El tope del gas tiene un efecto rebote inesperado. Uno que Europa quizá no se pueda permitir

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Durante la pasada primavera España y Portugal viajaron a Bruselas con un propósito firme: establecer un mecanismo específico que les permitiera desvincular el precio de la luz al vertiginoso encarecimiento del gas. Lo consiguieron. La conocida como "excepción ibérica" entró en vigor durante el verano. Pese a que se manifiesta en la factura de la luz como "tope del gas", de forma específica y un tanto paradójica, dado que añade un precio extra al consumo, ha logrado reducir el precio.

A un coste.

Consumo al alza. Lo ilustra este gráfico elaborado por ESADE y publicado en este estudio sobre el impacto de la "excepción ibérica" durante los últimos meses: el consumo de electricidad generada por las centrales de ciclo combinado, abastecidas primordialmente por gas natural, aumentó desde la entrada en vigor del "tope" (junio) hasta finales de agosto. Economía básica: a menos precio, la demanda aumenta.

Indeseable. Se trata de un dato llamativo si pensamos en los esfuerzos que buena parte de Europa está acometiendo para reducir su consumo, y por tanto dependencia, del gas. En septiembre la demanda agregada de la Unión Europea cayó un 14% respecto a la media de los cinco años precedentes. Una disminución sustancial promovida fundamentalmente desde los estados (ya sea dejando de iluminar monumentos, escaparates o apagando parte de la industria).

Cuestión de incentivos. Los propios datos de ESADE no dejan lugar a dudas sobre el impacto beneficioso del tope del gas en la factura. Durante el verano, los hogares adscritos al mercado regulado (PVPC, el más vulnerable frente a los vaivenes en el precio internacional del gas) ahorraron entre un 19% y un 29% gracias a la "excepción ibérica". Es algo que hemos comentado en otras ocasiones, pese a la compensación introducida en la factura. La luz hoy es más barata en España que antes de la medida.

Extensión. El éxito del tope del gas en España y Portugal ha llevado a Alemania y a la Comisión Europea a plantearse algo que durante muchos años pareció impensable: una regulación de un mercado consagrado a la libre competencia (además de un impuesto específico a la industria). Es decir, una "excepción ibérica" aplicada al resto del continente. El atractivo electoral para los gobiernos es innegable. Cuanto más barata sea la factura de la luz, más contentos estarán sus ciudadanos.

Todo tiene un "pero". Para algunos analistas se trata de un incentivo perverso. Una intervención tan agresiva en el mercado eléctrico y una depresión tan artificial del precio sólo contribuiría a que Europa siguiera consumiendo como si la situación internacional no hubiera cambiado. Europa no necesitaría "luz barata" por vía del tope, sino una reducción de su consumo, de su dependencia del gas y, a consecuencia, de forma estructural, precios más reducidos en la factura.

Otoño más amable. Al margen de la decisión que la Comisión adopte sobre el tope del gas, Europa afronta un otoño menos traumático de lo que parecía. Las reservas de gas están llenas no sólo en España, potencia regasificadora del continente, sino también en el resto de países. Según Reuters, se encuentran al 91%, prácticamente al máximo. Esto mitigará la crisis de suministro abierta por la guerra de Ucrania y la ruptura de relaciones con Rusia.

A priori, el coste debería contenerse de aplicarse el ahorro del 15% planteado por la Comisión a nivel europeo desde finales de agosto hasta marzo del año que viene. Pero un ahorro potencialmente en jaque si medidas como la excepción ibérica, tan beneficiosas en la práctica para los consumidores, se extienden.

Imagen: GTRES

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