"En septiembre se relajarán los precios, si no antes", ha defendido Ignacio Silva en Europa Press y Silva no es un cualquiera: se trata del presidente y consejero delegado de Deoleo, la mayor compañía de aceite de oliva del mundo que comercializa marcas como Carbonell o Bertolli.
Y, teniendo en cuenta el desastroso 2023 que ha tenido Deoleo por culpa de la subida de precios, un fallo de cálculo puede salirle muy caro: se juegan mucho.
No es seguro, claro. "He visto las cifras hasta febrero y si marzo se mantiene y no nos fastidia un calor extremo durante la floración, tenemos las condiciones para que los agricultores empiecen a bajar precios después del verano", contextualizaba Silva.
Esto, en realidad, coincide con lo que podríamos pensar. En la cuenca del Guadalquivir, febrero ha dejado el doble de lluvias de lo que ha sido normal durante los últimos 25 años. Si marzo cumple con las expectativas, es muy posible que la mayor parte del olivar reciba suficiente agua como para presagiar una campaña sustancialmente mejor que las últimas.
Aunque el agua no es el único factor. Porque a eso hay que sumar las temperaturas durante la floración (que 2023 hizo estragos), la intensidad del verano y las lluvias durante la rentrée hasta la cosecha. No obstante, es cierto que en cuanto pasemos el momento crítico de la floración, las estimaciones sobre la aceituna serán más fiables y los mercados empezarán a moverse.
¿Qué va a pasar con el precio? En principio, teniendo en cuenta que los altos precios han erosionado incluso al mercado exterior, lo que podemos esperar son meses de estabilidad en los precios (o con subidas muy moderadas). Si como señala Silva, la situación es mejor que la de los años anteriores, el precio en origen debería bajar relativamente rápido. La mayor parte del campo lleva años muy malos y su poder de negociación se ha resentido.
Ahora bien, está por ver cómo llegan esas bajadas de precio a los lineales. Deoleo, que perdió casi 10 millones de euros solo en el primer semestre de 2023, ya anunció que su intención era mantener los precios lo más altos que sea posible. Aunque las subidas han sido enormes (un 176,5% desde enero de 2021), solo se ha trasladado "parcial[mente] a los clientes el incremento de los precios experimentos en toda la cadena".
Un largo Via Crucis. Así que, mientras esperamos a que se resuelva el gran enigma (si los costos bajarán lo suficiente como para facilitar un descenso generalizado del aceite en los supermercados), el sector vive pendiente del parte meteorológico. Y todo ello para conseguir unos resultados de mínimos: no desaparecer.
Salvar el aceite de oliva va camino de convertirse en uno de los grandes retos (socioeconómicos, ecológicos y tecnológicos) del siglo XXI.
Imagen | Esencia Andalusí
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