Villeneuve conquista Arrakis y 'Dune: Parte II' supera a su precedente en todo: es más espectacular, más épica y más intensa

Aunque cojea un poco en recrear el complejo trasfondo político de la película, es un espectáculo apabullante

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El fenómeno cinematográfico del año pasado fue la dupla de 'Barbie' y 'Oppenheimer': las dos películas más taquilleras de 2023 demostraban que había cine al margen de las interminables franquicias de Marvel, DC y 'Star Wars' (por mucho que vinieran de majors como Warner y Universal, y 'Barbie' pueda ser el arranque de una lucrativa franquicia). Pero sí: eran propuestas al margen, una por el lado de la sátira pop, otro por el del biopic solemne. Había cosas más allá de las sagas. Y tuvieron un notorio precedente en 2021 con la primera 'Dune'.

Que sí, es el arranque de una saga, si se quiere, pero una saga encerrada con principio y fin, sin vocación de churrería (al menos en principio). En 2021 ya estábamos un poco hartos de las grandes sagas superheroicas y el éxito de 'Dune', aclamada por crítica y con excelente respuesta del público (434'8 millones de dólares de recaudación) fue asentando el terreno para plantear alternativas en la cartelera. Era ciencia ficción, sí, pero una muy distinta a la de 'Star Wars' (y eso que Lucas siempre habló de la novela de Frank Herbert como una inspiración para su franquicia): densa, de alto contenido político, de ritmo pausado y cuidadísima en lo estético.

'Dune: Parte II', como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta que continúa el argumento de aquella de forma lineal, mantiene todas esas virtudes: se trata de una película que apuesta por una ciencia ficción de tono serio, con múltiples líneas argumentales, y que no teme a los paralelismos geopolíticos obvios con el mundo que nos ha tocado vivir. Y que toma decisiones estéticas y argumentales con su punto de riesgo: por ejemplo, la multiplicidad de idiomas, muchos de ellos obviamente inventados que hablan los personajes, y que se le atragantarán a más de un espectador habituado a que se lo pongan fácil.

En esta ocasión contemplaremos el periplo personal de Paul Atreides, instalado junto a su madre en el planeta de arena Arrakis con los Fremen. Allí comenzará su entrenamiento físico y mental para convertirse en el elegido de las profecías, Muad'Dib, mientras una posible guerra santa en su nombre se perfila en el futuro. Su relación con Chani, los tejemanejes de su madre y lideresa de las Bene Gesserit, su ansia de vengar la muerte de su padre y derrotar a los Harkonnen... todo conforma un entramado complejo y lleno de pasiones que chocan entre sí.

Más de lo mismo, pero mejor

La continuidad, pues, está garantizada, pero Villeneuve se encuentra más cómodo en una película que ya no tiene que pasar buena parte de su metraje planteando un universo, explicando al espectador la importancia estratégica de Arrakis, las rivalidades entre casas, el papel de las Bene Gesserit en las intrigas políticas... todo eso está contado y la película gana en agilidad, ya que desde el primer momento estamos viendo escaramuzas entre los Fremen y los Harkonnen.

De hecho, Villeneuve se deleita ofreciendo espectáculo puro en una película que deja en parte a un lado las intrigas palaciegas. Tenemos gente cabalgando gusanos, batallas épicas entre centenares de soldados y unas cuantas peleas cuerpo a cuerpo (como la final entre Paul y Feyd-Rautha) planificadas y filmadas quizás en el polo opuesto del inofensivo ruido visual de las películas de Marvel. De hecho, Villeneuve inyecta tanta acción en la trama que algunos elementos que merecían más explicación y que la novela desarrolla (como es lógico) con mucho más detalle quedan un poco en el aire.

Creo que uno de los que má cojea es la auténtica dimensión oscura de Paul Atreides: no es el típico héroe luminoso de una superproducción al uso, por descontado, y tampoco tenemos una ética basada en luz y oscuridad puras, como Star Wars, pero el Paul de las películas no deja de ser un Elegido para liberar un pueblo. Tampoco se entra mucho en el descomunal poder de la religión para controlar a las masas y como herramienta política, un tema que se apunta, pero en el que Villeneuve no quiere o no sabe profundizar. Veremos si en la muy posible 'Hijos de Dune' que veremos dentro de un par de años se atreven a retratar a Paul Atreides como lo que realmente es.

Son solo pequeños detalles, porque lo cierto es que hasta la banda sonora de 'Dune: Parte II', a cargo del gran Hans Zimmer, propone un espectáculo que quita el hipo. De nuevo brilla con luz propia el espectacular diseño de sonido y el increíble trabajo de diseño de producción en todos sus aspectos: desde los escenarios al vestuario y los maquillajes, y set-pieces que funcionan como minipelículas, como la secuencia de Paul cabalgando el gusano o el enfrentamiento en el coliseo de Feyd-Rautha con los supervivientes de la masacre de la película anterior. Una monumental y épica pieza de ciencia ficción, con sus pequeños tropiezos, pero que no solo es un triunfo que se haya hecho: es que necesitamos que se hagan más como esta.

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