Elon Musk es uno de los empresarios más exitosos del mundo, no cabe la menor duda. Gracias a sus múltiples negocios, se ha convertido en uno de los hombres más ricos del mundo y, también, en uno de los más influyentes: cada vez que habla (o tuitea) sube el pan (o las criptomonedas), y a sus mensajes contestan incluso presidentes de gobiernos nacionales.
Detrás de todos esos logros hay trabajo, mucho trabajo, según el propio Musk ha confesado en más de una ocasión. En 2018, el CEO de Tesla o SpaceX, entre otras, aseguró que había estado trabajando 120 horas semanales y durmiendo en la oficina durante la producción del Tesla Model 3. Ese mismo año también escribió en Twitter su ya célebre frase “hay muchos lugares en los que es más sencillo trabajar, pero nadie cambió el mundo con 40 horas a la semana”.
Adicción al trabajo. Para muchos, esa dedicación es admirable, y una de las razones de su éxito. Para otros, es una señal clara de su adicción al trabajo. Las evidencias, desde luego, parecen confirmar esa adicción, ya que Musk cumple con muchos de los indicadores comportamentales que los profesionales utilizan para identificarla: trabajar más de 45 horas y seis o siete días a la semana, hasta altas horas de la madrugada e incluso estando enfermo, no disfruta del tiempo libre o que su principal tema de conversación sea el trabajo.
No obstante, si esa adicción realmente existe, es una situación personal de Musk que sólo incumbe al propio Musk. El problema viene cuando ese frenético ritmo de trabajo se convierte en el modelo de negocio de sus empresas, como está sucediendo en Tesla.
40 horas de trabajo, como mínimo. El pasado martes Musk envió un comunicado interno a los trabajadores de oficina de Tesla en el que les informada de que sólo podrían teletrabajar si antes pasaban, al menos, 40 horas desempeñando sus labores en las instalaciones de la compañía. En ese mismo correo señalaba que 40 horas de trabajo presencial “es menos de lo que le pedimos a los empleados de la fábrica”.
Esa reciente muestra de las exigencias laborales para con sus empleados no es sino la última de una larga lista de informaciones que han ido apareciendo en los últimos años al respecto. En mayo 2020, Musk reabrió la planta de Tesla en Fremont, California, desafiando las órdenes gubernamentales que exigían que los empleados se quedasen en casa para frenar la pandemia. Aquel año, unos 450 trabajadores de los 10.000 que tiene la factoría enfermaron de coronavirus, y algunos de ellos fueron despedidos porque se negaron a trabajar por los problemas de salud asociados a la covid que padecían, según The Washington Post.
Asimismo, en agosto de 2020 Tesla anunció a los trabajadores de esa misma fábrica que iban a trabajar 70 horas a la semana repartidas a lo largo de seis días para hacer frente al incremento de la demanda, según Observer. Y más recientemente, en mayo de 2022, The Guardian publicó que los empleados de la factoría del fabricante de coches eléctricos en Shangái, China, fueron obligados a permanecer en las instalaciones durante el reciente confinamiento, a trabajar en turnos de 12 horas, seis días seguidos y a dormir en el suelo.
Lesiones profesionales. Esa enorme carga de trabajo ha tenido consecuencias para la salud de los trabajadores. En 2017, The Guardian reveló también que decenas de trabajadores habían sufrido lesiones, dolores y altos niveles de estrés como consecuencia de las altas exigencias de producción y las jornadas laborales maratonianas.
Y en 2020, la División de Seguridad y Salud Ocupacional de California informó de que Tesla había omitido cientos de lesiones en los registros oficiales de la fábrica de Fremont que las empresas de aquel Estado están obligadas a enviar a las autoridades, según Los Angeles Times.
A contracorriente. A la luz de toda esta información, parece que la obsesión de Musk por el trabajo va mucho más allá de su propia persona. El magnate exige a sus empleados que se esfuercen, como mínimo, tanto como él, sin tener en cuenta que ellos, igual, no están dispuestos a sacrificarlo todo por los negocios. Ni que sus exigencias personales, trasladadas a las relaciones de trabajo entre un empleador y sus trabajadores, pueden ser consideradas explotación laboral.
Además, Musk tampoco está teniendo en cuenta las nuevas corrientes de pensamiento en torno al trabajo que cada vez toman más fuerza. Mientras el CEO de Tesla exige apostarlo todo a la vida profesional, los empleados de todo el mundo luchan por tener más flexibilidad para conciliar, poder seguir teletrabajando o reducir su jornada semanal a 32 horas.
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