Encélado es uno de los más de 60 satélites de Saturno y uno de los cuerpos de nuestro sistema solar con más posibilidades de albergar vida. Pero había algo que faltaba hasta ahora: el fósforo, uno de los elementos esenciales para ello. Ahora creemos saber por qué.
El sexto elemento. Buscar vida fuera de la Tierra no es tarea fácil, pero a lo largo de los años hemos ido descubriendo métodos a través de los cuales podemos buscar pistas. Uno de ellos es estudiar la presencia o ausencia de ciertos elementos esenciales para la vida en la Tierra.
Aunque hay multitud de elementos que podemos encontrar en todos los organismos terrestres hay seis de estos que son considerados primarios por su abundancia: Carbono, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno (sólo estos cuatro primeros elementos componen el 96% de nuestra masa corporal), fósforo y azufre.
Los fosfatos (moléculas compuestas por átomos de fósforo acompañados de cuatro átomos de oxígeno) son básicos para la vida, necesarios a la hora de poder crear ADN y ARN y otros muchos elementos de las células de los seres vivientes.
Un vacío a llenar. Pero hasta ahora el fósforo brillaba por su ausencia en Encélado, el satélite de Saturno en el que más esperanzas hay puestas en este sentido. Los datos de los que disponemos son los obtenidos por la sonda Cassini, la misión de la NASA que pasó década y media analizando Saturno y sus lunas.
Cassini pudo observar de cerca uno de los fenómenos más espectaculares de nuestro sistema solar, las plumas de las lunas heladas: bocanadas de vapor de agua que, como si de géiseres se tratara, escapan de debajo de la capa helada que recubre el océano de este planeta.
Ver o no ver. Fue gracias a estas observaciones que pudieron identificarse el resto de elementos. “Lo que hemos aprendido es que la pluma contiene casi todos los requerimientos básicos de la vida tal y como la conocemos” explica en una nota de prensa Christopher Glein.
Glein es uno de los autores del reciente estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, en el que se explica esta ausencia: está donde es más difícil mirar. Esto es: en las capas profundas del océano, debajo de la gruesa capa de hielo que recubre la luna.
¿Cómo encontrar lo que no podemos ver? La estructura de Encélado es semejante al de otras lunas heladas: un núcleo rocoso cubierto de un océano de agua líquida recubierto a su vez de una capa de hielo. El estudio realizado por Glein y su equipo se ha basado en crear modelos que simulan la estructura geoquímica de la Luna.
En ellos han constatado que ésta el fósforo, de existir, se hallaría principalmente en la forma de ortofosfatos. Estas moléculas se mantendrían en las profundidades del océano y sería por eso que no se han detectado hasta ahora. Esta explicación es compatible tanto con los datos recogidos por Cassini como con la existencia de vida en la luna de Saturno.
Sabemos, además, que la vida en esta luna depende en cierta medida de la actividad geotérmica que se da en el lecho marino, donde se concentrarían no solo nutrientes básicos sino también la energía necesaria para la existencia de vida.
La esperanza en la búsqueda de vida. Encélado es “uno de los principales objetivos en la búsqueda (…) de vida en nuestro sistema solar”, explica Glenn. Pero no es la única. Es más, durante las últimas décadas hemos ido descubriendo que los mundos oceánicos son bastante frecuentes. Saturno cuenta con otra luna, Titán, con condiciones semejantes a las de Encélado, mientras que Júpiter cuenta con otra, Europa.
Desde el final de la vida de Cassini las agencias espaciales llevan años preparando las próximas grandes misiones a los gigantes gaseosos que albergan estas lunas. Algunas de las más ambiciosas pretenden sustituir los clásicos rovers por submarinos que se sumerjan bajo océanos como el de Encélado.
Quizá estos vehículos puedan mirar debajo de la alfombra de estos planetas y contarnos lo que ven. Puede que encuentren fósforo y puede que encuentren vida. Quién sabe, puede que solo encuentren un desierto líquido.
Imagen | NASA
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