Occidente ha encontrado una nueva forma de presionar a Rusia: dejarle fuera del mercado del uranio

Planta Nuclear
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El pasado fin de semana se reunieron en Sapporo, ciudad ubicada en la isla japonesa de Hokkaido, los ministros de Energía y Medio Ambiente del G7 para acordar medidas destinadas a combatir el cambio climático y preparar la siguiente reunión del grupo que se celebrará en Hiroshima el próximo mes de mayo. Durante los días 15 y 16 de abril, los ministros llegaron a diversos acuerdos, como la reducción de las emisiones de dióxido de carbono derivadas de la industria automovilística en, al menos, un 50% para 2035 respecto a niveles del año 2000.

Desacuerdos y Moscú en el horizonte. Además, reafirmaron su compromiso de abandonar los combustibles fósiles, aunque no acordaron ninguna fecha determinada para ello. Sin embargo, hubo desacuerdo en otros ámbitos, como el nuclear. En este sentido, Japón, Canadá, Estados Unidos, Reino Unido y Francia acordaron potenciar el desarrollo de la energía nuclear y reducir la dependencia internacional de las cadenas de suministro rusas destinadas al combustible nuclear.

Objetivo: aislar a Rusia. Así lo asegura un comunicado conjunto firmado por los cinco países en el que muestran su compromiso para colaborar en la provisión de combustible para los reactores “del hoy”  y en el desarrollo de combustible para “los reactores avanzados del mañana”, reduciendo la dependencia en las cadenas de suministro de Rusia. En palabras del gobierno británico, este acuerdo se utilizará “como base para echar a Putin del mercado nuclear internacional lo antes posible”, obstruyendo el esfuerzo bélico del Kremlin y “dejar a Rusia a la intemperie”.

Rosatom, el gigante ruso. Sin embargo, y a la espera de conocer la estrategia de estos cinco integrantes del G7, el objetivo marcado parece complicado de conseguir. Según un artículo de la revista Nature publicado el pasado 27 de febrero, la empresa pública rusa Rosatom controla, a través de su subsidiaria TVEL, el 38% de la conversión mundial de uranio y el 46% de la capacidad de enriquecimiento de uranio a nivel global.

El peso de Rusia. El texto señala, asimismo, que entre 2000 y 2015, Rusia fue el proveedor en casi el 50% de los acuerdos internacionales firmados para la construcción y desmantelamiento de plantas y reactores nucleares, entre otros servicios. Por otro lado, sus principales competidores -China, Francia, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos- aglutinaron el 40% de dichos acuerdos.

Similar a la OPEP. Esta presencia rusa en el mercado internacional de la energía nuclear es equivalente “a toda la OPEP en términos de cuota de mercado y poder”, según afirmó Paul Dabbar, miembro del Centro de Política Energética Global en la Universidad de Columbia en un artículo publicado  por The New York Times el pasado mes de marzo.

Bruselas depende de Moscú. La enorme capacidad rusa en este ámbito llevó al país gobernado por Putin a ser en 2021 el tercer proveedor de uranio de la Unión Europea, por detrás de Kazajistán y Níger, aglutinando un 20% del uranio total importado por los los 27 países comunitarios. Esta dependencia europea en la capacidad nuclear del Kremlin explica el hecho de que no se haya aplicado en este ámbito medidas similares a las impuestas al gas y petróleo rusos por parte de los países occidentales, algo reclamado desde hace tiempo por las autoridades ucranianas.

Francia, atada de pies y manos. De hecho, Greenpeace publicó el pasado 11 de marzo una investigación sobre las relaciones entre la industria nuclear francesa y la compañía Rosatom que mostraba, según el texto, cómo “Francia está atada de pies y manos a Rusia”. Según el informe, Francia triplicó sus importaciones de uranio enriquecido ruso durante 2022. Además, según la ONG casi la mitad del uranio natural importado por el país galo provenía de Kazajistán y Uzbekistán, el cual pasa en gran parte “por las manos de Rosatom al controlar el transporte de todos los materiales nucleares que transitan por suelo ruso”.

Alternativas. Para Pauline Boyer, jefa de la campaña para la Transición Energética de Greenpeace en Francia, la posible construcción de reactores nucleares no “garantizará la soberanía energética, porque ella mantendrá a Francia dependiente de proveedores de uranio como Rusia”. En cualquier caso, otros países europeos ya han planteado la reducción de la dependencia de la capacidad rusa en este ámbito.

Varsovia sigue los pasos de Kiev. En 2014, Ucrania acordó con la firma estadounidense Westinghouse la extensión de su contrato en detrimento del control ruso y en 2021, Polonia aprobó el plan para la construcción de su primera planta nuclear por parte de esa misma compañía. Según el gobierno polaco, esta decisión se tomó para reducir su dependencia de Rusia.

Más allá de Europa. Sin embargo, la revista Nature avisó en el artículo mencionado anteriormente que si bien la guerra de Ucrania afectará a la reputación de Rosatom en Europa, fuera del Viejo Continente su posición “se mantendrá fuerte”. En este sentido, el pasado mes de marzo se completó una de las fases de la construcción de la primera planta nuclear de Turquía, proyecto llevado a cabo por Rosatom.

El futuro nuclear y el calentamiento global. No parece fácil aislar a Rusia del mercado internacional de la energía nuclear tal y como pretenden Japón, Canadá, Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Por otro lado, esta intención se basa en una clara apuesta por la energía nuclear, fuente de energía que muchos países consideran alternativa a la quema de combustibles fósiles pero que genera dudas por sus residuos y por su inoperancia en caso de graves sequías.

Imagen: Lukáš Lehotský / Unsplash

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