De Vallecas al MIT: el ingeniero que ha demostrado una hipótesis de hace 20 años

De Vallecas al MIT: el ingeniero que ha demostrado una hipótesis de hace 20 años
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Esta es la historia de cómo un pequeño detalle puede cambiarlo todo. De cómo un simple artículo en una web universitaria deriva en la resolución de un problema que los científicos llevaban 20 años investigando. También es la historia de Pablo Rodríguez, un joven ingeniero industrial nacido en el madrileño barrio de Vallecas. Tiene 26 años y lleva desde los 22 trotando por el mundo con sus investigaciones. De Madrid a Philadelphia, de Philadelphia a Milán, de Milán a Madrid y luego a Bruselas, y de allí a Boston. De beca en beca, de premio en premio, de mención en mención y tira porque le toca.

El punto de partida en el casillero de Rodríguez se sitúa en su adolescencia, cuando decide estudiar el bachillerato tecnológico. La física, la química y las matemáticas habían sido siempre sus fuertes y tenía claro que se decantaría por una carrera científica o técnica. Acabó el bachillerato con una matrícula de honor que le permitiría disfrutar de una beca de excelencia en su primer año de carrera y recibió un premio por ser uno de los 100 mejor puntuados en la prueba de Selectividad.

Finalizada esta etapa, movió ficha hacia la Universidad Politécnica de Madrid ( UPM). Allí, en 2009, comenzó a estudiar Ingeniería Industrial. "La elegí porque era la carrera que más opciones presentaba, ya que yo no me decantaba por ninguna especialidad y quería algo que me abriese puertas", comenta Rodríguez a XATAKA. Una videollamada online conecta Madrid y Boston con el pasado, presente y futuro de este brillante joven.

Empezó la universidad con buen pie: en su primer curso recibió otra beca de excelencia, esta vez por tener el mejor expediente de su promoción. Poco a poco se fue encaminando hacia el campo de la energía y decidió especializarse en ello. El último año le concedieron la beca europea EAGLES (Ingenieros como Líderes Globales para la Sostenibilidad Energética, según sus siglas en inglés) y saltó de casilla hacia otro continente. Concretamente a América, a la ciudad estadounidense de Philadelphia. Allí se encontraba la Universidad de Drexel, donde podría cursar la primera parte de un máster en ingeniería y mecánica de fluidos. Su empeño: estudiar la dinámica de los gases y los líquidos para mejorar tanto la producción como el transporte energético.

Pablo Rodríguez recibe el premio al mejor expediente de su promoción (2010) ©ETSII_UPM
Pablo Rodríguez recibe el premio al mejor expediente de su promoción (2010) ©ETSII_UPM

Tras la estela de Silvia Espinosa

El destino de Rodríguez cambió estando en Philadelphia. Y todo por una lectura que procedía del otro lado del charco. De su Madrid natal. De la web de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la UPM ( ETSII), a la que aún pertenecía. Era un artículo sobre la ingeniera Silvia Espinosa, la alumna número uno de su promoción de ingenieros industriales de ese año (2013). Espinosa se encontraba en ese momento en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (el MIT, en EE.UU), cursando el doctorado. Y en el texto contaba su experiencia allí y ofrecía su ayuda y orientación a quienes quisieran seguir ese camino.

"Después de leerlo, escribí al departamento de comunicación de la escuela para pedirles los datos de contacto de Silvia", comenta Rodríguez. Gracias a ello pudo conocer de primera mano el MIT y su laboratorio de fusión nuclear, el Plasma Science and Fusion Center ( PSFC). Y supo que quería seguir los pasos de Espinosa (cuya investigación, por cierto, ha resuelto uno de los misterios más importantes de su campo en la última década y el pasado 2017 recibió el premio de la Sociedad Nuclear Española a la mejor tesis doctoral).

Sin sacar de su mente la idea de ir a investigar al departamento de Espinosa, el ingeniero se graduó en Drexel, y ganó el premio al mejor expediente en Ingeniería Mecánica, con la máxima puntuación. Luego, como continuación del máster, dio un nuevo salto en el tablero. Esta vez rumbo a Italia, con una beca Erasmus para realizar su proyecto de fin de carrera. Allí, en el Politécnico de Milán, diseñó una técnica de optimización de turbinas que mejoró su rendimiento en un 10%, tal y como demuestra en un estudio presentado en una conferencia internacional organizada por la asociación Americana de Ingenieros Mecánicos ( ASME ORC 2015) en Bruselas (Bélgica). Como resultado, le dieron el premio Repsol de la UPM a la mejor tesis en Ingeniería Industrial por su tesina al respecto.

El Rey Felipe VI entrega a Pablo Rodríguez su beca
El Rey Felipe VI entrega a Pablo Rodríguez su beca 'La Caixa' (2015) ©Fundacion Bancaria 'La Caixa'

Para entonces, el ingeniero ya había decidido que quería dedicarse a estudiar la fusión nuclear. Su misión: avanzar en la investigación para construir una planta de energía capaz de producir electricidad de forma ilimitada, segura y limpia. "La fuente de energía perfecta", asegura. Con este proyecto y su trayectoria, consiguió hacerse con una beca ' La Caixa' para cursar sus estudios de posgrado en EE.UU. También consiguió que le admitieran en el laboratorio PSFC del MIT: el mismo donde se encontraba Espinosa, su inspiradora.

Resuelto el misterio tras 20 años

El PSFC es la casilla en la que Rodríguez se encuentra ahora, no precisamente por azar. Bajo la dirección de Anne White, profesora del departamento de Ingeniería Nuclear e Ingeniería del MIT, el joven ha alcanzado este 2018 su mayor hito hasta la fecha, que ha supuesto un importante avance en el campo de la fusión nuclear. Tanto que le ha valido ser noticia en el propio MIT y en otros medios, incluido XATAKA. Para entender su logro hay que saber primero cómo funciona la fusión nuclear. Consiste -dice el ingeniero- en crear una estrella en el laboratorio. Casi nada.

Dado que en el proceso de formación estelar se genera mucha energía, se trata de imitarlo para conseguir una fuente de electricidad igual de potente. Para ello, es necesario convertir hidrógeno gaseoso en plasma, elevándolo a temperaturas estratosféricas de 100 millones de grados, según explica Rodríguez. Eso ya se ha logrado mediante reactores de fusión, pero no de forma eficiente, ya que se consume más energía de la que se produce.

Detrás de Pablo Fernández, el reactor Alcator C-Mod del MIT
Detrás de Pablo Fernández, el reactor Alcator C-Mod del MIT ©Gabriela_Scardine

Es lo que tratan de cambiar los científicos, que llevan 20 años intentando resolver un misterio fundamental para predecir el rendimiento de los reactores. Se trata de confirmar la hipótesis con la que llevan todo este tiempo trabajando: que la transferencia de la energía creada se puede definir de forma local. "Hasta ahora se han realizado muchos experimentos de pulsos fríos que parecen demostrar que esta asunción es incorrecta", explica el español. Pero él ha demostrado, usando el reactor Alcator C-Mod del MIT, que no es así. Y lo ha publicado en un estudio en la revista científica Physical Review Letters.

"Mi trabajo ha sido hacer simulaciones mediante modelos de ordenador, con ecuaciones que definen el comportamiento del plasma, para tratar de reproducir lo que ocurre en los experimentos de pulsos fríos. El resultado es que hemos demostrado que efectivamente la transferencia de energía puede ser descrita localmente. Es decir, que la hipótesis es cierta" asegura Rodríguez. Ahora que la incógnita parece estar resuelta, trabaja en su validación en otros reactores, ya que las simulaciones son muy específicas para cada uno.

El trabajo de una vida

El hallazgo de este joven ingeniero es un paso adelante en la investigación para hacer realidad una fusión nuclear eficiente y óptima, pero aún queda mucho por hacer. Tras años y años de esfuerzos y de talento y recursos invertidos en la construcción de diferentes reactores alrededor del mundo y en numerosos experimentos, algunas voces cuestionan que se siga intentando. ¿Es realista? Pablo desde luego cree que sí.

El ingeniero explica que hay dos vías abiertas actualmente: una es crear reactores muy grandes, en los que energía la tarda más en irse. Es decir, no se escapa tanta cantidad. Ejemplo de ello es el reactor ITER, en cuya construcción en Francia está inmerso el Centro español de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas ( CIEMAT), junto con centros de otros 34 países.

Pablo Rodríguez, explicando cómo funciona un reactor
Pablo Rodríguez, explicando cómo funciona un reactor. ©Irene_de_la_Torre

La otra vía es construir reactores más pequeños pero con campos magnéticos más potentes, lo que haría que el plasma quede más apretado y se escape más lentamente. "Esta vía -que permite obtener los mismos resultados- está disponible desde hace apenas unos años, gracias a los grandes avances en el desarrollo de superconductores", comenta Rodríguez. Asegura que ahora es posible construir un reactor 50 veces más pequeño y entre 10 y 100 veces más baratos. Sin embargo, aún es necesario demostrar su viabilidad tecnológica.

El ingeniero lamenta que, en términos de dinero público, no haya una gran apuesta por la fusión nuclear. Confía, no obstante, en que esto cambie gracias al avance de la investigación. Esa es su pasión: investigar. "Encontrar un problema e intentar resolverlo con tus propios métodos". Él está dispuesto a dedicar su vida a la fusión. "Creo que es prometedora. La utopía de la energía perfecta para la humanidad", afirma. Ahí fija Rodríguez su meta en la partida científica de su vida. Y anima a otros jóvenes científicos a seguir sus pasiones, a buscar su propio camino y a probar experiencias fuera. Su mensaje para los lectores de Xataka: "Estoy abierto a ayudar si alguien necesita orientación o consejo". Igual que Espinosa lo fue para él, Rodríguez es ahora también un modelo a seguir. Todo un orgullo 'vallekano'.

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