'Ant-Man y la Avispa: Quantumania' tiene un problema que va más allá de su calidad: el síndrome del clímax eterno

Ant Man And The Wasp Quantumania Portada
24 comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail

En esta casa no tuvimos ningún problema en proclamar, desde el primer día, nuestra devoción por 'Ant-Man y la Avispa: Quantumania'. Una película con sus problemillas (especialmente en lo visual, y por razones que hemos conocido con el paso de los días), pero que a grandes rasgos desborda un fascinación por la aventura en estado puro y por los resortes de la ciencia ficción pulp que, sencillamente, se lleva por delante cualquier pega.

Si a eso le sumamos que Kang pero, sobre todo, MODOK son un par de villanos de antología, y que en ningún momento se toma demasiado en serio a sí misma (algo de lo estaba muy necesitada la cuarta fase del MCU, con tostones como 'Black Pather: Wakanda Forever' o 'Eternals'), lo que tenemos es una película disfrutona y sin complejos. Un espíritu que muchos espectadores creen que debería poseer el cine de superhéroes... continuamente.

Sin embargo, 'Quantumanía' está generando algún problemilla para Marvel. El principal viene de que, pese a que su taquilla está siendo tan espectacular como de costumbre (aunque está experimentando la peor caida en un segundo fin de semana de la historia de la franquicia), la crítica y las opiniones del público no están siendo tan buenas como es habitual. Pero el principal de estos problemas podría afectar al futuro del MCU como franquicia.

El síndrome del clímax eterno

Pocas veces una pelicula Marvel ha sido un ejemplo tan palmario de este problema, aunque ella la única responsable, sino todo el plan que abarca varios años y que consiste en el desarrollo de historias con múltiples ramificaciones que a su vez se van ampliando en secuelas, precuelas y series de televisión. Y es el hecho de que una historia no puede estar siempre en su nota más alta.

Las historias (cualquier historia) tiene una serie de punto álgidos que mantienen la atención de los espectadores, los lectores o los jugadores. En términos clásicos son tres, que sirven para diferenciar los tres actos clásicos de planteamiento, nudo y desenlace, y vienen precedidos y sucedidos por otros puntos de giro menores. Hay decenas de teorías que contradicen, enriquecen o matizan esta ley más o menos universal, pero en detalle están todas de acuerdo: una historia no puede consistir en un clímax continuo.

Se dice que Marvel está ensayando una forma de narrar absolutamente inaudita, y en cierto sentido es verdad. El MCU no es la primera narración serial de la historia, pero sí es la primera que no se puede permitir que alguno de los eslabones de su cadena sean transiciones. Cada uno de sus episodios es carísimo, importante y vital, y tiene que funcionar por sí mismo. Es decir, todas sus películas deben ser un estallido, porque Disney no quiere que los espectadores salgan de alguna de sus películas penssando "esto ha sido relleno".

Por eso todas sus películas tienen que funcionar de forma autónoma y ser un nuevo punto álgido. Y eso nos lleva al síndrome que hablamos: el del clímax continuo. La lógica narrativa exige que tras un estallido total, una conclusión de la historia más o menos coherente como la dupla de 'Infinity War' y 'Endgame', venga una cierta calma, una recuperación, un relativo remanso de ritmo que permita presentar nuevos personajes, nuevas situaciones, e ir elaborando un nuevo clímax, el primero de esos tres que asiente las bases de una nueva historia.

Pero la Fase 4 del MCU no ha sido eso, ha sido un intento de estirar esa dinámica de explosiones emocionales (y visuales) continua, de no dejar que tras la subida en la montaña rusa venga la bajada, aunque sea para tomar carrerilla. De ahí esa sensación de que la Fase 4 no tenía rumbo: ha sido, en demasiada medida, ecos de las fases anteriores.

Y 'Quantumania', pese a sus notables virtudes, es una de las producciones Marvel que más descaradamente acusa ese problema. Es una película que tiene espíritu de aventura independiente, que de hecho tiene alma de disparate pulp, de paseo por un microverso de una familia de científicos-superhéroes, que es que ya se te llena la boca de puro sentido de la maravilla solo de enunciarlo. Pero al mismo tiempo es una película-engranaje, una película que sirve para desarrollar a un villano presentado anteriormente, Kang, y que posiblemente tendrá una importancia primordial en el desarrollo del MCU.

Y es precisamente ese tono de aventura despreocupada, casi familiar como una película del Disney Channel de los ochenta, la que hace que la propia 'Quantumanía' sepa que no va a trascender, que está aquí como escalón para intervenciones más importantes de Kang, de los viajes en el tiempo y de los multiversos. Pero a la vez... a la vez la película no puede renunciar a costar doscientos millones de dólares, no se puede permitir tener una recaudación levemente menor que sus compañeras de viaje, porque eso extendería la idea de que el MCU ya no es infalible.

Y Disney no puede consentir eso, y entonces tenemos que 'Quantumanía' es otro clímax. Otro estallido de energía al 11 con una amenaza definitiva, un universo completo en peligro, un sacrificio máximo y el tono de que esta historia tiene algo de definitivo. Salvo que sabemos que hay más propuestas más allá, en la próxima película, en la próxima y en la próxima, porque estamos atados a una cadena infinita de clímax continuos.

No decimos que Marvel lo tenga fácil: está literalmente inventando una forma de contar cosas en las películas y da la impresión de que ella misma está algo asombrada con las posibilidades. Pero, a la vez, Disney haría bien en observar lo que tiene muy cerca: los cómics de la casa que llevan décadas y décadas reformulando la crisis del más difícil todavía mes a mes. Y de momento les funciona. Esperemos que en la división de películas lo entiendan antes de que la narrativa de la hipertrofia acabe asfixiándoles.

Comentarios cerrados
Inicio