Este consejo es extremadamente simple y te ayudará a sacar más partido a tu televisor por básico que sea

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La estrategia más eficaz por la que podemos apostar si queremos sacar el máximo partido posible a nuestro televisor consiste en someterlo a una calibración profesional. Durante la preparación de los análisis que hemos publicado en los últimos años hemos comprobado que casi todas las marcas miman la calibración de fábrica de sus modelos de gama alta. Aun así, tienen margen de mejora, y un profesional de la calibración puede ayudarnos a sacarles hasta la última gota de jugo.

El problema es que no todos los usuarios pueden permitirse recurrir a un profesional para calibrar su televisor. Y, además, el interés que tiene calibrar minuciosamente los modelos de gama de entrada y media es discutible por el impacto que este procedimiento tendría en el coste del dispositivo. Cualquier usuario puede afrontar la calibración por sí mismo siguiendo un procedimiento de ajuste básico de los parámetros más relevantes que intervienen en la calidad de imagen, pero la mejora no será equiparable a la que nos garantiza un ajuste profesional.

Afortunadamente podemos hacer algo extraordinariamente simple para disfrutar más nuestro televisor. Algo que está al alcance de cualquier entusiasta y de lo que se benefician tanto los televisores más avanzados como los modelos básicos. De hecho, la experiencia que nos entregan los dispositivos de gama de entrada a menudo se ve profundamente reforzada al ponerlo en práctica. Lo que os proponemos es, sencillamente, que moderéis la luz ambiental. Incluso que apaguéis las luces. Con frecuencia menospreciamos el poder de las ideas sencillas, y esta funciona. Garantizado.

Nuestro sistema visual es muy hábil a la hora de percibir el contraste

La presión ambiental a la que el ser humano y otros animales han estado sometidos durante el proceso evolutivo ha provocado que nuestro sistema visual perciba el contraste con mucha eficacia. Una manera sencilla e intuitiva de definir este parámetro consiste en contemplarlo como la diferencia relativa de intensidad que existe entre varios objetos cuando los observamos. Si miramos un objeto muy claro, casi blanco, que está colocado sobre un fondo muy luminoso apenas lo percibiremos. Sin embargo, si observamos un objeto oscuro sobre un fondo claro lo veremos sin dificultad porque el contraste entre ambos elementos es intenso.

Cuando la luz ambiental escasea a nuestro sistema visual le cuesta menos identificar el contraste vinculado a cualquier objeto luminoso

Esto nos lleva a la base del consejo que os proponemos en este artículo: cuando la luz ambiental escasea a nuestro sistema visual le cuesta menos identificar el contraste vinculado a cualquier objeto luminoso. Y, como todos sabemos, nuestros televisores emiten luz hacia nuestros ojos. Si moderamos la luz ambiental, o, mejor aún, si apagamos las luces, los reflejos sobre la pantalla desaparecerán, los negros serán más profundos, apreciaremos más detalle en las regiones oscuras de cada fotograma y las áreas más iluminadas adquirirán más intensidad, especialmente cuando reproducimos contenidos HDR en un televisor con una capacidad de entrega de brillo notable.

Parece mentira que una estrategia tan simple pueda tener un impacto tan profundo en nuestra experiencia, pero os aseguramos que la tiene. Podéis comprobarlo fácilmente. Por supuesto, hay contenidos con los que no hace falta que recurramos a esta práctica, pero cuando vemos películas o series, o cuando disfrutamos un videojuego, este procedimiento funciona. Además, cualquier televisor nos entrega una experiencia más satisfactoria cuando lo disfrutamos a oscuras o con poca luz, pero los que más se benefician de esta práctica son los modelos básicos debido a que su capacidad de entrega de brillo es a menudo modesta.

Muchos televisores de última hornada, especialmente los modelos de las gamas alta y prémium, incorporan un sensor que les permite adaptar su capacidad de entrega de brillo a la luminosidad ambiental. Por esta razón cuando los miramos con poca luz ambiental, o sin ella, reducen su entrega de brillo. No obstante, esta práctica tiene un efecto negativo que a los usuarios nos interesa tener presente: cuando miramos una pantalla que tiene la capacidad de emitir brillo en un espacio con poca luz ambiental, o, incluso, sin ella, nuestros ojos se fatigan con más rapidez.

Nuestros ojos tienen dificultades para compensar los errores de refracción en los espacios poco iluminados

El origen de este hándicap reside en el hecho de que nuestros ojos tienen dificultades para compensar los errores de refracción en los espacios poco iluminados, por lo que en estas circunstancias es probable que notemos pesadez, e, incluso, quemazón cuando llevamos un rato mirando el televisor a oscuras. No se produce un daño visual permanente, pero esta mayor fatiga es fácil de percibir.

Por esta razón lo ideal es que no miremos el televisor a oscuras durante mucho tiempo. Y si notamos que nuestros ojos se fatigan antes de que podamos disfrutar una película completa podemos utilizar una fuente de luz indirecta, como, por ejemplo, una lámpara de pie, para introducir algo de luz ambiental en la habitación sin que se degrade perceptiblemente la experiencia que nos propone nuestro televisor.

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