Acabamos de cultivar una lechuga en el lugar más inhóspito del mundo: el primer paso para poder comer tomates en el espacio

Acabamos de cultivar una lechuga en el lugar más inhóspito del mundo: el primer paso para poder comer tomates en el espacio
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Casi cuatro kilos de lechuga, 18 pepinos y 70 rábanos. Ese ha sido el resultado de la primera cosecha antártica. Y no será la última, los investigadores del DLR (Centro Aeroespacial de Alemania) piensan cultivar unos 5 kilos de verdura a la semana.

Se trata del primer paso de un proyecto que comenzó en enero (cuando llegó el invernadero a la Antártida) y acabará, según explica el propio portavoz de DLR alemán, Daniel Schubert, con "una gama más amplia de verduras que algún día podrían cultivarse en Marte o en la Luna".

Un jardinero en el lugar más inhóspito de la Tierra

Cultivar alimentos en uno de los entornos más inhóspitos de la Tierra es un desafío muy complejo y normalmente innecesario (en cuanto a que la comunicación con el exterior permite introducir productos frescos de vez en cuando). Sin embargo, los viajes espaciales de largo recorrido sí requieren producir comida.

Hace unas semanas, os hablábamos de un proyecto que intentaba producir una masa bacteriana comestible a base de los desechos de los astronautas. Por fortuna, los proyectos son muy variados y no hemos perdido la esperanza de cultivar plantas de verdad.

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La idea del invernadero antártico (que también tiene fresas y pimientos) permitirá complementar la dieta de las diez personas que pasan el invierno en la base alemana. La tecnología está diseñada para ser completamente independiente del entorno y funcionar con un modelo aeropónico.

En línea con otros proyectos como el de la Estación Espacial Internacional, el sistema optimiza todas las partes del proceso de cultivo: aumenta la cantidad de dióxido de carbono del aire y lo mantiene libre de bacterias y moho con un proceso de desinfección con radiación UV.

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De esta manera, según Schubert, “el crecimiento puramente biológico es posible sin insecticidas ni pesticidas”. Reducir este tipo de productos tóxicos en entornos tan frágiles es muy importante (así como evitar procesos de contaminación cruzada). Sin embargo, parece complicado que se llegue a apostar por un sistema así cuando la alimentación deje de ser complementaria y ocupe un buen espacio en la dieta.

Sea como sea, se agradece la perspectiva de que en un futuro los viajeros espaciales podrán comer comida de verdad recién sacada del jardín.

Imágenes | DLR

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