Los polos magnéticos del Sol están a punto de invertirse. El problema: su actividad no va a parar de crecer hasta que pase

Va a ser un gran año para los amantes de las auroras. No podemos decir lo mismo de los satélites espaciales

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En algún momento de este año 2024, el Sol va a sufrir una inversión magnética total. Es decir, va a cambiar su polo norte por el sur (y viceversa). Así explicado, puede parecer un fenómeno aterrador, casi apocalíptico; pero nada de eso, no lo vamos ni a notar.

No es la inversión magnética lo que preocupa a los expertos, es lo que puede ocurrir justo antes.

Un fenómeno que ocurre cada 11 años. En términos generales, el Sol funciona por ciclos. Cada uno de esos ciclos solares es un periodo de aproximadamente 11 años en el que la actividad impulsada por el campo magnético del Sol va cambiando de intensidad.

El máximo solar (que coincide con la inversión de los polos) es la fase del ciclo en que la actividad alcanza su punto más alto. Eso se traduce en más manchas solares, más grandes y más intensas. En la medida en que esas manchas están relacionadas con las erupciones solares y las eyecciones de masa coronal, es algo que sí nos interesa. Y mucho.

¿Por qué nos interesa? En primer lugar, porque todo eso afecta (aunque sea poco) al clima de la Tierra. En un contexto como el actual, en el que el balance energético de la Tierra (la diferencia entre la energía que entra en la atmósfera y la que sale hacia el espacio) es inusualmente alto y no para de crecer, cualquier inyección de energía extra puede desequilibrar más el clima en el planeta.

Y, en segundo lugar, por seguridad electromagnética: el famoso "gran apagón". La Tierra tiene su propio campo magnético que actúa como un escudo protector para nosotros, nuestra atmósfera y nuestra tecnología. Desde al menos 1859, cuando el evento Carrington generó tal intensidad que "los cables del telégrafo estaban a punto de fundirse", sabemos que nuestra tecnología y el Sol no se llevan todo bien.

El problema es que, a diferencia de 1859, ahora el mundo depende de una forma crítica de ella.

La gran tormenta, las pequeñas tormentas. El "gran apagón" es un asunto tan serio como especulativo. En 2008, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos confeccionó un informe estudiando qué pasaría si otro evento de un tamaño parecido al de Carrington nos alcanzara hoy en día. Y las conclusiones fueron que otro evento parecido produciría una interrupción sin precedentes en el metabolismo social, político y económico del mundo.

Nada ha cambiado significativamente desde entonces y, aunque no hay indicios para pensar que vayamos a sufrir un fenómeno de este tipo de forma inminente, tampoco sabemos predecirlo. El Carrington ocurrió justo al final del ciclo solar 11 y (con esta mosca detrás de la oreja) el aumento de la actividad solar que ocurre cada once años no puede dejar de poner nerviosos a los expertos.

Sobre todo, porque el problema va más allá de "la gran tormenta": las pequeñas tormentas solares también están llenas de inconvenientes para una sociedad como la nuestra en la que los satélites tienen un uso cada vez más intensivo.

Un problema más: que "estamos viviendo estamos viendo el sol más activo en los últimos 20 años", explicaba Paul Charbonneau, físico solar de la Universidad de Montreal, en Vox.com. De hecho, este ciclo solar ha sido bastante más activo de lo esperado y el máximo solar ha llegado casi un año antes de lo que decían los modelos.

Y, aunque he dicho que es un problema, también es una enfermedad. Al fin y al cabo, pese a llevar casi 200 años estudiando nuestra estrella de forma sorprendentemente minuciosa, no sabemos demasiado sobre ella. La muestra está, por ejemplo, en que hemos fallado en muchos meses nuestros pronósticos sobre la evolución del ciclo solar actual.

Observando el máximo solar y la inversión magnética total de los próximos meses, los científicos van a poder realizar análisis con sistemas completamente nuevos y poner a prueba teorías avanzadas. El objetivo es claro: que el próximo Carrington nos pille preparados.

Imagen | NASA

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