido fundamental para descubrir redes de infecciones que de otro modo podrían no haber sido detectadas. Y sobre todo ha sido clave su estrategia de contención al intensificar los controles fronterizos. Aproximadamente la mitad de los casos nuevos se han encontrado en personas que llegaban del extranjero. Ahora evalúan a cualquier persona que llegue, tenga síntomas o no.

Raphael Rashid, viajó desde Londres a Corea del Sur y relata en un hilo de Twitter lo que se encontró. En él explica cómo es ahora mismo el protocolo de entrada al país. Y las diferencias que se encontró de pasar 5 minutos en Heathrow (aeropuerto londinense) a pasar 24 horas infernales de controles en Incheon.

A diferencia de muchos vuelos comerciales que se realizan en países europeos (ya lo hemos visto antes), Rashid se pasó parte del viaje en el aire rellenando formularios que incluían permisos de cuarentena. A su llegada a Incheon, un escáner de temperatura corporal le esperaba nada más bajar del avión. Como llegaba del Reino Unido, el funcionario de turno ya tenía su nombre en la lista, al igual que el de los recién llegados de países donde se registraron nuevas cepas como Sudáfrica o Brasil.

Una de las primeras medidas que se encontró fue que le hicieron tirar la mascarilla KF-94 que llevaba para reemplazarla por otra 3M KF-95 de doble correa aún más ajustada que le facilitaron y le sometieron a una prueba PCR, aunque ya tuvo que hacerse una en su país de origen, de resultado negativo, para subirse al avión. La nueva se la hicieron en plena calle, sobre el asfalto helado y el vendaval.

Lo cierto es que para sorpresa de Rashid, tras esta prueba no acabó el protocolo. Sólo acababa de comenzar. A él y a los demás viajeros les llevaron a una sala con asientos separados para rellenar más formularios hasta que varios funcionarios de inmigración llegaron para instalarles la aplicación de cuarentena en los móviles, que obliga a introducir el número de pasaporte y un número de teléfono válido. Incluso un funcionario llamó al número de teléfono introducido en la app para verificar que fuera real. Los infractores de estas normas se enfrentan a la deportación, nada menos.

Más de 16 horas haciéndose pruebas y tomándose la temperatura

Durante todo el proceso, eran seguidos por funcionarios vestidos con el equipo de protección completo. Tras recoger el equipaje se les acompañó a un autobús proporcionado por los servicios de emergencia. Pero no para ir casa, sino a la instalación de cuarentena nacional de Incheon. La pesadilla continúa. Separados en cabinas, tuvieron que esperar a que los resultados de la prueba estuvieran listos, esto fueron casi seis horas de espera.

Hacia las 2 de la madrugada, los pasajeros iban recibiendo mensajes de texto diciendo que los resultados eran negativos, pero a algunas personas les volvieron a examinar los hisopos. A cinco de ellos, él incluido, les llevaron a varias salas individuales de presión negativa (que básicamente evitan que se escape cualquier virus potencial, aspirando constantemente el aire del interior). Ahí tuvieron que esperar 10 horas más, con una cama al menos para descansar, y sometiéndose a controles de temperatura constantes. El desayuno, como no, se lo deslizaron a través de una rendija en la puerta.

Seguimiento desde casa los días posteriores a la llegada

Tras un segundo resultado negativo les dieron unos guantes y fueron escoltados de nuevo al aeropuerto. Vuelta a donde todo había empezado. La policía les estaba esperando en la terminal, donde registraron el nombre de todos los que habían salido de la cuarentena y les asignaron un taxi. Pero no uno cualquiera, sino un “taxi de cuarentena” que separa al conductor del pasajero, que lo llevó finalmente a su casa. Desde el aterrizaje hasta su hogar pasaron más de  24 horas. Y cuando llegó recibió varias llamadas del centro de salud y tuvo que ingresar datos diariamente en la aplicación móvil de seguimiento. Sin mencionar los 14 días de confinamiento obligado.

Esto no solo lo hemos visto en Corea del Sur, sino también en China, donde la parametrización de los datos y el seguimiento de los ciudadanos son claves en su estrategia. Entrar en China en tiempos pandémicos es una gincana de obstáculos y un reto que pone a prueba la paciencia de cualquiera. O, al menos, así lo relata la fotógrafa Laurel Chor en este hilo donde ha narrado su llegada a Hong Kong desde Londres. Lo hemos contado en Magnet.

Estos estrictos protocolos aplicados en los países asiáticos contrastan con los dispuestos en Europa o Reino Unido y la realidad que el mismo Rashid se encontró en Londres: aeropuertos tristemente descontrolados, pasajeros sin mascarillas y una organización desordenada. "Me sentí vulnerable", decía. ¿La incidencia de casos en Europa estaría tan disparada de haber implementado controles fronterizos tan exhaustivos y calculados como los que se realizan en gran parte de Asia? No lo sabemos. Pero a diferencia de los estados europeos, Corea del Sur prefiere curarse en salud.

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