Andalucía acaba de recibir una buena noticia. Durante el mes de febrero, las lluvias acumuladas en el Guadalquivir han duplicado la media histórica de los últimos 25 años. Eso hace que, por primera vez en mucho tiempo, los valores pluviométricos de este año estén dentro de lo normal.
No es mucho: con el sistema hídrico a punto de derrumbarse, que llueva "lo normal" no es suficiente. Pero a las puertas de un marzo que también puede ser "muy húmedo", a una de las partes más castigadas por la sequía acaban de darle un respiro.
¿Un respiro? No puede entenderse de otra forma. La sequía costó en 2023 4.200 millones a la economía andaluza y, según datos de la Junta, costará 4.500 este 2024. Si la situación es mejor que en las últimas grandes sequías, es porque las mejoras de infraestructura, aunque no son suficientes, están permitiendo a la comunidad desperdiciar menos agua.
La proeza es considerable: aún no se han implementado cortes generalizados pese a tener el doble de regadío activo que en los años 90. Como explicaba el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en condiciones solo ligeramente peores, durante los años 90, Sevilla veía cortado su suministro durante 10 horas diarias.
Lo que no quiere decir que no vaya a ocurrir. Y es que lo que parece claro es que el éxito de renovación de infraestructura de estas décadas no ha resuelto el problema. De hecho, como señalaban en el Datadista, la constante ha sido utilizar "las medidas de emergencia" para "ampliar los regadíos, aumentando el problema de la sobre explotación y contaminación de acuíferos y humedales".
Andalucía, como buena parte del país, se ha instalado sobre una "bomba de relojería" hídrica que confirma una vez más la ley de Say: todo metro cúbico de agua que se ahorre terminará usándose y, a medio plazo, contribuyendo a ahondar el problema.
Y en Cataluña, desde luego, lo saben bien.
La agonía catalana. Mientras casi un tercio de Cataluña no puede consumir "agua propia" por la contaminación de los acuíferos, las desalinizadoras producen ya el 55% del agua potable. Y la respuesta tras la aplicación de medidas contra la sequía ha sido la indignación generalizada: desde hosteleros intentando comprar agua en Francia para llenar piscinas a comarcas enteras pidiendo que no se comprometa el caudal ecológico de sus cuencas.
Sin solución a la vista. En Cataluña, de hecho, pese a que durante estos días se han vivido "las lluvias y nevadas más importantes de este invierno", los embalses de la cuenca interior no se han movido del 14,59%. El pantano de Sau, en Barcelona, está al 1,10% de su capacidad.
¿Y marzo? ¿No iba a ser más lluvioso? Como dijimos, el bloqueo en Groenlandia y el norte de Europa podría traer una buena cantidad de borrascas. Ya lo estamos viendo. y como explicaba Álvaro Oliver, "el régimen de bloqueo podría perdurar hasta mediados de mes" y, a más largo plazo (y menor fiabilidad), "el Centro Europeo sigue insistiendo en la tendencia húmeda en la mitad occidental".
¿Será suficiente para salir de esta situación? Lo cierto es que es muy poco probable. Con un poco de suerte, esta situación ayudará al campo a mejorar sus cifras y las reservas aguantarán mejor a la espera de que el verano (y La Niña) no tengan efectos demasiado duros sobre nosotros. Pero poco más.
Ahora mismo, España está jugándose su futuro hídrico borrasca a borrasca.
Imagen | PolarVx - Tomer Burg
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