La NASA ha calculado cuánto tiempo tendríamos para prepararnos ante una devastadora tormenta solar y se ha puesto manos a la obra para conseguir ese tiempo

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En 1989, una tormenta solar causó problemas en Quebec durante más de 12 horas; llevando el "cero energético" a millones de Canadienses y obligando a cerrar escuelas y todo tipo de negocios. Y eso no es nada: el evento Carrington, 130 años antes, había "hecho fosfatina" las redes de telégrafos de todo el mundo. Hoy, una tormenta parecida condenaría al planeta a cortes de luz persistentes, problemas electrónicos de todo tipo y, seguramente, una interrupción sin precedentes del ecosistema mundial de comunicaciones.

El asunto es que, tarde más o tarde menos, esa tormenta llegará.

Lo que dice la NASA. Como es evidente, la respuesta de la agencia norteamericana ante esto tiene muchas ramificaciones, pero hay una tan simple como disruptiva: "necesitamos una sirena".

De hecho, con esas tres palabras se resume bien el corazón de uno de los proyectos más interesantes de los últimos tiempos para garantizar la seguridad de las comunicaciones a nivel planetario: el proyecto DAGGER.  Y es que, "al igual que las sirenas que alertan cuando una tormenta o tornado amenazan la vida en Estados Unidos", el sistema "Perturbación geomagnética de aprendizaje profundo" combina modelos de aprendizaje profundo y datos satelitales de la NASA para construir una enorme alarma mundial que nos alerte de "meteorologías espaciales especialmente peligrosos".

¿Peligros espaciales? Y, aunque no se materialicen, son muchos. Al fin y al cabo, el Sol lanza material solar al espacio de forma constante. Ese material puede adquirir la forma de un flujo constante (lo que denominamos, ‘viento solar’) o de ráfagas más breves y enérgicas (las erupciones solares). Ese es el pan nuestro de cada día.

Bastante a menudo, ese material se encuentra con la Tierra y, al golpear el "campo magnético" del planeta, crea las famosas tormentas geomagnéticas que perturban los sistemas tecnológicos (y nos tienen entretenidos de vez en cuando).

Un momento especialmente peligroso. A todo esto que estamos comentando, hay que sumar otra cosa: el Sol no es tan estable como parece desde la Tierra. Su actividad oscila en ciclos de unos 11 años de duración y el último de esos ciclos, el 25, empezó en diciembre de 2019. Aunque aún no hemos llegado al pico (debería ocurrir en 2025), la actividad del Sol ha venido superando todas las expectativas. Nadie sabe muy bien qué nos podemos encontrar en los próximos años, pero no son buenas noticias.

Entra DAGGER. Investigadores de la NASA, el Frontier Development Lab, el Servicio Geológico y el Departamento de Energía de Estados Unidos están trabajando en encontrar "conexiones entre el viento solar y las interrupciones o perturbaciones geomagnéticas -que causan estragos- observadas en las estaciones terrestres de todo el planeta".

"Los desarrolladores de DAGGER compararon las predicciones del modelo con las mediciones realizadas durante las tormentas solares de agosto de 2011 y marzo de 2015" y "en cada caso, DAGGER pudo pronosticar de manera rápida y precisa los impactos de la tormenta en todo el mundo".

Según explica la NASA, "el modelo puede producir predicciones en menos de un segundo y [estas predicciones] se actualizan cada minuto". No está mal. Aunque, sinceramente, tampoco es demasiado. Ahora mismo, el sistema solo nos puede avisar con media hora de antelación.

¿30 minutos? Efectivamente. No es que sea una cifra al azar, claro. La NASA ha estimado que 30 minutos que es el punto exacto en el que los modelos tienen suficiente resolución como para hacerles caso, pero tenemos margen de maniobra para prepararnos de urgencia en el último momento. 

Es decir, media hora no está mal. Y resulta curioso porque eso significa que muchas de las noticias que podemos leer en los últimos años sobre "tormentas solares acercándose de forma inminente a la Tierra" son infundadas. ¿Quién nos lo iba a decir? 

En Xataka | Aún no estamos preparados para la próxima gran tormenta solar y deberíamos empezar a tomárnoslo en serio

Imagen | NASA

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