Llevamos meses diciendo que el océano se había vuelto loco. Cuando no eran temperaturas altísimas, eran dinámicas atmosféricas extremadamente raras. Y ahora, a punto de que se acabe el año, el Atlántico parece decidido a destrozar todos los récords y desarrollar un super-anticiclón de un intensidad insólita.
Y cuando digo "insólita" no estoy exagerando: a estas alturas, parece claro que el anticiclón romperá los récords de bajas presiones para el mes de diciembre en el Atlántico; pero eso no es nada. Según el modelo EPS, el superanticiclón tiene un 20% de posibilidades de romper récords anuales ¡en diciembre! Es decir, justo cuando debería estar más débil.
Un océano completamente dislocado. Como digo, nos encontramos ante una situación bastante excepcional, nada de esto debería estar pasando. Es tan raro (ver un anticiclón de esta intensidad en estas fechas) que es la comidilla en la comunidad meteorológica internacional.
No solo por su fuerza (que también), sino por su persistencia. Da igual el modelo que mires, todos avisan que la situación se va a alargar hasta bien entrado enero.
Y como no es tan espectacular como otros de los eventos históricos que hemos visto este año (sobre todo, porque no podemos calificar un anticiclón como "de alto impacto") está claro de que algo va mal en el Atlántico. Y el Atlántico nos lo está diciendo a gritos. Gritos que no acabamos de entender.
¿Qué es exactamente un anticiclón? Descubiertos en la década de 1860, los anticiclones son regiones atmosféricas en las que la presión es mayor (que en las zonas circundantes). En su explicación más sencilla: esas altas presiones se deben a que (al contrario de lo que ocurre en una borrasca) el aire de las capas altas de la atmósfera baja -- y empuja -- hacia la superficie.
Hay varias explicaciones y varios tipos, pero el resultado es el mismo: situaciones de tiempo estable y ausencia de precipitaciones, ya que los mecanismos implicados en la formación de los anticiclones limitan la formación de nubes. Pero, claro, eso es cuando hablamos de un anticiclón normal.
Y un anticiclón así así solo puede significar una cosa: la nada. La más absoluta de las nadas.
Y eso, para nosotros, es un problema. A partir del jueves, cuando termine de pasar un pequeño frente que está atravesando el país, toda la Península volverá a los cielos exasperantemente azules, las heladas matutinas y las temperaturas no-demadiado-frías. Quizás, haya algunas lluvias en el cantábrico oriental y en los Pirineos, pero la imagen general es clara: nada de nada. Una nada llena de efectos adversos, como avisa AEMET.
No son buenos tiempos para la estabilidad atmosférica. En las próximas dos semanas no va a caer ni una gota en la mayor parte del país y pasar el mes de diciembre en el dique seco profundizará la sequía que sufre el sur peninsular y Cataluña.
Salvo un milagro de Año Nuevo, millones de personas estarán bebiendo agua de barcos y camiones antes de que acabe enero.
Imagen | Tomer Burg
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