2022 ha supuesto un punto de no retorno para la gran industria tecnológica. Tras años de crecimiento y pomposa expansión, algunas de las grandes empresas del mundo se han topado con los problemas mundanos que atraviesan al conjunto de pequeñas empresas del mundo. Encarecimiento de las materias primas, inflación, balances de cuentas que no cuadran, proyectos que encallan, plantillas que deben ser recortadas.
Se trata de un escenario inédito para el "big tech". Amazon, Meta, Apple o Tesla se convirtieron en las grandes campeonas del capitalismo contemporáneo gracias a una mezcla de disrupción tecnológica, innovación empresarial, escalabilidad y gigantesca valoración bursátil. A su expansión siempre le acompañó un lenguaje un tanto mesiánico, personificado en sus CEO, profetas de la buena nueva tecnológica que habría de cambiar el futuro de la humanidad. En buena medida, así ha sido.
Sucede que toda transición toca en algún momento a su fin. Lo hemos visto a cuenta de los teléfonos móviles: sencillamente no tienen nada nuevo que contar, toda vez han revolucionado la vida doméstica y de millones de personas. Hoy las grandes tecnológicas afrontan un problema que otras industrias disruptivas afrontaron en el pasado: la normalidad. La crisis. La regresión a la media. Las puertas del campo.
Nada resume mejor el estado de impás que atraviesa el sector que la oleada de despidos anunciada por todas las grandes empresas durante el año pasado. La última en sumarse a la tendencia ha sido Amazon, con más de 18.000 ceses anunciados para el primer tercio de 2023. En global, el volumen de despidos ejecutado por la industria tecnológica se asemeja al reguero de víctimas que dejó el estallido de la "burbuja puntocom". Las causas de uno y otro episodio difieren, eso sí.
Aproximadamente unos 120.000 profesionales han perdido su trabajo sólo en Estados Unidos. El grueso de bajas se anunció en noviembre, cuando Meta (11.000), Amazon (10.000) y Twitter (3.700, en torno al 50% de la plantilla) introdujeron recortes drásticos. La desaceleración de suscripciones y del comercio electrónico pasaron factura a Amazon; los titubeos publicitarios y en materia de metaverso han causado y seguirán causando problemas en Meta; y la entrada caótica y revolucionaria de Musk marcó un antes y un después para Twitter, el patito feo del "big tech".
Ni siquiera Tesla (3.500 empleados en junio) ha esquivado la bala. Apple sí, pero a costa de no contratar a nuevos trabajadores durante el próximo año. Google, por su parte, ha calificado a 10.000 empleados como "de bajo rendimiento", el anticipo de algo más. Este gráfico de VisualCapitalist ayuda a comprender la escala del fenómeno: los despidos tecnológicos han supuesto una parte sustancial de todos los despidos estadounidenses en 2022. Algo meritorio si pensamos en su aportación a la fuerza laboral total del país (en torno al 3%).
¿A qué se debe la ola de despidos? Los motivos son variados. Desde empresas ineficientes que jamás han sido rentables y que sólo han gozado de enorme viabilidad financiera gracias al apoyo de los inversores (Twitter) hasta unos tipos de interés altísimos y una inflación descontrolada, pasando por un exceso de contrataciones en los años precedentes (este gráfico habla por sí solo). Por primera vez, una crisis económica global sí se ha cobrado su pieza en el sector tecnológico. El emperador no estaba desnudo, pero sus ropajes y adornos estaban inflados.
Un ejemplo paradigmático de todo ello sería Meta, empresa embarcada en una gran transición hacia un titubeante metaverso. Zuckerberg ha invertido ya $13.000 millones de euros en su particular proyecto, sin que por el momento los resultados (estéticos, reputacionales o técnicos) sean demasiado asombrosos. Las grandes tecnológicas han querido hacerlo todo en muy poco tiempo (coches autónomos, VR, publicidad, teléfonos móviles, software, nube, pagos) y la crisis ha reescalado su enfoque. Al menos momentáneamente.
Es improbable que 2022 suponga el "fin" de su éxito tal y como lo supuso el año 2000. Las causas de la ola de despidos, como hemos mencionado, no se deben a una burbuja inflada artificialmente. Pero sí supondrá un punto y seguido en su peculiar ascenso hacia el estrellato de la economía globalizada. Uno congelado ahora por miles de despidos.
Imagen: Visual Capitalist