Empecé por dejadez y acabó siendo la tónica. Me compré una cartera pequeña y noté que cuando colocaba varios billetes y monedas quedaba fatal. Así que me acostumbré a no llevar casi dinero en efectivo. Con un billete de 20 euros y un par de monedas de euro ya voy tirando me dije. Pero duró poco. En el momento que vi que podía pagar con tarjeta en casi todas partes dejé de llevar dinero en efectivo. Aquello fue antes de la pandemia.
"Ten aunque sea un poco por si surge cualquier urgencia", me repiten las voces sabias a mi alrededor. Pero uno es fiel a sus malas costumbres y con el móvil voy a todas partes. No es que esté a favor de eliminar el dinero en efectivo, pero sí voy a compartir aquí mi particular caso. Llevo años sin billetes ni monedas encima y no lo he echado de menos nunca. Sí ha habido algunas ocasiones donde no me ha quedado más remedio, pero tengo comprobado que es muy factible vivir hoy en día pagando 100% con el móvil.
Con el móvil me apaño. Los billetes se mojan, suelo bromear. Mi banco principal es online y eso también ha contribuido a que no lleve efectivo. Básicamente porque para sacar dinero tengo que ir al centro comercial más cercano y la última vez que fui además tuve problemas. Pues sin dinero en efectivo. Mi pareja sí lleva encima algo, aunque no es porque hayamos ido al cajero, sino porque hemos pagado algo nosotros y nos lo han devuelto en efectivo. Con esas pequeñas deudas devueltas ella lo aprovecha, para pagar el café en la empresa, por ejemplo.
Viviendo en Barcelona se puede pagar con tarjeta (más bien en digital) en todas partes. Supermercados, cafeterías, tiendas... incluso en los bares más tradicionales o económicos se puede pagar por el datáfono. Aquellos carteles de "mínimo 10 euros para pagar con tarjeta" ya han desaparecido.
En mi caso he notado que hace ya mucho tiempo que no realizo compras pequeñas. Cuando me tomo un café es porque me quedo en el sitio un rato y cae alguna pasta o bocadillo. O vamos varias personas y entonces pago yo y ellos me lo devuelven en Bizum. Esa acción de dejar un par de monedas encima de la barra ha desaparecido para mí.
España es un país avanzado en el pago con tarjeta. Por un lado en todos los comercios se permite, cosa que no pasa por ejemplo en Alemania ni en Japón. El año pasado estuve en esos dos países y ahí sí que tuve que pagar en efectivo. Es curioso, pero casi había olvidado lo de diferenciar monedas y separar billetes. Con el móvil da igual si tienes mucho o poco dinero, ocupa lo mismo. Con el dinero en efectivo necesitas un monedero más grande. Afortunadamente en Japón tienen unos diseños increíbles y nos sirvieron como recuerdo.
Volviendo a nuestro país, en España no hay problema. No es como los países nórdicos donde en algunos establecimientos está hasta prohibido pagar en efectivo, pero sí que se han popularizado los pagos digitales ampliamente. Y hay otro factor que sí es diferencial: Bizum.
Lo que Europa quiere conseguir con el euro digital, en España ya lo tenemos. Lo de dividir la cuenta y que te hagan un Bizum ya es otra costumbre que difícilmente pueda quitarme. "Paga y te hago un Bizum". Lo siento inspectores de Hacienda por daros trabajo, pero prometo que no hay nada raro.
Cuando me he juntado con personas de otros países siempre me lo dicen. Lo del Bizum va muy bien. Y si alguien quiere pagarme en efectivo pues o lo ponemos en la hucha o simplemente me lo anoto en el Calendar como deuda pendiente y ya me la cobraré.
El repartidor del sushi del barrio no tenía datáfono. Durante un tiempo el dinero en efectivo que teníamos en casa lo guardábamos para darnos ese capricho concreto. Pero con la pandemia ya lo tienen. Era uno de los motivos personales por los que seguía guardando las monedas. Ahora ya ni eso.
En mercados medievales, tiendas de barrio... puede parecer que porque el comercio sea pequeño o tradicional no se puede pagar con tarjeta, pero la experiencia me dice que casi siempre tienen un datáfono a mano.
Cuando viajé a Estrasburgo sí tuve un problema puntual. Aquí pago el metro con el móvil, pero allí necesitaba un billete. Bueno, lo compro con tarjeta... si no fuera porque justo la máquina del tranvía no la aceptaba. Técnicamente sí, pero daba fallos. Maldición. El billete valía solo dos euros. Y sí, me tocó volver andando al hotel. Fue un curioso paseo. La lección es que no puedes presuponer que los métodos digitales siempre van a funcionar y siempre es importante tener un plan B. Más cuando estás fuera de tu zona habitual.
Los "dame un euro" no funcionan conmigo. Llegará el momento en que podamos pedir dinero a la gente de manera digital, pero hasta entonces me temo que mi respuesta de "no tengo" es cierta. Lógicamente eso no implica nada, pero cada vez que me piden un donativo pienso que debería existir un método ágil. Pasa algo parecido con los músicos en el metro. No tengo monedas para echarles y a veces me gustaría. Sí he visto que algunos músicos tienen un cartel con su número de Bizum, pero en este caso no me parece intuitivo.
Si me preguntáis por la batería del móvil os diré que afortunadamente los smartphones han mejorado mucho. Lo de utilizar el móvil para pagar no añade excesiva presión sobre la posibilidad de quedarme sin batería. Es un factor más, pero hace años que mi móvil no se ha quedado a 0%. Se trata de ser previsor.
Por supuesto, otros argumentos son los de la brecha digital y la privacidad. Aquí poco tengo que añadir desde mi lado personal. Entiendo que haya personas que no tienen dominio de la tecnología y deben existir alternativas para ellos. Lo "no digital" como derecho.
Más complejo es el asunto de la privacidad. Los bancos saben todo lo que hago. Soy consciente, pero me he resignado. Aquí he contado mi experiencia, pero animo a todos a seguir resistiéndose a que todos los pequeños aspectos de nuestra vida queden registrados. Nos ofrecen comodidad y les cedemos el control sobre nosotros.
Imagen | Mika Baumeister
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