Pablo Casado se equivoca: la inmigración tiene más efectos positivos que negativos

Pablo Casado se equivoca: la inmigración tiene más efectos positivos que negativos
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"No es posible que haya papeles para todos, ni es sostenible un estado de bienestar que pueda absorber a los millones de africanos que quieren venir a Europa y tenemos que decirlo, aunque sea políticamente incorrecto. Seamos sinceros y responsables con esta cuestión". Las palabras no las firma Marine Le Pen ni Geert Wilders, sino Pablo Casaso, nuevo y rutilante líder del Partido Popular. Un tuit premonitorio que, pocos días después de su elección, sientan las bases de la futura política inmigratoria de la formación conservadora. Una escorada (aún más) hacia la derecha.

Pese a que la cuestión migratoria se había mantenido en un segundo plano en el ecosistema electoral español, jamás había sido ajena al mismo. El propio Partido Popular se sirvió de la inmigración para atacar con dureza al primer gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, llegando a incluir el célebre "contrato de integración" en la campaña y en el programa electoral de 2008. Años después, su gobierno implementaría el "test de españolidad" para los migrantes.

Hasta ahora. También Ciudadanos había coqueteado con anterioridad con retóricas similares (especialmente en materia sanitaria), pero jamás un mensaje similar al de Casado se había verbalizado con tanta claridad como ayer. Las declaraciones del líder popular ilustran dos cosas: que el PP sufre las consecuencias de la presión electoral por su derecha, y no por el centro, por primera vez en muchos años; y que la cuestión migratoria podría llegar a España para quedarse.

¿Pero cuál, exactamente? Casado hace referencia a los "millones de africanos" que se agolpan a las puertas de Europa, puertas custodiadas por los países del Mediterráneo y muy especialmente por España (en Ceuta y en Melilla, altísimas verjas mediante). La brecha gorda atribuye una incapacidad latente a los estados europeos de asimilación de la inmigración, además de un coste económico inviable para las sociedades europeas. Es una descripción muy disputada por la estadística.

En realidad, la inmigración tiende a tener más efectos positivos que negativos a largo plazo, muy especialmente en materia económica. La inmigración no sólo suele ser "sostenible" para los estados receptores, sino que contribuye a la propia "sostenibilidad" de los servicios sociales. He aquí algunos ejemplos que evidencian hasta qué punto la "sinceridad" que exige Pablo Casado choca con lo planteado en sus declaraciones.

Los inmigrantes aportan más de lo que reciben

La asunción tradicional dice que los inmigrantes son una carga para el estado porque dependen de las ayudas públicas y, al ser más pobres, tienden a consumir más recursos monetarios. No es cierto. Un informe de La Caixa elaborado hace siete años ilustraba cómo las poblaciones migrantes arribadas a España durante la década de crecimiento económico aportaron más dinero a las arcas del Estado del que recibieron. Entre "dos y tres veces más", para ser exactos.

En 2006, el gobierno lo cuantificó: los inmigrantes absorberían el 5,4% del gasto público, frente al 6,6% de las aportaciones. ¿Por qué? Por un lado, el grueso de la inversión pública a cargo de la administración va destinada a las pensiones, cuyos depositarios son en un 99% españoles; por otro, las estadísticas indican que los inmigrantes acuden menos tanto al médico de cabecera (un 7% menos) como al especialista (un 16%). Otros estudios son más drásticos, y señalan que solo un 12% de los inmigrantes acuden al médico frente a un 50% de los españoles.

¿Por qué? Por un lado, tienden a ser poblaciones jóvenes con buen estado de salud. Por otro, el absentismo laboral es crítico para un inmigrante, cuyo trabajo es imprescindible, lo que les empuja a buscar soluciones rápidas (con el menor número de bajas) a sus problemas.

Los inmigrantes generan economía

Como se explica aquí, hay diversos estudios que han cuantificado el impacto global de la inmigración en la economía de los estados modernos. Los resultados colocan un enorme interrogante sobre la visión catastrofista de Casado y otros políticos europeos.

Uno de los más notables, el realizado por la National Academy of Sciences de Estados Unidos el año pasado, ilustra cómo para el caso estadounidense los efectos de la inmigración han sido muy positivos. Por un lado, no ha provocado un descenso de los salarios o del estatus laboral de las poblaciones nativas (la célebre competencia a la baja se produce entre inmigrantes de primera y segunda generación); por otro, su llegada tiene un impacto positivo a largo plazo en el consumo, en el empleo y en la renta per cápita. En esencia, la economía crece.

¿Por qué? Como ilustran otros estudios, contribuyen fiscalmente a las arcas del estado (en España el saldo positivo se ha calculado en unos 5.000 millones de euros), aumentan de forma natural la población activa (hay más oferta laboral), y contribuyen a sostener y disparar el consumo de diversos bienes y servicios (lo que termina redundando en los proveedores y comercios locales). Es decir, expanden la base de la economía por pura aritmética poblacional.

Y una ventaja competitiva

Otro estudio realizado por la Universidad de Harvard y también publicado el año pasado acudió a la historia de dos naciones receptoras de inmigración durante el siglo XIX y el siglo XX: Estados Unidos y Alemania. En ambos casos, los investigadores hallaron que aquellas regiones que más volúmenes de inmigrantes recibieron obtuvieron una ventaja competitiva respecto a otras en el corto y en el largo plazo. A día de hoy, contaban con mejores niveles educativos, de bienestar y económicos, y con menores niveles de desigualdad y pobreza.

En gran medida, su posición actual bebía de los beneficios inmediatos de recibir inmigrantes en su momento, incluyendo "una industrialización más intensa y temprana, una mayor productividad agrícola y más innovación". No es de extrañar: como se indica en aquí, procesos de industrialización masivos y tan rápidos como el experimentado por Alemania a finales del siglo XIX y a principios del XX, bien extendido más allá de la Segunda Guerra Mundial, hubieran sido imposibles sin atraer a grandes bolsas de trabajadores migrantes que saciaran la demanda de trabajo.

Contemporizan el envejecimiento demográfico

Lo hemos visto en España: la crisis económica y el regreso de miles de inmigrantes a sus países de origen ha provocado que el crecimiento demográfico se estanque, cuando no se reduzca, durante la última década. Es un problema notable en un país cuya esperanza de vida es muy larga y cuyo envejecimiento demográfico es, a cada año que pasa, más acuciante. La población inmigrante contribuye a equilibrar por defecto una pirámide poblacional de otro modo insostenible.

Esto casa bien con otros trabajos que señalan a los hijos de los inmigrantes como excelentes estudiantes (a menudo sobresalientes) pese a sufrir en mayor grado la pobreza y las desigualdades. Y con otros que señalan a los inmigrantes como más inclinados hacia el emprendimiento y la creación de empresas que los nativos. Los inmigrantes suponen una apuesta de futuro, y a corto contribuyen a aliviar el peso de las pensiones (de las que apenas son beneficiarios).

No aumentan los índices de criminalidad

Es otro de los elementos más habituales a la hora de criticar los efectos de la inmigración en los países receptores: incurren en mayores tasas de criminalidad que los locales. De forma general, no es algo que respalde la estadística. España sufrió la mayor oleada migrante de Europa durante la primera década del siglo XXI, sin que la tasa de criminalidad se resintiera. Siguió en la parte baja de la tabla europea.

En general, medimos mal nuestra percepción de la "criminalidad", ya sea para con los propios inmigrantes o de forma agregada. España es un país muy seguro. Y no hay una especial preponderancia de los inmigrantes a la comisión del delito, como han ilustrado otros estudios que han controlado por población y perfil demográfico. En otros países, como Estados Unidos, la llegada de poblaciones migrantes a determinadas ciudades coincidió con un progresivo descenso de la criminalidad (durante los años noventa, tras el horrible pico de los ochenta).

En Alemania, en plena ola de acogida de refugiados, la criminalidad también bajó. Las correlaciones siempre son débiles, y la prevalencia de una mayor criminalidad entre algunas poblaciones migrantes queda mejor explicada por situaciones de exclusión social, desigualdad o marginalidad que por su mera condición de migrantes.

Y sobre todo: no son "millones de africanos"

Imagen: Victor J Blanco

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