Que la basura espacial se ha convertido en un quebradero de cabeza para agencias y empresas no es ninguna novedad. Que su eliminación va camino de convertirse en uno de los muchos y prometedores negocios que toman forma en torno a la exploración del universo, como el turismo, transporte o minería, tampoco.
Instituciones y empresas se han lanzado ya a calibrar el problema y plantear formas de abordarlo, como el uso de arpones y redes, sistemas de arrastre, imanes o incluso remolques como el que se valora para la Estación Espacial Internacional una vez llegue al final de su vida útil y deba decir adiós. Ahora hay una startup que asegura haber desarrollado una solución innovadora para eliminar residuos en órbita... Innovadora y rentable: un Wall-E en toda regla. Más o menos.
La propuesta que plantea Paladin Space —compañía con sede en Adelaida, Australia— es desplegar el que reivindica como "primer eliminador de basura espacial reutilizable". Su nombre: RED, un satélite capaz de orientarse para dar caza a pequeños escombros, capturarlos y expulsarlos más tarde de forma controlada para que se destruyan durante su reentrada en la atmósfera.
El matiz en el que pone el acento Paladin es sin embargo que RED está diseñado para usarse en múltiples ocasiones, yendo más allá de los objetivos concretos.
A la caza de residuos espaciales
"Todas las soluciones propuestas para eliminar la basura espacial, tanto por empresas privadas como agencias, pretenden retirar unos pocos fragmentos de basura de gran tamaño sacrificando en el proceso su satélite de retirada. Con más de un millón de desechos en órbita —la mayoría de los cuales son fragmentos— este enfoque no será sin embargo sostenible", recalcan sus responsables.
En su web la startup australiana ofrece un breve vídeo de demostración sobre el funcionamiento de RED: su nave es capaz de maniobrar, lo que le permite primero captar los escombros y "tragarlos" y luego expulsar la carga acumulada en su interior para que se destruya durante su reentrada a la atmósfera.
"No supone una amenaza para los satélites activos. No puede utilizarse como arma. Solo podemos recoger fragmentos y otros restos pequeños”, señala Harrison Box, fundador de la compañía, a Cosmos Magazine: "Nuestra tecnología a medida reside en el sistema de embudo para escombros, el de contendores y el proceso de gestión de contenidos". Para su trabajo usa una especie de pala localizada en la zona delantera y paneles solares instalados en la parte posterior.
Otra de las claves de RED es el contenedor para residuos localizado en su interior, un diseño "ingeniosamente simple, pero que necesita una tecnología muy inteligente para funcionar", reivindica Box. El mecanismo incorpora una lámina de Kevlar que se desenrolla cada vez que el satélite capta un objeto y luego se encarga de atraerlo hacia la parte trasera del contenedor. Cuando RED sigue buscando escombros, ese conducto se cierra y la lámina regresa a su posición inicial.
RED no trabajará a ciegas. Incorpora un sistema que le permite fotografiar y analizar cada objeto antes de capturarlo, obteniendo información valiosa que puede resultar útil tanto para su labor como para el estudio de la propia basura espacial. Su peculiar diseño —comenta Harrison Box a Cosmos Magazine— evita además que el mecanismo pueda llegar a atascarse durante sus misiones.
Queda camino por delante, claro. La compañía plantea la posibilidad de aprovechar los propulsores que emplea Neumann Space y formas de reponer su combustible durante sus misiones. El premio al que aspira es interesante, desde luego. Más allá del atractivo que pueda tener su servicio para agencias o empresas, Box recuerda el riesgo que supone la proliferación de la basura espacial.
Un informe publicado en 2021 por la NASA señala que solo por LEO, la órbita terrestre baja, se reparten al menos 26.000 fragmentos iguales o mayores que una pelota de softball, más que suficiente para ocasionar graves daños a un satélite. Si se amplía el rango a tamaños menores, equiparables con una canica o un grano de sal, su número se multiplica. Solo de estos últimos identificó más de 100 millones. Quizás no parezca una talla amenazante, pero podrían perforar un traje espacial.
Las estimaciones de la agencia europea (ESA) apuntan a 36.500 piezas de basura espacial que pasan de los diez centímetros y a lo largo de los últimos años la basura espacial ha dejado episodios tan sonados como preocupantes: su presencia ha supuesto ya más de un quebradero de cabeza para la ISS e incluso ha dejado su huella en la Luna. "Limpiarlo no es solo algo deseable. Creo que será necesario. De lo contrario estaremos poniendo vidas humanas en riesgo", recalca Box.
No es el único que se ha lanzado a la tarea. Hay compañías y organismos que se encargan de vigilar estos escombros, la ESA tiene prevista para 2026 una misión diseñada para retirar una enorme pieza de cohete de 112 kg (Clearspace-1) y sobre la mesa se han puesto propuestas tan dispares como el uso de rayos láser, arpón y redes o enormes velas de arrastre. También opciones para minimizar el problema antes de que resulte una amenaza, como remolcadores o pautas especiales.
Imagen de portada: Paladin Space
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