Disney y Netflix podrán adueñarse de las salas: un cambio en la legislación de EE.UU. vaticina cambios en el cine a nivel global

Disney y Netflix podrán adueñarse de las salas: un cambio en la legislación de EE.UU. vaticina cambios en el cine a nivel global
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Hace un par de semanas, el 8 de agosto, las cotizaciones en bolsa de las mayores cadenas de cine de Estados Unidos subieron de forma brusca e inesperada. La más beneficiada fue la cadena AMC Entertainment, con una subida del 14,7%. Le siguieron Cinemark (5,3%), Marcus (6,57%), Imax (3,3%) y National CineMedia (2,4%). Pero... ¿no estaban las salas en crisis por la falta de estrenos a causa del coronavirus? ¿A qué se debe esta aparente mejora de la situación financiera de todas estas cadenas, que suman una cantidad muy importante de los cines del país?

El motivo ha sido que un nuevo futuro se abre ante ellas debido a un cambio en las leyes estadounidenses que ha pasado un poco por debajo del radar, pero que podría cambiar la distribución y exhibición de películas para siempre. En principio afectaría solo a Estados Unidos, pero si la onda expansiva de la distribución acaba perturbando las finanzas de las grandes compañías, es posible que estas se replanteen muchas de sus producciones, y ahí sí que hablamos de un impacto global.

La ley que ha sido modificada es la que se conoce como el Caso Antitrust de Hollywood de 1948, o más popularmente, los decretos de Paramount. Se trata de una decisión que tomó el Tribunal Supremo de los Estados Unidos a mediados del siglo XX para impedir que los grandes estudios dispusieran de sus propios cines y, con ello, decidieran mediante derechos de exclusividad qué salas podían exhibir sus respectivas películas. La decisión del Tribunal Supremo cambió por completo la forma de distribuir películas en Estados Unidos y, con el paso del tiempo, dio carpetazo al sistema de estudios clásicos de Hollywood, tal y como se entendió entre los años treinta y cuarenta.

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Los decretos de Paramount: guillotina a las majors

La situación que hizo que el gobierno de Estados Unidos investigara a los estudios fue que estos poseían cadenas de cines donde exhibían sus películas en exclusiva. Es decir, había un ciclo creativo en el que las compañías controlaban todo el proceso de escritura, producción, incluso revelado y edición de las películas, ya que también poseían los laboratorios, y finalmente, las salas. La situación podía calificarse de oligopolio, que se da cuando el mercado es controlado por unos pocos actores de gran tamaño. La reducción de la competencia lleva inevitablemente a perjuicios para los consumidores, principalmente debido a subidas de precios.

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El Departamento de Justicia arremetió contra Hollywood en pleno: Paramount Pictures era la principal acusada, pero se llegaron a sentar en el banquillo las conocidas como Cinco Grandes (aparte de Paramount, MGM, Warner, Fox y RKO) las Tres Pequeñas (Universal, Columbia y United Artists) y múltiples subsidiarias de todas ellas. Resultado: los estudios se tuvieron que comprometer a no obligar a los cines a que proyectaran películas sin haberlas visto previamente, y se procedió a limitar el alcance de la práctica conocida como block-book (obligar a los cines a adquirir películas "atadas" a estrenos importantes; es decir, películas de serie B emparejadas a las grandes producciones con actores y directores de éxito).

Por supuesto, hubo protestas de los estudios, que no llegaron a nada y generaron una crisis importante en la zona mainstream del negocio: RKO tuvo que cerrar y entre las décadas de los cincuenta y los setenta florecerían gran cantidad de productoras y salas de cine de corte independiente. El viejo sistema de estudios entró en una decadencia de la que no se recuperaría (la llegada avasalladora de la televisión en los cincuenta tampoco ayudó), con importantes cambios cualitativos a nivel creativo y comercial, la aparición de un cine más experimental y menos convencional, la llegada en los setenta del Nuevo Hollywood y, finalmente, su posterior absorción por la industria. La decisión original de 1948 quedó como piedra fundacional de las leyes antitrust y sentó un precedente que no se había puesto en discusión... hasta ahora.

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La invalidación de los decretos y a qué situación nos conduce

Todo empezó cuando la división vinculada al antitrust del Departamento de Justicia estadounidense empezó a revisar las decisiones que se habían tomado en el pasado y que no tenían fecha de expiración. El 18 de noviembre de 2019 se tomó la decisión de dar marcha atrás en los Decretos de Paramount, bajo el supuesto de que "es poco posible que los acusados que quedan puedan reinstaurar sus cárteles" (el término "cártel" hace referencia aquí a las empresas que, bajo un oligopolio, pactan condiciones de mercado a espaldas de los movimientos naturales de éste: subidas de precio, restricciones de existencias, etc.). Y el pasado 7 de agosto se hizo efectiva la orden de anulación de los Decretos, que se pondrá en marcha a lo largo de un periodo de dos años.

Oficialmente, la ley se ha quedado anticuada: productoras que empezaron su actividad como distribuidoras después de que la ley tomara forma no estaban obligadas a cumplirla (Disney y Netflix, por poner dos ejemplos distantes en el tiempo pero muy relevantes hoy). Además, la Justicia estadounidense reconoce que la industria del cine ha evolucionado hacia fórmulas impensables en los años cuarenta. La jueza Analisa Torres, al frente de esta decisión, ha expuesto que "según proliferan los servicios de streaming de películas por internet, las distribuidoras han dependido cada vez menos de la distribución en cines. Por ejemplo, algunos distribuidores independientes sujetos a suscripciones en lugar de a los ingresos de taquilla, estrenan actualmente películas en salas de cine con tiradas limitadas o el mismo día que los servicios de distribución de películas por Internet".

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Es cierto que la situación actualmente es muy distinta de lo que se vivió a finales de los años cuarenta, pero lo cierto es que algunos medios, como Entertainment Weekly, se han apresurado a señalar que, paradójicamente, la anulación de la ley porque estamos ante un nuevo panorama industrial podría dar pie a una situación muy similar a la que se vivió entonces. Grandes corporaciones controlando todos los puntos de la producción, incluida la distribución.

Porque hay un elemento que no se puede desechar para analizar la situación: el coronavirus. Las salas de cine están en una situación de crisis con muy pocos precedentes, lo que les hace especialmente vulnerables a ofertas que puedan aliviar su situación. Es lógico que se hayan disparado los rumores de que compañías como Disney o Netflix van a comprar cadenas de cines porque ya hemos visto movimientos en esa dirección, como el acuerdo entre AMC y Universal que permite a las películas de la compañía pasar solo 17 días en las salas en lugar de los 90 habituales hasta ahora. Afirma EW que la cadena está ofreciendo ese mismo trato a otras majors.

En un momento en el que películas como 'Trolls 2: Gira Mundial' o, en breve, 'Mulan', se saltan la exhibición en cines (y en ambos casos ha habido respuestas muy airadas de los exhibidores en salas), se comienzan a acelerar los ciclos de exhibición, en muchos casos sin pinta de que se vaya a volver atrás, al menos de forma definitiva. Algunos analistas hablan de que la única salvación posible para las salas es volver bajo el ala protectora de las productoras.

Es decir, que las cadenas de cines se conviertan en plataformas de exhibición de lujo de las películas cuya explotación más rentable acabaría siendo el streaming. Ese block booking que pertenece a tiempos pasados de la exhibición podría volver con nuevas formas, ahora que las grandes productoras generan franquicias que se ramifican: ¿quieres la nueva película de los Vengadores o el último bombazo de 'Expediente Warren'? Pues en el mismo parquete vienen incluidas todas estas películas menores de superhéroes o precuelas terroríficas que, bajo esas circunstancias de distribución asegurada pueden empezar a producirse por mucho menos dinero.

Estas prácticas solo tienen un final claro: la pérdida de variedad y la asfixia de productoras y salas de corte independiente o que, sencillamente, pretendan distanciarse del modelo de las majors. Cada vez el entretenimiento está en menos manos, e independientemente del tipo de películas y series que te interesen como espectador, se trata de un problema que puede acabar afectando a la oferta que tenemos a nuestra disposición.

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