La historia del Duke of Lancaster, el barco olvidado durante décadas con un tesoro único a bordo: 50 recreativas arcade

  • A lo largo de su extensa vida, el buque sirvió de ferri, sala de juegos e involuntaria cápsula del tiempo

  • Su tesoro de máquinas recreativas pudo salvarse gracias a un grupo de entusiastas y coleccionistas

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La del TSS Duke of Lancaster es una historia de barcos, cazadores de tesoros y cofres repletos de maravillas, aunque en este caso el cofre es el propio barco y el tesoro poco tiene que ver con doblones o ducados de oro. Quizás suene raro, pero es que esta peculiar aventura marina poco tiene de convencional. Por eso vale la pena empezar por el final, por cómo Oliver Moazzezi rescató junto a algunos colegas un fabuloso tesoro compuesto por más de 50 máquinas arcade.

Allá vamos.

De visita por un viejo buque. Hace ya unos años, en 2009, un grupo de exploradores aficionados a pasear por construcciones abandonadas decidió visitar un viejo barco varado en Llannerch-y-Mor, Mostyn, un pueblo situado al noroeste de Gales. El navío en cuestión se llamaba TSS Duke of Lancaster, era un ferry de 114 m que llevaba ya varias décadas fuera de servicio y su aspecto, herrumbroso, era digno de una reliquia de los mares. Nada de eso arredró a los aventureros.

Cámara en mano, se deslizaron bajo su cubierta, pasearon entre los pasillos y camarotes y sacaron algunas fotos que luego compartieron en un foro con otros apasionados de la exploración Urbex (Urban exploration). Las imágenes del TSS Duke of Lancaster no tardaron en circular y llamar la atención, aunque entre otra comunidad algo distinta: la de aficionados a las máquinas recreativas arcade.

De revelaciones e intuición. Las fotos se habían sacado de noche y no destacaban por su calidad, pero eran lo suficientemente nítidas como para que Oliver Moazzezi y sus colegas aficionados a las viejas recreativas apreciasen un detalle que les hizo ponerse en guardia: entre otras cosas la imágenes mostraban algunas máquinas arcade; mejor dicho, un buen número de máquinas arcade llenas de polvo y telarañas, pero aparentemente bien conservadas.

Para otra persona aquello no hubiese tenido mayor importancia. No para Moazzezi, coleccionista de videojuegos, apasionado de las recreativas clásicas y quien automáticamente se lanzó a la compleja misión de averiguar quién era el dueño de aquel barco perdido en la costa de Gales. Quizás no suene muy épico, pero ha habido búsquedas del tesoro más sencillas que el enrevesado camino que tuvo que emprender Moazzezi para, pasito a pasito y con mucha paciencia, ir tirando del hilo hasta contactar con los propietarios del Duke of Lancaster.

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La búsqueda del tesoro. "Pasé ocho meses intentando contactar con los propietarios de aquel lugar en el que habían fotografiado las máquinas. Llamé al ayuntamiento, llamé a la oficina de correos de la ciudad... llamé a todas partes. Y con cada nueva llamada lograba una nueva pista para el puzle que me llevaría hasta los dueños", relataba Moazzezi años después a The Arcade Blogger.

El esfuerzo tuvo recompensa. En enero 2011 localizó a los propietarios del buque y escuchó, al fin, las dos buenas noticias que esperaba oír: le confirmaron que las recreativas estaban a la venta y que podría verlas en persona en Mostyn.

Unas semanas después Moazzezi ya estaba en la carretera, junto a otros dos coleccionistas, para adentrarse en aquel viejo ferry varado plagado de sorpresas. Las expectativas eran altas. Y el barco no defraudó. El coleccionista y sus colegas se encontraron con la madre de los tesoros arcade: ni más ni menos que con decenas y decenas de máquinas recreativas bien conservadas, todas anteriores a 1983.

Una cápsula del tiempo (versión arcade). "No podía creer que todos esos juegos hubiesen estado ahí y luego, un día de 1983, el barco se cerrase para no ser abierto de nuevo por cuestiones legales —relataba Moazzezi en 2016 a The Arcade Blogger—. Esos juegos habían visto veranos e inviernos a través de las portillas: cómo salía y se ponía el Sol durante 30 años. Simplemente estaban ahí".

Para que nos resulte más fácil entender qué vieron y sintieron al avanzar por los pasillos de aquella herrumbrosa pero fascinante cápsula del tiempo arcade, el equipo grabó un vídeo fascinante en el que se ven las máquinas cubiertas del polvo de los años. Algunas están destartaladas. Otras parecen esperar a que algún jugador introduzca un penique en su ranura para ponerse en marcha.

Galaxy Wars 1979 Arcade Flyer e

Quien la sigue… la consigue, dice el refrán. En el caso de Moazzezi y sus compañeros la máxima se cumplió, aunque, eso sí, a costa de seguirla y perseguirla bastante más de lo habitual. Durante meses tuvieron que negociar y renegociar con los propietarios de las máquinas en un complicado tira y afloja que a punto estuvo de encallar en más de una ocasión. No fue así. Lograron fumata blanca.

Pero eso no significó que los coleccionistas se hubiesen salido con la suya y la historia se fuese a resolver con un final feliz para los amantes de los juegos.

Agua, prisas y grúas. Cuando el equipo regresó al Duke of Lancaster se encontró con que la situación no era la misma que había visto durante su primera visita. Alguien se había colado en el barco y robado los marcos de las ventanas para venderlos como chatarra, con lo que las máquinas habían quedado desprotegidas, expuestas a las inclemencias y la lluvia del norte de Gales. Los coleccionistas se las tuvieron que apañar para empujar las recreativas hasta la zona más guarecida del buque, pero incluso allí seguía llegándoles el agua que se colaba del exterior.

No fue el único desafío que debieron afrontar. El dueño del barco les había dado el OK, pero a cambio de unas condiciones muy exigentes: el equipo tendría que sacar todas las máquinas en solo de 10 días para que luego pudiesen realizarse trabajos de mantenimiento en el ferri. Y eso, tratándose de máquinas pesadas y bastante grandes, exigía echar mano de una grúa y maniobrar a través de la cubierta.

Space Invaders Part Ii Promo Flyer e

¿Imposible, quién dijo imposible? Una cosa es que la operación pareciese imposible. Otra muy distinta que lo fuera. Como relata Arcade Blogger, el equipo logró reunir a una decena y media de coleccionistas y entusiastas de las recreativas que facilitaron la recaudación de fondos, el alquiler de varias furgonetas y una grúa y la delicada labor de retirada de las máquinas. En total se salvaron algo más de medio centenar de juegos que llevaban olvidados desde los años 80.

De las entrañas del barco sacaron máquinas de Ground Shaker, Vintage Time Warp, Galaxy Wars o Space Invaders Part II. "Las más antiguas son muy oscuras, como Meadows Gypsy Jugggler y los juegos de bolos, Exidy SideTrak y TailGunner 2. Había juegos que todos conocen, por supuesto, como Space Invaders, Missile Command, máquinas Battlezone y Atari Asteroids", explica Maozzezi a la CNN. Algunos de esos aparatos no funcionaban cuando los rescataron, pero han podido recobrar la vida gracias a la habilidad y empeño de los coleccionistas.

Bonus track: ¿Qué hacían allí las máquinas? La historia de cómo se salvaron las recreativas del Duke of Lancaster es fascinante, pero deja botando una pregunta no menos curiosa: ¿Qué hacían más de 50 viejas máquinas arcade dentro de un decrépito buque de 4.000 toneladas varado en la costa de Llannerch-y-Mor, al noroeste de Gales? Para responderla necesitamos repasar las diferentes vidas que tuvo el viejo navío. Y no, lo de vidas, en plural, no es un error.

El Duke of Lancaster se construyó a mediados de los 50, en Belfast, y se diseñó para operar como un ferry en la ruta entre Heysham y Belfast, aunque acabaría navegando por las aguas de buena parte de Europa. Durante su extensa carrera se dedicó a transportar pasajeros y vehículos hasta que en 1979 acabó en manos de un inversor que decidió replantearse su uso por completo. Lo atracó, rebautizó como The Fun Ship y reconvirtió ni más ni menos que en una suerte de mega instalación consagrada al ocio, con bar, salón y una sala provista de máquinas recreativas.

Así fue al menos durante un tiempo, hasta que The Fun Ship se vio obligado a cerrar por trabas legales. Cuando se clausuró lo hizo con todo su despliegue de arcades dentro y se convirtió, para pesar de sus dueños e inmensa alegría de los coleccionistas del siglo XXI, en una cápsula del tiempo de las recreativas.

Imágenes: Hefin Owen (Flickr) y Wikipedia 1 y 2

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