¿Puede la tecnología redefinir la magia moderna? El ciberilusionista Marco Tempest cree que sí

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El 8 de abril de 1983, David Copperfield sorprendía a la audiencia televisiva de Estados Unidos al hacer desaparecer la Estatua de La Libertad. La magia, que hasta entonces había descansado más sobre hazañas físicas de los magos (como los escapes de Harry Houdini) o sobre trucos en los que la mano es más rápida que el ojo, entraba en una nueva era, una era marcada por la utilización de avances tecnológicos y por el gran espectáculo.

Copperfield utilizó un truco tan sencillo, en su concepción, como situar al público en una plataforma que giraba muy lentamente, de forma imperceptible, de tal manera que la estatua quedara oculta a su vista, y reforzó la ilusión con diversos juegos de luces. Aquel logro lo hizo sumamente famoso, y motivó que nuevas generaciones de magos se atrevieran a aprovechar la tecnología para traer la atención de un público que tiene otras muchas formas de entretenimiento aparte de la magia. Porque, como apuntaba la tercera ley de Arthur C. Clarke, cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.

Tecnología al servicio de la magia

Aquel truco de Copperfield dependía de la televisión para funcionar, y la magia actual ha evolucionado hasta depender de nuevos avances tecnológicos para impresionar al público. Marco Tempest, por ejemplo, se autodenomina un "ciberilusionista", alguien que saca provecho de los últimos avances tecnológicos para presentar trucos que entretengan y sorprendan a su audiencia. Uno de sus trucos más célebres utilizaba tres iPods con secuencias de vídeo sincronizadas, algo que luego es posible realizar gracias a una app disponible gratuitamente en la App Store.

"La magia tiende a atraer la atención del público por modas", explica Tempest, que añade que "empecé a hacer magia cuando no era tan popular, así que tenía que buscar una manera de competir con otras formas de entretenimiento. Incorporé la tecnología, el mismo tipo de tecnología que utilizan las películas de Hollywood. Era una estrategia muy buena para crear actuaciones más espectaculares e interesantes". Tempest se sirve de la realidad aumentada, la realidad virtual, la robótica y está investigando con el seguimiento de mirada, o gaze tracking.

"¿Cómo sería si los ordenadores vieran lo que estamos mirando, que significaría eso en nuestras vidas si tuviéramos seguimiento de mirada y pudiéramos mover cosas con nuestros ojos?", señala Tempest. Lo que él quiere emplear "son tecnologías que aún son casi magia, tecnologías que aún son nuevas y son adelantadas a su tiempo", como ese seguimiento de mirada, por ejemplo. De momento, no obstante, los magos más tecnológicos emplean gadgets muy comunes, como los iPad, para realizar trucos que combinan lo digital con lo analógico, como es el caso de Simon Pierro, uno de los ilusionistas más al alza.

Sus trucos con tablets y televisores están en la línea de algo que también expresa Tempest, que es el acercamiento al público de una nueva manera de ver el mundo:

"Utilizaremos estos aparatos móviles, que siempre estarán con nosotros, para experimentar el mundo de una manera inimaginable".

La magia de la robótica

Se puede decir que la tecnología ha sustituido a aquella clásica figura del ayudante del mago, la joven, generalmente, que le daba sus útiles o que era seccionada en tres en aquellas cajas mágicas. Ahora, de hecho, la ayudante puede ser hasta un robot, que es la idea que Tempest lleva ya un tiempo desarrollando: "he pasado los últimos ocho meses creando software para que un robot pueda interactuar conmigo en el escenario, y la pregunta era cuánta independencia hace falta, cómo de autónomo tiene que ser este robot para que parezca que es autónomo y tiene un propósito general y alguna inteligencia. De alguna manera, la pregunta era cuánta coreografía podemos usar. Con un poco de magia podemos hacer que ese robot parezca que me está respondiendo de verdad". Éste es el resultado.

Este truco de Tempest es, como él mismo reconoce, una modernización de los automátas que se utilizaban en los siglos XVIII y XIX, como el Turco de Wolfgang Von Kempelen, que daba la sensación de poder jugar al ajedrez con los miembros del público. La robótica en aquella época se limitaba a esconder a una persona bajo la mesa del autómata, pero tal y como está avanzando la inteligencia artificial, podría conseguirse algo bastante más real.

Los magos, de hecho, colaboran en ocasiones con científicos de diferentes disciplinas para crear nuevos trucos de magia que se sirvan de las últimas tecnologías. Kieron Kirkland es un mago que trabaja con el Media Lab del MIT para desarrollar nuevas maneras en las que magia y ciencia puedan beneficiarse mutuamente. "Desde la perspectiva de la tecnología, la manera en la que piensa un mago creo que es una cosa realmente brillante de intentar encajar en el trabajo que se está haciendo en tecnología", aseguraba Kirland a la televisión australiana ABC.

El MIT organiza un taller en el que se presentan varias ideas encaminadas hacia esa colaboración, y Kirland apuntaba que, en uno de los últimos realizados, "tuvimos un gong que leía la mente. Había globos que explotaban sólo con el poder de tu mente. Tuvimos una muñeca vudú a la que, si la estrujabas, el mago sentía el dolor, incluso aunque estuviera en una habitación diferente".

Una magia moderna

Este aprovechamiento de lo que los avances tecnológicos pueden aportar a la magia la ha ayudado a superar ilusiones que, aunque siempre funcionan, terminan dando la sensación de que las hemos visto muchas veces. Lo cierto es que muchos de los trucos más clásicos que los ilusionistas realizan todavía han cambiado poco desde hace décadas, y unos cuantos de ellos los desveló en su momento el Mago Enmascarado, alter ego del mago Val Valentino.

Lo que Valentino mostraba eran cajas con dobles fondos, ilusiones ópticas, cartas dobles... Los trucos más viejos del arsenal mágico. Hasta un mago como David Blaine se dedica a algunas de las cosas más clásicas, como el escapismo puro y duro o los trucos de cartas muy de cerca, algo en los que ya eran grandes maestros Juan Tamariz o René Lavand. Ambos se basan en la asunción de que la mano es siempre más rápida que el ojo, que éste percibe cosas que al cerebro no le da tiempo a procesar y, por tanto, es más fácil de engañar.

Con la entrada de la tecnología, se puede ir un paso más allá. "La magia podría introducir algunos de estos avances en la vida real antes de lo que podría hacerlo la ciencia", señala Tempest, que apunta que la realidad aumentada y la realidad virtual "lo cambiarán todo. No tan rápido como podríamos pensar, pero no será como la televisión en 3D, que llegó y se fue. (...) Experimentaremos el mundo en muchas nuevas capas mágicas. Crearemos mundos que podremos habitar que ahora mismo son difíciles de imaginar".

Y, además, esta utilización de la tecnología en la magia puede también tener aplicaciones solidarias, que constituyan una mejora notable en la vida diaria. En palabras de Tempest, "mi aspiración es idear cosas que sean muy útiles para mucha gente. ¿Cómo sería si pudiéramos transferir esta especie de superpoderes, de poderes mágicos, a niños que pueden ser un poco tímidos al moverse. Hay estudios sobre cómo la magia puede ayudar a rehabilitar a niños que han sufrido un ataque, que pueden tener miedo de utilizar una mano. Si les enseñas un truco, pueden olvidarse de que están usando esa mano".

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