Es inevitable sentir algo de lástima por 'Los nuevos mutantes', que llega hoy a Disney+. Pese a sus notables problemas, todos ellos claramente derivados de una producción larguísima y de haberse estrenado en el peor año posible, hay en su núcleo el potencial para ser una película de mutantes distinta y que podría haber abierto varias vías narrativas para la franquicia. Pero no tuvo la suerte que merecía.
Resumiendo una historia mil veces contada con anterioridad, los primeros trailers de 'Los nuevos mutantes' datan de 2017 y son, en todos los sentidos, propios de una película de terror, a lo que espiritualmente se acerca el film de Josh Boone. De hecho, en aquel momento recordaba más que nunca a un clásico de adolescentes con poderes encerrados contra su voluntad: 'Pesadilla en Elm Street 3', rebosante de claros guiños a los comics de mutantes de Marvel.
Nada extraño si tenemos en cuenta cuál es la base de 'Los nuevos mutantes': la primera etapa del cómic, que en 1984 publicó su saga más famosa, escrita por Chris Claremont y dibujada por Bill Sienkiewicz: la del Oso Místico, en la que una miembro del grupo, la cheyenne Danielle Moonstar (Mirage), tiene terribles visiones con un oso monstruoso que asesinó a sus padres. En la película, Anya Taylor-Joy es Magik, Maisie Williams es Wolfsbane, Henry Zaga es Sunspot, Charlie Heaton es Cannonball y Blu Hunt es Mirage.
Pero en la postproducción de la película las ideas más aterradoras fueron recortadas para suavizar el tono, enfoque que volvió a cambiar para retomar sus macabros orígenes cuando el teaser se mostró acompañando a 'It' y fue extraordinariamente bien recibido. Por desgracia, se retrasó un año para no coincidir con 'Deadpool 2'. Luego, para no hacerlo con 'Fénix Oscura'. Después, Fox fue adquirida por Disney. Se cortó el grifo presupuestario para hacer unos reshoots que habrían acentuado el componente terrorífico, y además... los actores habían crecido.
Una desastrada epopeya mutante
Todos estos cambios, estas "mutaciones" se reflejan en una película a la que le cuesta encontrar un tono cohesionado. Hemos perdido la atmósfera de terror onírico y asfixiante a la que apuntaban los primeros teasers, pero desde luego también estamos lejos de una película de superhéroes al uso. Seguimos teniendo ramalazos pesadillescos, como la visión de Sunspot de su ex revivida o las inquietantes visiones de Magik, pero en cualquier caso parecen funcionar a medio gas para no ser demasiado terroríficas.
Hay elementos en 'Los nuevos mutantes' que, con todo, brillan con cierta personalidad. El principal, la buena química entre los personajes: el romance entre Hunt y Williams despide un candor de descubrimiento adolescente muy interesante, pero todos estos aspectos notables, como el trauma de Bola de Cañón o la brutalidad del concepto tras el Oso Místico están aislados y no se relacionan entre sí. El caso más desaprovechado es el de Magik, una estupenda Taylor-Joy que, como personaje, es más interesante que la protagonista, pero es de quien quedan más interrogantes. ¿De qué va todo lo suyo?
Está claro que 'Los nuevos mutantes' habría sido solo un punto de partida para una saga, como demuestra la intención declarada (y finalmente frustrada) de Boone de traer en venideras secuelas al alienígena Warlock (y, suponemos, al memorable Longshot). Pero, al final, tenemos esta película algo desangelada, de buenas ideas y ritmo irregular, y que cuaja más por su concepto de terror superheroico adolescente que por genuinos valores propios. Pese a lo esporádicamente potente de su imaginería.
Al final la cosa queda como un cruce entre 'El club de los cinco' y 'Buffy Cazavampiros' (dos iconos de la cultura teen a la que la película lanza guiños explícitos), y ahí es donde está la clave de su encanto y su fracaso. 'Los nuevos mutantes' nunca quiso ser una película de superhéroes Marvel, sino un pequeño ensayo juguetón sobre la amistad y la llegada de la edad adulta. Desde su planteamiento en Fox como otra película de los X-Men, su desarrollo ha ido tropezando con obstáculos, pero al final lo que nos queda -y pese a sus problemas- es un efectivo juguete roto sobre cómo las películas de superhéroes no tienen por qué ser lo mismo una y otra vez.
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