'Watchmen', crítica: Una valiente reformulación del cómic de Alan Moore que demuestra que sus ideas siguen muy vigentes

'Watchmen', crítica: Una valiente reformulación del cómic de Alan Moore que demuestra que sus ideas siguen muy vigentes

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'Watchmen', crítica: Una valiente reformulación del cómic de Alan Moore que demuestra que sus ideas siguen muy vigentes

Ya confesaba Damon Lindelof en un artículo que publicó antes del estreno de esta reformulación del mítico cómic de Alan Moore y Dave Gibbons que la materia prima que brindaba el cómic original era un auténtico paraíso para un creador de historias. No es de extrañar semejante declaración, y los fans del cómic lo saben: cada viñeta, cada transición, cada juego de espejos, hasta cada portada es todo un surtidor de ideas que potencialmente se pueden explotar, generando nuevas visiones (para angustia de Moore que, eso sí y como es habitual en él, aparece sin acreditar)

Los detalles del cómic original se introducen en la serie de forma progresiva: la máscara de Rorschach como algo a lo que los policías temen (un asesinato policial a manos de un enmascarado nada más arrancar simboliza los conflictos que orbitan en la serie), un informativo televisivo en el que vemos al Dr. Manhattan en Marte construyendo un castillo de arena con sus poderes, un smilie hecho con yemas de huevo en la presentación de la protagonista... La declaración de intenciones está clara: el 'Watchmen' de Lindelof respeta, pero va a lo suyo.

Nuestra protagonista es Angela Abar (Regina King), policía retirada, ya que su actividad como oficial se desarrollaba antes de que se impusiera el uso de las máscaras entre las fuerzas del orden. Ahora patrulla colaborando con sus ex-compañeros como Sister Night, y su actividad se incrementará cuando se reactivan los actos violentos de la Kaballería, grupo supremacista que actúa con máscaras de Rorschach, se inspira en sus diarios, y cuyas consignas recuerdan inevitablemente a la guerrilla urbana de grupos antisistema modernos.

'Watchmen' no es una historia, como no lo era el cómic original, de buenos y malos: los policías recurren al abuso psicológico (la escena del interrogatorio a uno de los primeros sospechosos es puro Goebbels, y no solo por la simbología nazi) y a las palizas físicas para avanzar en la derrota de la Kaballería. Lo hacen tanto en secreto como a la luz del día, en redadas donde claramente no es necesaria la violencia física. Y quienes reciben este impacto policial tampoco son unos angelitos: armas pesadas, enfrentamiento directo, pastillas de veneno para no ser atrapados vivos, comunicados en vídeo que beben claramente de grupos terroristas del siglo XX conocidos por todos...

... y como atuendo, la máscara de Rorschach, cuya simbología es aquí reformulada con respecto a la ambigua película de Zack Snyder que entendió de forma francamente plana el cómic original y le dotaba de cierto aire de antihéroe. Lindelof devuelve la categoría de fascismo sin dobleces (el blanco y negro que da forma a la máscara) al personaje más popular del cómic y matiza a muchos otros, como Adrian Veidt (Jeremy Irons), que se ha dado por muerto, pero no lo está ni remotamente. El equivalente de Rorschach aquí es, obviamente, Looking Glass (Tim Blake Nelson), aunque más ambiguo que el Rorschach original.

'Watchmen': Fidelidad y reinterpretación

La serie es perfecta hija de su tiempo, y su narrativa fragmentada (pero por suerte, sin excesos con los saltos temporales o los flashbacks que repiten una y otra vez la misma información, un pecado de tantas series actuales -algunas de ellas de la propia HBO-) pone dos temas sobre la mesa sin demasiado sermoneo y usando el versátil tema del vigilante al margen de la ley para exponer sus claroscuros. Por una parte, el auge de un derechismo populista y despolitizado: las conexiones con el 'Make America Great Again' de Trump de muchos momentos de la serie, conectando incluso con presidentes del pasado, son evidentes.

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Por otra parte, la historia negra como parte esencial de la herencia de Estados Unidos. De hecho, 'Watchmen' arranca en su primer capítulo con una escalofriante y violentísima recreación de uno de los momentos de choque racial más radicales de su historia. En 1921, en Tulsa -Oklahoma, donde parece que está resurgiendo el grupo de enmascarados de la Kaballería-, parte de la población blanca atacó a la mayoría de la negra, con un saldo de cientos de muertos y miles de personas quedando sin hogar.

Sin disimulo (pero, de nuevo, sin excesos discursivos), 'Watchmen' vincula la maldad del Klan a las revueltas de la Kaballería, y lo veremos en otros flashes y pequeños detalles cotidianos (y a través de los medios de masas) de esta distopía ultrarrealista. Entre todos estos ingredientes, la visión de la serie denota el racismo que palpita en las mismas raíces fundacionales del país, como muestra el flash-back que abre el segundo capítulo.

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No nos podemos adentrar demasiado en los sucesivos episodios sin desvelar detalles argumentales y pequeñas sorpresas. 'Watchmen' no juega a lanzar al espectador un rosario de guiños y easter eggs al estilo Marvel (aunque así entendimos la aparición inequívoca de unos calamares caídos del cielo, como homenaje a aquel legendario final inadaptable), así que no esperes encontrar complacientes reverencias al cómic original.

Lo que sí abunda aquí es una narrativa que, conforme avanzan los episodios se revela más y más fiel a la obra maestra de Moore y Gibbons. Los personajes del cómic van dejándose ver (por ejemplo los Minutemen son el centro de una célebre serie de televisión, 'American Hero Story', que con muy mala uva incluye secuencias de acción que parecen dirigidas por Snyder; y Espectro de Seda ha abandonado las máscaras y es aquí una agente del FBI interpretada por Jean Smart). Y los temas de una y otra versión del mismo tema dialogan, demostrando que las cosas no han cambiado tanto desde los ochenta reaganianos que retrataba Moore.

Pero 'Watchmen' es una serie muy visual, y también en eso entronca con el cómic original (que, no lo olvidemos, funciona también como un tebeo de superhéroes al uso, con sus colores a golpe de trama y su ritmo viñetero). El uso, por ejemplo, del icónico amarillo del smilie, aquí en las máscaras de la mayoría de los policías y sus armas, es típico de la narrativa impresa de un cómic. Y aunque 'Watchmen' renuncia a los excesos algo burdos de la adaptación de Snyder para replicar las viñetas, tiene algunas formas que beben del ritmo secuencial, como el estupendo plano secuencia que cierra el primer episodio.

Es curioso (o más bien, significativo), que 'Watchmen' llegue en un momento en el que otra serie como 'The Boys', en un tono mucho más jovial, se plantea los problemas y el alcance de las máscaras, el anonimato y el exceso de poder. ¿Protección necesaria o excusa para los desmanes? El quién vigila a los vigilantes parece haber sido sustituído por un "quién vigila a los anónimos" más apropiado para los tiempos que corren, en una serie que, sin duda, nos dará mucho que hablar.

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