Tenemos una nueva pista que une enfermedades que van del Alzheimer a la depresión: la acidez del cerebro

El pH del cerebro podría ayudarnos a identificar algunos trastornos que aún se escapan a las herramientas diagnósticas

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En sociedades cada vez más envejecidas, la detección y comprensión de enfermedades y trastornos neurodegenerativos ha ido adquiriendo cada vez mayor relevancia. Un nuevo estudio nos ha dado nuevas pistas que nos llevan a saber mejor lo que ocurre en nuestro cerebro con este tipo de trastornos.

Cerebro y pH. La clave del nuevo estudio está en la acidez del cerebro, su nivel de pH. El equipo responsable del análisis halló una relación positiva entre impedimentos cognitivos en una multitud de trastornos neuropsiquiátricos y neurodegenerativos (desde discapacidades intelectuales hasta el mal de Alzheimer, pasando por esquizofrenia y depresión), y cambios en los niveles de acidez en el cerebro.

Los cambios en acidez observados por el equipo (en modelos animales) venían asociados a cambios en los niveles de lactato (una forma de ácido láctico). Los investigadores concluyeron que problemas metabólicos en el cerebro llevarían a alteraciones en niveles de pH y lactatos en el cerebro en los modelos animales en los que se habían identificado estos problemas  neuropsiquiátricos y neurodegenerativos.

Marcador del trastorno. Los autores del estudio proponen así que niveles altos de lactato y disminuciones del pH (es decir, aumentos de la acidez) puedan ser propuestos como “componentes primarios” de las enfermedades analizadas.

“Esta investigación podría ser una pasarela hacia la identificación de objetivos terapéuticos comunes en varios trastornos neuropsiquiátricos,” explicaba en una nota de prensa Tsuyoshi Miyakawa, uno de los autores del estudio.

Lactato, acidez y funcionamiento del cerebro. Una posible explicación den esta relación tiene que ver con el impacto generado por cambios en los niveles de lactato, unos cambios que podrían estar influyendo en la capacidad de las neuronas para transmitir información. A la vez que alteran la acidez de nuestro encéfalo.

131 científicos, 105 laboratorios. Detrás del estudio se encuentra el International Brain pH Project Consortium, que agrupa a 131 científicos adscritos a 105 laboratorios repartidos en siete países. No es el primer estudio que relaciona trastornos cerebrales con el nivel de acidez de encéfalo: entre 2017 y 2018 varios estudios observaron relaciones semejantes.

El equipo examinó los cerebros de diversos animales (ratones, ratas y pollos), en los que se habían inducido circunstancias similares a las que se dan en determinados trastornos neuropsiquiátricos y neurodegenerativos. De los 109 modelos estudiados, alrededor del 30% mostraban los mencionados cambios en los niveles de acidez.

“Este es el primer y mayor estudio sistemático que evalúa los niveles de pH y lactato en todo un rango de modelos animales para trastornos neuropsiquiátricos y neurodegenerativos,” señalaba Hideo Hagihara, quien lidera el trabajo publicado recientemente en la revista eLife.

Diversidad en los resultados. En el trabajo los autores destacaban algunas tendencias observadas en sus experimentos. Por ejemplo observaron relación entre los niveles de lactato y el funcionamiento de la memoria.

También observaron una variedad de respuestas entre los modelos animales en los que se analizaba el autismo, con algunos mostrando incrementos en pH y caídas en niveles de lactato, contrario a lo que se observaba en otros casos. Los autores explican que esto podría ser indicio de la existencia de “subpoblaciones” dentro del llamado espectro autista.

Formas de adelantarse a la enfermedad. Si logramos ser capaces de establecer una relación semejante en el caso del cerebro humano, podríamos obtener un nuevo biomarcador para trastornos de este tipo, incluso nuevas herramientas diagnósticas.

“Futuros estudios se centrarán en descubrir estrategias de tratamiento que sean efectivas a lo largo de diversos modelos animales con cambios en el pH cerebral”, continuaba explicando Miyakawa. “Esto podría contribuir significativamente a tratamientos personalizados para subgrupos de pacientes caracterizados por alteraciones específicas en el metabolismo energético del cerebro.”

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Imagen | Robina Weermeijer

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