La “superglaciación”, el periodo de la Tierra en el que la vida se vio confinada a una estrecha franja

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Que el clima de nuestro planeta no es inmutable lo sabemos bien. A lo largo de los más de 4.000 millones de años de existencia de nuestra roca espacial, el clima de su atmósfera (la cual nació poco después que el planeta en sí) ha ido cambiando en numerosas ocasiones. Pero algunos cambios han sido más radicales que otros. El período Criogénico es prueba de ello.

Hubo un tiempo en el que la Tierra fue una bola de nieve. En realidad los periodos fueron dos. Esta era geológica recibe el nombre de período Criogénico y comprende un periodo hace entre 720 y 635 millones de años. Esta era geológica incluye dos superglaciaciones en las que el hielo pudo llegar a cubrir el planta entero y un periodo templado intermedio. Durante estas glaciaciones la Tierra se convirtió en una enorme “bola de nieve” y muchos se refieren así a esta etapa.

La vida ya había comenzado en la Tierra, es más, incluso los primeros animales habían aparecido ya, animales semejantes probablemente a las esponjas que aún hoy habitan los mares. No se sabe exactamente cómo logró perdurar esta vida. Algunas cianobacterias podrían haber perdurado en la superficie del hielo pero la vida en nuestro planeta ya era más compleja que esto.

Las algas y los animales que se alimentaban de ellas no podrían haber sobrevivido en un océano oscuro, cubierto por una capa total de hielo. Es por eso que los expertos creen que podría haber existido una fina franja en el ecuador bien con agua líquida bien con una capa de hielo suficientemente fina como para permitir a sobrevivir a las algas y con ellas al resto de la vida.

A esta Tierra hipotética se le da el nombre de la “bola de aguanieve”. Algunos estudios recientes han ampliado las zonas en las que pudieron existir mares incluso a zonas de latitudes intermedias.

¿Qué es lo que pasó? Los expertos a menudo se refieren a esta etapa como aquella vez que el termostato de la Tierra se rompió. En las eras previas al Criogénico, gran parte de las masas emergidas de la Tierra se encontraban en el supercontinente Rodinia. La ruptura de este continente pudo haber estado detrás de ambos periodos superglaciales: la glaciación Sturtiana, la primera; y la segunda y más breve, la Marinoana.

Durante la ruptura continental, grandes masas de basalto podrían haber quedado al descubierto. El basalto tiene una gran capacidad para absorber el dióxido de carbono de la atmósfera, lo que habría reducido la capacidad de nuestra atmósfera para almacenar calor.

Esto podría haber coincidido con un periodo de baja actividad solar y con erupciones volcánicas que habrían emitido grandes cantidades de azufre a la atmósfera. Lo más probable es que varios de estos factores hubieran coincidido en el tiempo para haber asentado las bases de uno de los mayores cambios climáticos que ha vivido nuestra Tierra.

Una vez el hielo se extendió por la superficie del planeta, un nuevo factor condicionó la situación. Puesto que el color blanco del hielo y la nieve refleja más luz solar, menos radiación puede ser absorbida por el sistema planetario, lo cual probablemente hiciera que la situación se afianzara durante periodos tan largos de tiempo (la superglaciación Sturtiana se prolongó durante más de 50 millones de años).

El conocimiento sobre este periodo se lo debemos a unas piedras caídas. Los glaciares arrastran consigo rocas que acaban en el interior de icebergs. Estos hielos flotantes arrastran estas piedras y las van soltando hacia el lecho marino conforme se derrite.

Estas rocas dan lugar a formaciones geológicas curiosas, en las cuales una piedra aparece incrustada entre capas de roca sedimentaria. La aparición de estas formaciones en determinados lugares y estratos permitieron a los geólogos descubrir esta bola de nieve planetaria.

Hoy en día podemos ver bolas de nieve planetarias a nuestro alrededor. Más pequeñas que la nuestra, eso sí. Se trata de las lunas heladas de Júpiter, Saturno y Urano. Si existe vida en estos lugares de nuestro sistema solar, ésta será algo distinta de la nuestra.

Estos satélites cuentan probablemente con océanos bajo sus capas de hielo pero a ellos no llegaría luz solar. La clave podría estar en ese caso en la actividad geotérmica, actividad que, al menos en alguna de estas lunas es importante.

Las noticias sobre cambios en el clima de la Tierra suelen tener hoy en día otro cariz. Sin embargo éstas superglaciaciones del pasado dan cuenta del importante papel de la composición de la atmósfera en el clima.

Es poco probable que vivamos una glaciación así en el futuro, aunque glaciaciones menores son de esperar en algún momento. Semejantes cambios podrían no llegar a suponer una amenaza para el conjunto de la vida en el planeta, pero sin duda implicarían un gran riesgo para la civilización humana tal y como la conocemos.

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