Hace ya unos cuantos años, en agosto de 1991, un grupo de paleontólogos desenterró en Saskatchewan, Canadá, un amasijo de huesos de lo que parecía ser un dinosaurio que había vivido a finales del Cretácico. El descubrimiento les entusiasmó tanto que se cuenta que esa misma noche la expedición lo festejó brindando con un buen whisky escocés. En un guiño a aquella celebración hoy a la criatura prehistórica se la conoce dentro y fuera de Canadá como “Scotty”.
Motivos tenían para hacerlo: los vestigios del valle del río Frenchman pertenecían, como se constataría años después, en 2019, al Tiranosaurio rex (T-rex) más grande jamás descubierto.
Llegar a esa conclusión les llevó su tiempo porque los huesos de Scotty estaban atrapados en arenisca dura, lo que alargó la minuciosa labor de retirar las piedras, ensamblar todos los restos y estudiarlos después comparándolos con otros fósiles similares. El esfuerzo fue considerable, pero valió la pena. Ante los paleontólogos tomó forma “el rex de rexes”, como bromeó en su día Soctt Person, investigador del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de Alberta.
Juegos de palabras aparte, Scotty destacaba desde luego por sus enormes dimensiones.
Los estudios revelaron que cuando se paseaba por los valles de lo que hoy es Saskatchewan, el viejo T-rex pesaba alrededor de 8.870 kg, considerablemente más que un elefante africano, y medía 12 metros de largo. Visto en el museo podía ser fascinante. Encontrarse ante sus fauces abiertas hace 66 millones de años era sin embargo una experiencia que pocas criaturas querrían vivir.
¿Y si Scotty fuera normalito?
Ahora, tres décadas después del hallazgo de Scotty, tenemos indicios para pensar que si bien el T-rex de Canadá era enorme, al menos para los parámetros que estamos acostumbrados a manejar, quizás no lo fuera tanto entre sus iguales. Es más, los cálculos con la información que manejamos a día de hoy nos han permitido hacernos una pregunta que apunta en una dirección bien distinta: ¿Y si ese Scotty que lleva años fascinándonos —y aterrándonos— fuese en realidad un T-rex de lo más normal, lejos, muy lejos, de las enormes dimensiones alcanzadas por otros ejemplares?
Esa es la pregunta que un equipo de expertos de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados lleva tiempo defendiendo. Hace dos años, Jordan Mallon, investigador del Museo Canadiense de la Naturaleza, y David Hone, de la Universidad Queen Mary de Londres, expusieron un ejercicio teórico que ha llevado a una conclusión fascinante: los T-rex podrían haber alcanzado dimensiones bastante superiores a las que creíamos hasta ahora.
Sus estimaciones apuntan en concreto a que el T-rex más grande pudo alcanzar los 15.000 kilogramos, mucho más que un autobús escolar de 11.000 kilos. El dato supondría un 70% más que lo que nos sugieren los fósiles que manejamos y lo que nos dicen los huesos del viejo Scotty. “Eso casi duplica el tamaño de T-rex”, explicó Mallon a la publicación Live Science.
Para sus cálculos los científicos partieron del registro fósil y un dato llamativo: se calcula que por la Tierra llegaron a pasearse 2.500 millones de Tiranosaurios Rex, una más que considerable cantidad de ejemplares que se movieron durante 127.000 generaciones. A pesar de esa cifra, la realidad es que solo manejamos unas cuantas decenas de fósiles adultos: 32, para ser más precisos, según cálculos publicados en 2021 en Nature. El dato equivale a solo uno de cada 80 millones de T-rex. Poco. Muy poco. Y, claro está, eso limita nuestra propia capacidad para conocerlos.
Mallon y Hone partieron de esa base y analizaron las cifras de población y la esperanza de vida promedio para crear un modelo de T-rex “lo más grande posible”, según precisa Live Science.
Durante su investigación tuvieron en cuenta posibles variaciones basadas en el dimorfismo sexual, el fenómeno que explica que los leones y leonas o gallos y gallinas resulten tan diferentes. Teniendo en cuenta este factor y partiendo de que el Tiranosaurio rex fuera dimórfico su modelo señalaba que podría alcanzar los 24.000 kilogramos, posibilidad que acabaron descartando porque —reconoce Mallon— de ser cierta los científicos ya habrían encontrado individuos más grandes.
El otro modelo, sin dimorfirmos, sí les permitió modelar una curva de crecimiento a lo largo de la vida del dinosaurio y estimar qué dimensiones podría haber alcanzado como adulto. El equipo reconoce en cualquier caso que de momento, y a la espera de desenterrar fósiles que corroboren sus cálculos, lo que manejan es únicamente “un experimento mental con algunos números detrás”.
“Esto nos recuerda que lo que sabemos sobre los dinosaurios no es mucho, ya que los tamaños de muestra son muy pequeños”, reconoce a la web WoerdsSidekick Thomas Carr, científico de Carthage College, quien no participó en la investigación, pero sí asistió a la conferencia impartida durante la jornada de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados (SPV): “En este momento, no estamos ni cerca del tamaño de muestra necesario, especialmente en comparación con otras especies”.
Imagen | Brett Meliti
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*Una versión anterior de este artículo se publicó en noviembre de 2022
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