La corriente atlántica (la circulación de retorno meridional del Atlántico, o AMOC) lleva años mostrando signos de declive y con ello preocupando a los expertos. Sin embargo los últimos meses han venido plagados de noticias sobre este potencial colapso, algunas situándolo mucho antes de lo que creíamos.
La historia es algo más compleja.
Un sistema complejo. Sin embargo debemos ser cautelosos con estas previsiones, recuerda Antonio Ruiz de Elvira Serra, Catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá. Según explica en un artículo en The Conversation, los estudios se basan en modelos que tratan de simplificar un sistema extremadamente complejo como es el de la circulación oceánica.
La corriente en peligro. AMOC es la parte atlántica de la circulación termohalina, una serie de corrientes a lo largo de las que fluye el agua de los océanos. El líquido tiende a desplazarse debido a diferencias en dos factores: temperatura y salinidad. Estas diferencias hacen que el agua tienda a circular más al norte o más al sur y a menor o mayor profundidad.
Esta corriente tiene un impacto sobre el clima europeo ya que es en gran parte la responsable de los inviernos relativamente suaves en Europa, en contraste con los más fríos en Norteamérica a latitudes semejantes. Su posible desaparición de esta corriente traería como consecuencia inviernos más inestables, bajo la influencia de un mayor número de borrascas.
Sal y temperatura. Para Elvira, la clave del futuro de AMOC está en la salinidad. El estudio publicado en Science Advances contemplaba que el derretimiento del hielo ártico aportaría agua salada al océano septentrional. Parte de AMOC envía agua al Ártico frente a la costa noreste de Europa. Ahí el agua se enfría y sale a mayor profundidad entre Groenlandia e Islandia, por el oeste.
El problema es que, fría pero sin sal, este agua lo tendía más difícil para seguir su camino de vuelta al sur. Esto haría que el circuito perdiera parte de su recorrido y pusiera en peligro la circulación. El problema, para Elvira, está en que, además de derretir hielo, el cambio climático está calentando también el agua en sí misma.
Esto hace que retenga más sal. Como consecuencia, explica el catedrático, “es dudoso que la mezcla con el agua dulce procedente de la fusión del hielo, en la actualidad o durante este siglo, reduzca la salinidad de la corriente del Golfo lo suficiente para provocar el colapso de la AMOC.”
Sistemas complejos. A menudo es difícil perderse entre interacciones complejas que, además de multitud de variables, incorporan relaciones no lineales: a menudo existen ciclos de retroalimentación capaces de desviar mucho el estado de un sistema.
Esto hace a veces que se sobrepasen puntos críticos que lleven al sistema en cuestión a un estado de equilibrio distinto. Es lo que puede ocurrir con el cambio climático (lo que ha ocurrido con previos cambios en el clima a lo largo de la historia de la Tierra) o con la circulación Atlántica (que no es sino otra pieza del sistema climático del planeta).
La importancia de la cautela. Es importante que seamos cautelosos a la hora de realizar predicciones sobre lo que ocurrirá con el clima. En especial al tratarse de un tema tan “sensible” para muchos.
Debemos para ello atender no solo a la previsión en sí misma, sino a las variables que nos indican el grado de certeza con el que se realiza esta predicción. Es por eso, por ejemplo, que el IPCC en sus informes hace hincapié en este grado de certeza, pero también es importante saber que, en general, el poder predictivo de un solo estudio o un solo modelo no nos da ese grado alto de certeza.
Aún queda por tanto mucho que estudiar. Nuevos trabajos serán necesarios para afinar predicciones y reducir incertidumbres. La corriente AMOC está en declive, pero cuándo se transformará o cuáles serán las circunstancias que lleven a su colapso son aún cuestiones por resolver.
Imagen | ESA
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