Durante la última semana hemos leído un reguero de informaciones acerca de la posibilidad de que una “nave nodriza” estuviera enviando pequeñas sondas para explorar el sistema solar y la Tierra con él. Lo cierto es que por ahora no hay ninguna prueba, ni siquiera indicios, de que esto sea cierto. Lo que sí tenemos es un número de fenómenos aéreos a los que las autoridades siguen buscando explicación y una hipótesis llamativa.
Historia de un borrador. Todo el revuelo ha venido precedido por un borrador que apareció publicado en el repositorio de la Universidad de Harvard. El documento, que señala que se trata de un trabajo aún en revisión, especula con la posibilidad de que los llamados fenómenos aéreos no identificados (UAP) puedan responder a pequeñas sondas alienígenas.
Los autores parten de las órbitas que dos objetos interestelares, IM2 y Oumuamua, tomaron a su paso por el sistema solar. Estos dos asteroides son dos de los cuatro objetos interestelares que hemos detectado hasta la fecha bien pululando por nuestro sistema solar bien estrellándose contra nuestro planeta.
Un experimento mental. “¿Hay alguna sonda extraterrestre funcional cerca de la Tierra? No lo sabemos”, explican los autores en el borrador. En el borrador se especula con la posibilidad de que estos objetos pudieran tener un origen extraterrestre pero ser algo más parecido a basura espacial que a sondas funcionales.
Aún así, explican que la órbita de estos los “inspira” a derivar su teoría sobre un posible origen de los UAP. A partir de ahí conducen una suerte de experimento mental para entender qué condiciones tendrían que tener unas naves de esta índole.
Una hipotética misión. En su experimento, los autores imaginan un objeto semejante a estas rocas, procedente de otro sistema planetario. Sería una nave exploradora que a su paso por nuestra estrella soltaría una miríada de pequeñas naves (semejantes a los cubesats, que tendrían que ser de un máximo de unos 10 centímetros para no ser detectados).
En el texto se señala que las intenciones de tal nave serían a la fuerza exploratorias. Puesto que su propulsión no implicaría velocidades superiores a la de la luz tendría que haber sido enviada mucho antes de la aparición de vida inteligente en nuestro planeta.
“Es irracional asegurar que la intención de una sonda como esta, lanzada en un pasado distante, tuviera algo que ver con la especie humana”, aseguran en el borrador sus autores.
Un director del Pentágono y un viejo conocido. Parte del revuelo viene por los firmantes: Avi Loeb, astrofísico de Harvard y viejo conocido por no ser esta su primera polémica relacionada con los extraterrestres; y Sean Kirkpatrick, director de la Oficina de Resolución de Anomalías en Todos los dominios del Departamento de Defensa (AARO por sus siglas en inglés).
All-domain Anomaly Resolution Office. Las autoridades federales estadounidenses se han puesto serias en los últimos meses con lo que pasa en sus cielos y es de esperar que más aún después de la polémica acontecida con los últimos acontecimientos en este ámbito. La AARO fue puesta en marcha hace apenas un año para gestionar estas investigaciones.
Su función, según el propio Pentágono, es la de “sincronizar los esfuerzos a lo largo del Departamento de Defensa, y otros departamentos y agencias federales de los EE UU, para detectar, identificar y atribuir objetos de interés en o cerca de instalaciones militares, (…) y otras áreas de interés; y, de ser necesario, mitigar cualquier amenaza a la seguridad de las operaciones de seguridad nacional”.
En esto se incluyen los UAPs. Es perfectamente normal, teniendo en cuenta esta renovada atención, que tato la detección de fenómenos extraños como la aparición de hipótesis que intenten explicarlos proliferen. Es por ello más importante que nunca distinguir entre hechos y teorías, entre lo confirmado y lo especulativo.
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