"Estamos destruyendo información guardada ahí 4.000 millones de años": el problema de los geólogos, los imanes y los meteoritos

Black Beauty sirvió hace tres años de catalizador para poner sobre la mesa un problema de investigación

Meteorito Marte Magnetismo
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Que los meteoritos pueden guardar información valiosísima en su estructura y composición ya lo sabíamos. Sin embargo ahora hemos descubierto un problema: que esta información es más delicada de lo que creíamos. Tanto que las mismas herramientas que se usan para buscarlos puede dañarla.

Una herramienta problemática. Un estudio acaba de analizar cómo unos simples imanes pueden afectar a los campos magnéticos de las rocas que llegan a nosotros del espacio, los meteoritos. Los imanes son utilizados muy a menudo por cazadores de meteoritos, especialmente amateurs, para identificar este tipo de rocas.

Las nuevas tecnologías y nuestro conocimiento cada vez más amplio de la historia de nuestro planeta y nuestro sistema solar han propiciado que muchos geólogos hayan comenzado a estudiar los campos magnéticos de meteoritos para entender mejor nuestro entorno. Muchos no podrán. Puesto que estos campos habrán sido dañados en el proceso de búsqueda e identificación previa.

Un caso flagrante. Black Beauty es el nombre con el que se conoce un meteorito hallado en 2011 en el Sáhara Occidental. Los autores ponen esta roca como ejemplo del daño que pueden causar los imanes Black Beauty es una roca cuyos cristales se formaron hace 4.400 millones de años en Marte. Esto implica que es más antigua que ninguna otra roca originada en nuestro planeta. La roca debía contener información importante sobre el campo magnético de Marte, que creemos desapareció hace unos 4.000 millones de años.

Pero cuando el paleomagnetista europeo Jerome Garracceca trató de analizar el campo magnético de la rocam, se dio cuenta de que éste había sido alterado. “Es una pena que, con tan solo utilizar imanes, hayamos estado destruyendo esta información científica almacenada ahí por 4.000 millones de años”, aseguraba Garracceca para Science.

Un experimento terrenal. Ahora un equipo franco-estadounidese de investigadores ha estudiado cómo y en qué grado los imanes pueden afectar a los campos magnéticos de los meteoritos que los expertos encuentran. Para ello no tuvieron que manipular y dañar ningún meteorito puesto que utilizaron rocas basálticas de origen terrestre.

Gracias a ellas pudieron medir el efecto de los imanes en los campos magnéticos de las rocas y cómo estos últimos se reseteaban al entrar en contacto con los primeros. También descubrieron que el efecto era gradual, de afuera hacia adentro, por lo que pudieron calcular cuánto podían adentrarse los geólogos en la muestra para encortar fracciones “puras” del campo magnético original de las rocas.

El equipo ha publicado los detalles de su investigación en un artículo en la revista Journal of Geophysical Research: Planets.

Pérdidas para la comunidad científica. “Es como tener esta pieza única [de información] destruida” explicaba también a Science Foteini Vervelidou, una de las autoras del trabajo. “¿Por qué comprarías un cuadro maravilloso y después tirar salsa sobre él?” Incluso el Servicio Geológico de los EE UU recomienda el uso de imanes como forma de detección e identificación de meteoritos.

Sirven para algo. Esto a pesar de estar lejos de ser un sistema infalible. Los imanes, señalan los autores, son buenos a la hora de identificar condritas, un tipo de meteorito relativamente abundante. Sin embargo pueden generar falsos positivos ante rocas como el basalto, rica en hierro. Además, fallan a la hora de detectar muchos meteoritos.

Los autores también ofrecen una alternativa a los buscadores de meteoritos. Los medidores de susceptibilidad magnética. Los campos magnéticos que emplean estos aparatos son lo suficientemente débiles para no afectar a los propios de los meteoritos y por tanto no borran la información en ellos. Además, explican, son más precisos en su habilidad para identificar este tipo de rocas de origen extraterrestre.

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Imagen | NASA

*Una versión anterior de este artículo se publicó en abril de 2023

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