La Cámara de los Comunes escenificó ayer la imposibilidad de reconciliar preferencias diversas, y en ocasiones divergentes, en una opción binaria de "sí" o "no". Los representantes británicos votaron hasta ocho resoluciones distintas sobre el Brexit. Ninguna obtuvo una mayoría, siquiera simple. Todas fueron rechazadas en mayor o menor grado, ilustrando el estado de parálisis que atenaza a Reino Unido y que le asoma al abismo del "no deal" a escasas dos semanas.
¿Qué? Los Comunes votaban varios "indicative votes" sin vinculación legal. Eran importantes, no obstante, porque detraían el control del proceso del gobierno de Theresa May y lo consagraban a la cámara. El objetivo, en teoría, era aclarar qué quería Reino Unido del Brexit. Cuestión, como vimos hace algunos días, aún misteriosa. De ahí que se presentaran hasta ocho mociones, ocho alternativas, a la ruptura con la UE.
¿Cuáles? Una amplia panoplia de posibilidades, en ocasiones contradictorias.
- El Acuerdo de May. Otra vez.
- Ruptura sin acuerdo. "No deal".
- Un referéndum sobre el Acuerdo de Salida.
- Una unión aduanera.
- Un Brexit manteniendo el mercado común.
- La revocación del Artículo 50.
- La vía Noruega.
- Un plan alternativo laborista.
Todas fueron derrotadas. Ninguna cuenta con un apoyo sustancial de la Cámara de los Comunes. Los titulares de la prensa británica hoy son históricos: "Parliament finally has its say: No. No. No. No. No. No. No. No". Desde un punto de vista superficial, la votación de anoche evidencia el carácter casi pueril de los Comunes. Tan sólo tienen una respuesta a los problemas que amenazan a Reino Unido: no.
¿Es así? Relativamente. La sesión permite algunas lecturas. Por ejemplo: hay una clara mayoría contra el "no deal". 400 diputados votaron en contra frente a 160. También se atisban dos posibles consensos: por un lado, el referéndum de confirmación (ya sea al Acuerdo de May, de aprobarse, o a cualquier otra decisión que tomen los Comunes). Obtuvo 268 apoyos. Ninguna otra moción llegó tan lejos.
Por otro, la unión aduanera. Es decir, un Brexit suave. Fue la opción que menos votos en contra cosechó, 272, la mayoría del Partido Conservador, y la que más cerca se quedó de obtener una mayoría (a ocho votos, gracias al apoyo unánime del Partido Laborista).
¿Entonces? Vuelta a la casilla de salida. Tanto conservadores como laboristas fragmentaron su voto en un sinfín de cuestiones, lo que complica cualquier acuerdo. No hay consenso para ninguna opción. Theresa May ofreció ayer su dimisión si los Comunes aprobaban su Acuerdo de Salida. Su objetivo era convencer a los tories rebeldes, el núcleo duro brexiteer. Fracasó: sólo 25 representantes, entre ellos Jacob Rees-Mogg, le tendieron la mano.
Los diez diputados del DUP, claves, se negaron. El acuerdo estaba muerto.
El Acuerdo. De modo que May sigue siendo primera ministra. Y sigue teniendo un objetivo entre ceja y ceja: aprobar su acuerdo con Bruselas, aún tóxico y ayer, de nuevo, rechazado por la Cámara (pero por un margen más estrecho que en las dos ocasiones anteriores). Es probable que intente llevarlo a los Comunes por tercera ocasión, quizá el viernes. Para eso debería modificar alguna parte sustancial de su propuesta.
Tic toc. El tiempo vuelve a jugar en contra de Reino Unido. Descartando el Acuerdo de May, el parlamento tiene tres opciones sobre la mesa: revocar el Artículo 50 (184 votos anoche, improbable), solicitar un aplazamiento largo y quizá indefinido a la Unión Europea (cuestión anatema para muchos brexiteers) o agotar plazos, encomendarse a un rosario y aceptar el "no deal". Quedan dos semanas.
Imagen: Michael Probst/AP