El mercado de las drogas vive estos días una situación agitada y atípica. Por un lado, los narcotraficantes celebran una sobreproducción de cocaína sin precedentes en la última década. Por el otro, hay tanta droga en el mercado europeo que su precio se ha reducido a casi la mitad. Ambos eventos se producen, en parte, por un motivo inesperado: la prohibición de Colombia de fumigar con químicos.
El contexto. El volumen de cocaína que entra por las costas españoles se está intensificando. Este mes en Cambre, La Coruña, los agentes de la Udyco de la Policía Nacional y del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) incautaron en una nave casi 8 toneladas de cocaína que habían entrado por el puerto de Vigo camufladas en contenedores de atún. Se trata de uno de los alijos más grandes de la historia de Galicia.
Si bien la península ha sido desde hace décadas una de las mayores puertas de entradas a Europa de cocaína proveniente de Latinoamérica, las autoridades alertan de que España ha superado este año otro récord de incautaciones de este estupefaciente: 20.000 kilos más que en 2022, cuando las cifras ya eran significativamente grandes.
La prueba: su precio. Pero con la avalancha actual, el continente no está siendo capaz de consumir toda la cocaína que produce Colombia. Y, en consecuencia, con tanta oferta, el producto se ha devaluado. Un indicador claro de la abundancia de esta droga que entra en el país. Tal y como explica el gerente de la Fundación Gallega contra el Narcotráfico, Fernando Alonso en este artículo de ABC, si hace dos décadas el precio del kilo de cocaína colombiana en Galicia llegaba a 30.000 euros, ahora su precio ronda los 17.000 euros.
¿Por qué? El fenómeno tiene una explicación global y, lo que es más sorprendente, ecológica. Detrás de esta sobreproducción de cocaína, además de un aumento de las hectáreas de cultivo destinado a este fin, está la prohibición reciente de Colombia de las fumigaciones aéreas con glifosato (un químico tóxico) contra los cultivos de hoja de coca ilícitos. El Gobierno impuso esta medida con el objetivo de frenar la pérdida de cobertura vegetal ya que su contenido químico estaba alterando los ecosistemas.
Este herbicida, supuestamente cancerígeno, puede provocar la contaminación de la tierra y dañar a la fauna que habita en las regiones donde se cultiva la hoja de coca. Aunque uno de los fines del uso de este producto era erradicar cultivos ilícitos, el Consejo del Estado de Colombia entiende que no se hacía de la manera más adecuada porque estaba afectando también al medio ambiente. Lo que no se imaginaban los narcotraficantes de la región es que esta medida iba a disparar la producción de la droga y que su efecto directo iba a ser una caída drástica del precio del producto por la abundante oferta.
Vía libre para el narcotráfico. Hay que tener en cuenta que esta fumigación era hasta ahora la única forma de destruir los cultivos de cocaína, la mayoría escondidos escondidos en zonas recónditas y selváticas, muy difíciles de acceder por tierra. Ahora se hace de forma manual, lo que conlleva más tiempo y riesgos. Según indican las autoridades colombianas, el camino no sólo está repleto de exguerrilleros controlando el territorio, sino que el suelo se ha llenado de minas explosivas como estrategia disuasoria. Según la base de datos de "Descontamina Colombia", desde marzo de 2020 hasta febrero de 2021 hasta 74 civiles fueron heridos por minas antipersonas.
España, clave para el mercado. En los últimos años, nuestro país se ha convertido en un enclave esencial para el mercado de la cocaína en Europa, ya que la mayoría de narcotraficantes la introducen en el continente a través de los puertos peninsulares. Gran parte de este plan lo llevan a cabo mafias albanesas, serbias y croatas, como el llamado cártel de los Balcanes, que se ha expandido recientemente y que ya controla los envíos desde las mismas plantaciones en Latinoamérica hasta la distribución en Europa.
Según las autoridades, durante los últimos meses, las organizaciones narcotraficantes están usando la inestabilidad política y crisis social que atraviesa Ecuador como autopista para enviar cargamentos de cocaína a Europa a través del río Guayas, enlace directo al océano Pacífico y el punto de partida para alcanzar los puertos europeos. Aunque los españoles de Algeciras, Valencia y Barcelona son algunos de los “coladeros” preferidos por los narcotraficantes, el podio lo siguen liderando los de Amberes (Bélgica) y Rotterdam (Países Bajos).
Imagen: Flickr (Policía Nacional de los colombianos) / Agencia Prensa Rural
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